VALENCIA. En media hora el documental #OperacionPalace emitido ayer por laSexta provocó 100.000 tuits. Buenas, malas o, directamente, insustanciales, 100.000 ideas sobre el 23-F, un golpe de Estado fallido en España sobre el cual tendremos toda la información necesaria dentro de al menos medio siglo, cuando hayan pasado 25 años del fallecimiento de los implicados en el asunto.
Una mentira no explica una verdad, sin embargo puede ayudar a comprenderla. Un pueblo lo suficientemente formado como para entender eso, crítico gracias a una educación robusta y un acceso masivo a la cultura, puede disfrutar del efecto de un trampantojo periodístico: generar debate. Claro que no en todos los casos el efecto puede ser decisivo. El resultado, cierto es, se convierte en negativo si la capacidad de encajar golpes no está muy entrenada. Y ayer, ay, muchos periodistas -y demás- bramaron contra Jordi Évole, el principal responsable del falso documental emitido en sustitución del programa Salvados que también dirige para laSexta.
Évole tiene una marcada sombra ideológica, fruto más bien de sus enemigos que de su propio trabajo. Especialmente desde que está al frente de Salvados, un programa que reparte estopa transversalmente -para el que lo quiera ver-, y que combina en lo público con unas sosegadas y accesibles columnas en El Periódico de Catalunya en las que escribe en castellano -para el que lo quiera leer-.
Pero lo de anoche, el fake histórico ‘Operación Palace', se sustentaba bajo la estrategia del lose-lose situation. La del win-win es la de Oriol Junqueras con el tema del referéndum catalán, como publicaba Santiago Roncagliolo en El País: "si hay referéndum, se cuelga la medalla. Y si no hay referéndum, recibirá en sus brazos a todos los votantes desencantados de Mas". Évole no iba a obtener la medalla de aquellos que, en esta santa profesión, no aceptan que con un tema como el 23-F se desaproveche la tribuna de Salvados (líder de audiencia el domingo) para contar la verdad del asunto. Y si los afectados eran aquellos que se pasaron el programa emitiendo tuits que documentaban su ignorancia histórica -aquí la realidad si jugó su papel-, pues todos a abrazarse a los puretas de la profesión que anoche querían empalarlo en el sentido tuitero y figurado del acto.
Con la emisión cerrada, el escrutinio no fue, pues, sorprendente. El falso documental fue catalogado como "mediocre", "miserable" y "macabro" (al menos, en mi timeline de Twitter y por periodistas con nómina y nombre a tener como referente). Algunos decían: "no está la credibilidad del periodismo para experimentos", determinando que el espectador es idiota como enfrentarse solito a la emisión de un falso documental. Me pregunto cuantos de estos colegas abrieron su coco anoche al mismísimo concepto de falso documental, una producción que como su título recoge es propia de una democracia normalizada y del género imposible según se va cerrando el marco de libertades sociales y de pensamiento. O sea, algo más bien sano y capaz de menear el pensamiento del receptor, cosa de héroes en los tiempos que corren y para aquellos que creemos al espectador mucho menos idiota de lo que algunos editores de informativos nos intentan hacer creer.
Mientras tanto, en nuestro audiovisual periodístico hemos aceptado que las noticias circulen en los informativos ‘dramatizadas' con música. ¡Noticias con música, de todo tipo! ¡Hasta en Radiotelevisión Española! Una broma de mal gusto contra la que nadie se levanta ni patalea en Twitter, pero que es de una desvergüenza profesional y de una ética mediocre, miserable y macabra a la que nos sometemos cada día en silencio. ¿Quién es el enemigo en ese caso? Una causa difícil sin duda de concretar en un tuit, no como la desgracia que Évole supone para la profesión incluyendo algún gentilicio, acusándole de amistades nada deseables y reduciendo el 23-F, finalmente, a todo lo que sabemos hasta ahora. O sea, presumiblemente poco... ¿Acaso nos estaba informando ‘Operación Palace' de la desinformación reinante? Vaya.
Y ALGUNOS APUNTES
La comparación de Évole con Orson Welles a la que muchos se arrimaban al acabar la emisión de 'Operación Palace' era más bien absurda, la verdad. El único motivo por el cual puedo entender este símil es el de buscar el desprestigio por comparación ante uno de los mismísimos padres del audiovisual. Lo de La Guerra de los Mundos fue un dramático literario emitido por la radio y por la causa de la ciencia ficción, que provocó suicidios, todo sea dicho, y al que este martes en CulturPlaza.com dedicamos un especial.Sin embargo, con ‘Operación Palace' estábamos asistiendo al desatornillamiento periodístico de una cuestión histórica, en la que el verdadero referente era ‘Opération Lune' del canal francés ARTE, como publicamos pocos minutos después de que Évole reconociera en antena la falsedad del documental.
En cualquier caso, bajo los dos referentes, 'Operación Palace' tiene una vigencia mucho menor y su valor ha quedado especialmente ligado al directo y al nuevo experimento que ha supuesto que un programa líder en su franja horaria genere la controversia en la era de las redes sociales. Este experimento tiene a la conversación online como coprotagonista del asunto, porque su efecto inmediato tuvo un impacto innegable. Sin embargo, el falso documental no es una genialidad ya que sus fisuras en la historia original resultan demasiado graves, sin que el montaje ayude por cierto a que la historia falseada se vaya sosteniendo con verosimilitud. Sin saber si esos cabo sueltos buscaban delatar al fake o si, sencillamente, son un error de la creación, la verdad es que parece claro que por ellos la película sobrevivirá a duras penas más allá de esta primera emisión.
Ah y, obviamente, la equiparación de José Luis Garci con Stanley Kubrick es inaceptable, casi de mal gusto. Se entiende que debieron pensar que todo era posible por la causa del falso documental, y precisamente este es un ejemplo de inverosimilitud con la historia que les demuestra que no todo era asumible en el saco del 23-F.
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