Carabaña expuso su "Elogio de la Universidad Española" en una conferencia pronunciada el pasado 23 de enero en la Universidad de Valencia que fue "jaleada" posteriormente por Villacañas en el periódico valenciano Levante del 4 de febrero. Por otro lado Álvarez Junco, en una entrevista a propósito de su última clase antes de jubilarse, dijo que "El país ha vivido medio siglo bueno, pero la Universidad no ha estado a la altura. Es un fracaso de nuestra generación" (ver el periódico El País del 22 de enero).
Reconociendo que las dos partes tienen algo de razón, yo me alineo con Álvarez Junco pues me parece que la visión optimista de Carabaña es exagerada. Opina Carabaña que la universidad española ha crecido enormemente durante el último medio siglo y ha cumplido con éxito su función de titulación, certificando la competencia profesional de sus alumnos. Al mismo tiempo ha asumido nuevas tareas como la investigación y la promoción cultural y ha dinamizado la movilidad social y las economías locales. Ello lo ha hecho además con un costo relativamente bajo: ¿qué más se puede pedir?
Es curioso que una parte de la izquierda universitaria se haya apuntado al "España va bien" de José María Aznar", olvidando la posición crítica esencial del intelectual. Quizás ello se explica porque se trata de antiguos asesores ministeriales que han participado en la creación del actual modelo de universidad. Con el riesgo de ser tachado de "pesimista que busca la celebridad a través de la crítica" (peregrina descalificación de la actitud crítica que hace Villacañas), comentaré algunos aspectos negativos de la universidad española que están en la mente de todos.
Empezando por el crecimiento de las universidades, como una vez dijo el inolvidable Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), el progreso no consiste en que haya más de todo, más universitarios, más prostitutas, más mendigos, etc. Y faltaría más que la universidad no expendiera títulos profesionales: es su razón de existencia. Pero ninguna universidad española está entre las 200 mejores del mundo según el "ranking" de Shangai, el más aceptado como medida de excelencia.
Las mejores del mundo son las que todos sabemos: Harvard, Stanford, Berkeley y MIT (Massachusetts Institute of Technology) en USA y Cambridge y Oxford en Inglaterra. Considerando las 500 mejores universidades del mundo ya aparecen 10 universidades españolas: las de Barcelona, Valencia, Granada, Zaragoza y País Vasco, las Autónomas de Madrid y Barcelona, la Complutense de Madrid, la Politécnica de Valencia y la Pompeu Fabra de Barcelona.
Utilizando como índice de excelencia el número de universidades entre las 500 mejores del mundo que tiene un país dividido por su número de habitantes, España se encuentra en una posición mediocre o mediana, al nivel de Hungría, Chequía, Arabia Saudí y Chile. Tenemos mejores universidades que Rusia, Argentina, China o Méjico pero estamos lejos de los países europeos con los que nos gusta compararnos, incluso peor que Portugal o Italia.
¿Cuáles son las razones de esta situación? Son muchas, pero como muy bien apunta Álvarez Junco, "Quizá (la universidad española) ha adoptado el viejo clientelismo como forma de ser. En universidades extranjeras forman a los alumnos para que vuelen, no para que los contrate el mismo centro. Eso reproduce los clanes y eso ha lastrado la Universidad".
Es el viejo problema de la endogamia, exacerbado por el nepotismo frecuente. Conozco el caso de un catedrático que al ser preguntado por qué en su departamento se encontraban hijos y sobrinos suyos contestó con desfachatez que porque eran los mejores para el puesto. Actualmente el "riguroso orden de enchufe" es el sistema de cubrir plazas en la universidad española, lo que no quita que en algunos casos el "enchufador" sea honrado y opte por el candidato más capacitado.
Se entra en el nivel más bajo, profesor ayudante, y se asciende por promoción interna, llegándose al despropósito de que el tribunal que ha de juzgar al futuro catedrático lo elije el candidato interno, el único que osa presentarse a "su plaza". Nadie se mueve de su ciudad ya que no hay traslados y ha desaparecido el requerimiento de cambiar de universidad para ser promocionado. Explicando esto a colegas norteamericanos en una reciente reunión de antiguos becarios Fulbright no daban crédito.
Pero el clientelismo va más allá de la selección inicial del profesorado e incluye la necesidad de los candidatos a rector a obtener apoyos de los directores de Escuelas/Facultades y Departamentos. Ello explica la construcción de edificios innecesarios en muchos campus universitarios y el absurdo de que en una misma universidad politécnica existan dos escuelas de ingenieros para cada rama de la ingeniería.
También explica que algunas universidades españolas se hayan arrogado funciones que no les corresponden, como es la imposición anticonstitucional de lenguas regionales en detrimento del castellano o español y el promover anárquicas rebeliones estudiantiles.
Pero además hay una cuestión económica de fondo: las universidades españolas dedican la mayor parte de su presupuesto a subvencionar las tasas académicas que deben pagar los alumnos. En épocas pasadas con una población universitaria relativamente pequeña esto no causaba problemas pero en la actualidad hay más de un millón y medio de estudiantes universitarios en España (aproximadamente el 25% de los jóvenes en edad de estudiar) que pagan solamente el 20% del coste real, lo que supone para el Estado 9.000 euros por alumno y año (ver D. Soriano y O. Mayo, Libertad Digital del 24 de enero. 2013). Es decir, la friolera de más de 13.000 millones de euros al año, cantidad que puede compararse con el presupuesto anual de I+D+i de investigación académica de tan sólo unos 2.000 millones de euros.
Por tanto es inexacta la afirmación de Carabaña de que la universidad española tiene un gasto muy bajo. Como ha explicado el profesor Antonio Cabrales (El Mundo, 27 de diciembre, 2013), en los países anglosajones (USA, Inglaterra y Canada), que son los que tienen las mejores universidades, los estudiantes pagan la totalidad de los costes reales de su educación (unos 11.000 euros por año) pero han establecido un sistema de créditos avalados por las propias universidades que permiten la igualdad de oportunidades, como refleja el hecho que sean estos países donde la proporción de jóvenes estudiando (30-40%) es mayor que en el resto del mundo.
El ahorro en subvencionar tasas se ha invertido en investigación académica, proyectos y becas de postgrado, es decir, en lo que adolecen las universidades españolas, donde los profesores no tienen fondos para investigar y donde muchos de los graduados deben emigrar al extranjero para completar su formación por falta de becas en nuestro país.
Debemos reflexionar sobre el modelo de universidad que queremos en España: frente al sistema actual insostenible de gratis para todos pero con un nivel mediocre y sin demasiadas oportunidades para la investigación y la formación de postgrado, se nos ofrecen los ejemplos del sistema anglosajón o el de países como Alemania, donde las universidades son gratuitas como en España pero el acceso a las mismas es mucho más selectivo y hasta cruel (en gran parte se decide a los 10 años de edad si un estudiantes podrá ir a la universidad).
Creo que Alvarez Junco, el autor de la inolvidable "Mater dolorosa: la idea de España en el siglo XIX" elegiría el sistema anglosajón y yo también.
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