VALENCIA. En 2003 hubo una votación en el Congreso de los Diputados que reflejó muy bien las debilidades y fortalezas, y en definitiva el carácter, de los dirigentes del Partido Popular. El entonces presidente José María Aznar había decidido apoyar la cruzada de EEUU contra Irak, pese a la firme oposición de una mayoría clara de la ciudadanía, que se había expresado en las calles, en los medios de comunicación y en los sondeos. La votación definitiva en el Parlamento debía validar el envío de las tropas españolas a Irak. Buscando hipotéticas desavenencias, reparos morales, desacuerdos, etc., entre los diputados del PP, la oposición pidió que el voto fuese secreto.
Se produjo la votación y... El PP sacó los votos de todos y cada uno de sus 182 diputados. Al conocer el resultado de la votación, todo ellos prorrumpieron en un estruendoso aplauso. Una vez más, el partido había demostrado que su rocosa disciplina, su obediencia en lo fundamental, no eran mera retórica. El PP estaba "más fuerte que nunca".
Pero, por otra parte... un año después, el 14 de marzo de 2004, perdió 34 escaños, el 7% de los votos y, en definitiva, el poder. Pasó de la mayoría absoluta a la oposición. Y no lo hizo sólo como consecuencia de la gestión de los atentados del 11M, aunque dicha gestión condensase muchos de los motivos de su derrota.
El miércoles pasado, en Les Corts, asistimos a un espectáculo parecido. Se votaba la ley para liquidar RTVV. El partido que durante décadas se había atribuido la defensa y la representación de los valencianos, y de lo valenciano, decidía cerrar los medios públicos de los valencianos. Y lo hacía como consecuencia directa, y evidente, de su pésima gestión, desde 1995 hasta 2013, de casi todo lo que tuviera que ver con RTVV. El voto no era secreto, pero las implicaciones del mismo eran, si cabe, mayores que en el mencionado ejemplo de la guerra de Irak.
Cerrar RTVV, por parte del PP valenciano, implica disparar a la línea de flotación de todo lo que se supone que representaba en el pasado el PP valenciano, y, evidentemente, provoca el enfado de muchísima gente. Y no sólo de los trabajadores del sector audiovisual, como algunos a veces resumen el problema, como si cerrar los medios públicos fuera una decisión que sólo afectara a los directamente implicados, ignorando las enormes consecuencias sociales, culturales y políticas.
Naturalmente, todos los diputados del PP (salvo uno) fueron fieles y apoyaron el cierre de RTVV. Por fidelidad al partido, por albergar esperanzas de que esta actitud sería recompensada en el futuro, o por lo que fuera, el PP volvió a mostrar una férrea unidad. Aunque le suponga perder las elecciones, y el poder, como cada vez es más probable que suceda, dentro de un año y medio.
La 'Operación Telefunken', el último despropósito de Fabra
Realizada la votación, sólo quedaba ver cuándo y cómo se produciría el cierre de RTVV. Había, sin duda, muchas formas de acometer esta decisión. Pero no se me ocurre ninguna peor que la que vimos en directo muchos valencianos, la alucinante "Operación Telefunken", por la que Fabra envió a un técnico de Gata de Gorgos a cerrar RTVV. Con nocturnidad y alevosía, pero también dejando horas a los trabajadores para que se organizasen, y anunciando a todo el mundo que se iba a hacer por la vía de cerrar Ràdio 9 en su momento de máxima audiencia, el programa nocturno La Taula Esportiva.
El momento estelar que resumió la noche fue, sin duda, el ya conocido papel de Paco Telefunken. Pero hay muchos otros esperpentos. Como enviar un email a las tres de la mañana a todos los trabajadores para darles vacaciones. O retener a los empleados de los servicios de limpieza de madrugada, sin dejarles entrar en RTVV ni irse a sus casas, por razones que aún no han sido explicadas, y probablemente nunca lo sean.
Una chapuza más de este Consell, cuyo problema principal ni siquiera es que tome malas decisiones, como esta, o que actúe al dictado del gobierno central, sino, lisa y llanamente, de incompetencia en la gestión. De absoluta falta de capacidad para arreglar cualquier problema.
Bien al contrario, el Consell muestra una desconcertante querencia a crear otros problemas, o a agravarlos. Como explicó lúcidamente la vicepresidenta del Comité de Empresa de RTVV, Salut Alcover, casi al final de las doce horas de emisión ininterrumpida: "¿Pero cómo van a gobernar, si no saben ni cortar un cable?".
La Operación Telefunken, en efecto, vuelve a poner sobre la mesa no sólo la cuestión de la legitimidad de Fabra (que no ganó unas Elecciones, sino que fue escogido por Mariano Rajoy), sino de su capacidad para gestionar la cosa pública. Remedando el conocido slogan electoral, dudo que haya muchos ciudadanos dispuestos a comprarle a Fabra un coche usado. Y, desde luego, casi nadie le encargaría a Fabra que arreglase un coche estropeado. Ni ninguna otra cosa. Aunque sólo fuera para no arriesgarse a que Fabra nos entregase el coche sin ruedas, humeante, y totalmente abollado. "Es el coche más difícil que he tenido que arreglar". No se moleste, President; si va a arreglar las cosas así, es mucho mejor que lo deje estar.
RTVV, líder de audiencia en su despedida
El programa especial en el que los trabajadores informaban de los intentos de cierre del Consell, con Paco Telefunken custodiado por la policía y Serafín Castellano enviando a "su" policía autonómica para ocupar las instalaciones de RTVV en Burjassot, fue líder absoluto de audiencia, con un impresionante promedio del 22,7% de la audiencia en Nou, al que hay que sumarle otro 4,9% en Nou24, y picos superiores al 30%.
Fue el programa más visto, con diferencia, de su franja horaria (y recordemos que su "franja horaria" duró 12 horas). Unas cifras que no están al alcance prácticamente de casi nadie, y que muestran hasta qué punto RTVV logró marcharse haciendo ruido y reivindicando su utilidad. Y no sólo por la audiencia lograda entre el público valenciano (y de otras comunidades autónomas, vía Internet o a través de otras cadenas, como fue el caso de TV3). También por la enorme repercusión que tuvo, y tendrá, este asunto en los medios nacionales.
A las 12.20, la audiencia pasa bruscamente del 28% en Nou (más otro 18% en Nou24) al 0%. La televisión pública se fue a negro en el momento idóneo para obtener la máxima repercusión pública, con imágenes de caos y trabajadores mezclados con la policía.
Un triste final para RTVV, pero en el que al menos se han puesto de manifiesto dos cosas: por un lado, la preocupante incapacidad del Consell para gestionar la cosa pública.
La evidencia de que estamos ante un gobierno agotado, sin ideas ni iniciativa, cuya prioridad, a veces parece que única prioridad, es la autoconservación: perpetuarse en el poder, aplicando para ello las medidas que les pidan desde el Gobierno central, o que en cada momento vayan improvisando.
Por otro lado, el último día de existencia de RTVV plasmó el valor que continúa teniendo el servicio de televisión y radio públicas. Algo que quedará más evidenciado cuando paulatinamente los ciudadanos vayan comprobando cuáles son las consecuencias de no disponer de estos medios para informar sobre las cosas que, en unas circunstancias u otras, para cada uno de nosotros son importantes.
La información de proximidad.El servicio público que llegue a los lugares más remotos, menos poblados, de la Comunidad Valenciana. La producción de contenidos que reflejen los intereses e inquietudes de la sociedad valenciana. La difusión y preservación de la cultura y la lengua propias.
Todo esto se ha ido, esperemos que momentáneamente, por la borda. Y la culpa no es, como dicen algunos, de los trabajadores, "que eran muchos y no trabajaban". La culpa es de quienes gestionaron penosamente RTVV, primando razones de partido o el afán de lucro y de promoción personal frente a lo que debería haberles movido: la gestión, honrada e imparcial, de un servicio público.
#prayfor... Las señoras de la limpieza de RTVV
Las últimas semanas de RTVV han servido, al menos, para reivindicar el trabajo y el papel social de muchos de sus trabajadores. Es verdad que causa cierto sonrojo ver a gente que llevaba décadas asumiendo el discurso y las órdenes del PPCV, siendo la cara pública de una TV manifiestamente parcial y manipulada, desplegando un discurso incendiario contra el PP... justo cuando el PP decide cerrar RTVV.
Pero, contrariamente a lo que se ha dicho, estos casos no son la norma, sino la excepción. La mayoría de los trabajadores de RTVV cumplían funciones que no tenían que ver con ese "compromiso" político. Y algunos de ellos, desde el principio, protestaron por los múltiples abusos cometidos.
Quisiera singularizar esto, que para mí es una realidad apenas puesta de manifiesto en los medios, con dos ejemplos. El primero, el de Vicent Mifsud, presidente del comité de empresa de RTVV, quien, desde el principio hasta el final, en el último día de RTVV, pero también en los años anteriores, ha sabido dar un ejemplo de saber estar, de moderación en las formas y contundencia en el fondo.
Ha sabido, en resumen, cumplir su papel de representar a los trabajadores, en una situación muy difícil, y a veces delirante, con una empresa que nunca se molestó en lo más mínimo por negociar nada. Aunque ahora algunos salgan con el argumento de que los sindicatos no aceptaron la rebaja final de sueldos para salvar a 200 trabajadores del ERE (como si "negociar" significase "aceptar lo que diga la empresa en todo"). Que tampoco habría servido de mucho, teniendo en cuenta lo bien que se diseñó dicho ERE.
Por otro lado, para mí, que me pasé diez de las doce horas finales de RTVV hipnotizado delante del televisor, fue particularmente doloroso escuchar el testimonio de las señoras de la limpieza de RTVV, a las que no creo que se les pueda achacar un papel fundamental en el derroche y el deterioro del ente público, a las cuatro de la mañana, pasando frío en una especie de "tierra de nadie" impuesta por la policía entre el edificio principal y el exterior, sin poder salir ni entrar.
También ellas se irán a la calle, para tranquilidad de gente como Alfonso Rojo o Isabel Durán, que desde que se anunció el cierre de RTVV y hasta que se consumó el viernes se han prodigado en tertulias y en las redes sociales clamando por los abusos y el despilfarro provocados por "los trabajadores". En los que, claramente, no se incluyen ellos, a pesar de cobrar durante años de RTVV, por participar en tertulias que no veía nadie, unas cantidades (800 euros por programa) que intuyo más generosas que el jornal de esas señoras de la limpieza que han hundido RTVV con sueldos abusivos.
Don Guillermo, enhorabuena por el artículo. Se está escribiendo mucho sobre el tema del cierre, y lo que queda todavía por escribir, pero hasta el momento esta me parece la crónica más lúcida que he leido. Y ya que estamos en modo mamoneo, muchas gracias por organizar el debate de ayer en la UV. Todo un gustazo! Salut
Hola he leido artículos suyos sobre periodismo digital, me gustaría saber si tiene artículos, trabajos en revistas con índice de impacto internacional elevado. Gracias
Impresionante articulo, la verdad que a vosotros quién os ha visto y quien os ve ;) pero desde luego pasais a ser medio de referencia y lectura obligatoria por las mañanas.
1) Creo que es momento de recordar la viñeta de El Jueves de la que este diario se hizo eco: http://www.valenciaplaza.com/ver/46075 2) No entraré ahora en si es mejor la gestión / titularidad pública o privada de este o aquel servicio público. Pero en España, en cualquier caso, todo lo público se utiliza para mantener un sistema clientelar. Y cuando no interesa la situación existente se cambia con cargo a nuestros impuestos. Dentro de poco veremos, con la excusa de fomentar el valenciano o cualquier otro "lo nostre", que estamos pagando Mediterráneo TV o 13TV. 3) Todo esto me asquea. Felipe VI o III República.
Menudo espectaculo. Soy profesor, y el sainete me tuvo despierto hasta las 5 de la madrugada. Si no saben gestionar eso, imaginaros algo mucho mas importante. A mi madre, que es muy mayor, le encantaba el programa especial de la loteria de Navidad, ¿donde va a verlo ahora?. Pero volverá. Eso seguro.
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