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Primer capítulo de 'Línea Roja': "Un valenciano armado y peligroso. Eso la ponía cachonda..."

12/01/2012 "La rubia se llamaba Susana Más. Decía ser periodista, por ser presentadora del programa más visto de la televisión valenciana: Lo Más (...) En el programa se especializaba en entrevistas exclusivas, y explosivas, con tipos ricos, poderosos, no necesariamente hijoputas, pero preferentemente valencianos..."

LINEA ROJA (VICENTE CARBONA) CAPÍTULO I

"El hombre de la mirada torva fumaba a la puerta del tanatorio, impaciente. La misa había terminado, y el difunto ya estaba camino de su nicho. Los amigos y familiares comenzaban a desfilar hacia sus coches, ninguno de ellos especialmente compungido. Es lo que a veces tiene el funeral de un hombre rico, poderoso e hijoputa.

La rubia teñida salió del edificio sola. Metió el brazo izquierdo por debajo del derecho del hombre que la esperaba a la entrada y se lo llevó bajando la escalera, agarrándose a él con fuerza. La temperatura a pleno sol era de casi cuarenta grados, y el perfume de la rubia era rabioso, evidentemente caro. Difícilmente soportable.

-Hola, cariño. Gracias por esperarme -dijo la rubia-. Qué peña, ¿no?

Max echó la colilla a la calzada y guardó silencio mientras caminaban.

-¿Lo conocías? -preguntó ella.

-No especialmente.

-¿Y por qué has venido?

Había ido al funeral en busca de un famoso personaje del pasado, ya casi olvidado. Un antiguo cliente y amigo del fallecido. Un delincuente de guante blanco perseguido por la policía de medio mundo. Pero había sido en vano. Y la rubia no necesitaba saber nada de eso.

La rubia se llamaba Susana Más. Decía ser periodista, por ser presentadora del programa más visto de la televisión valenciana: Lo Más. En realidad, había estudiado filología catalana en la universidad durante dos años. Pero estaba bien conectada, y además daba gusto mirarla. En el programa se especializaba en entrevistas exclusivas, y explosivas, con tipos ricos, poderosos, no necesariamente hijoputas, pero preferentemente valencianos.

Había notado a Max medio escondido en la parte posterior de la capilla, y le había pedido cinco minutos de su tiempo después de la función. Se conocían del barrio de Ruzafa. De niños, ambos habían pertenecido a la Falla Sueca-Literato Azorín. De mayores se habían visto de vez en cuando, en diversos lugares. La Más atraía a muchos hombres. Max nunca había sido uno de ellos.

-Motivos personales.

La Más lo miró de reojo, tratando de escrutar su estado mental, emocional, cualquier cosa. Estaba perdiendo el tiempo. Como siempre.

-Eres el hombre más lacónico que jamás he conocido.

-Gracias -dijo Max. Lacónico. Bonita descripción.

Por fin se habían alejado lo suficiente del tanatorio. Pronto encontrarían al hijo mayor del difunto, inconsciente y con la mandíbula destrozada, en un cubículo en el baño de hombres. Otro que lo había reconocido y había querido saber qué hacía allí. El hijo era peor que el padre, pero no le interesaba a Max. Más cosas que la rubia no necesitaba saber.

-¿Nos tomamos algo? -preguntó la presentadora, frenándose de repente delante de un bar de barrio-. Invito yo.

A Max no le apetecía para nada, pero tampoco quería ser brusco con ella. Accedió. No era mala persona la Más. Superficial, testaruda, llena de sí misma, pero a veces también podía ser agradable. Especialmente a cierta distancia.

Susana pidió un cubata de ron, Max una Heineken.

-Qué calor, ¿no? -observó ella, abanicándose con ambas manos, perfectamente manicuradas.

Max estaba cerca de perder la paciencia. No le había pedido que la esperara porque quisiera hablar del tiempo. La presentadora más notoria de la televisión valenciana era una auténtica fiera. Cuando notó que él no iba a responder, cambió de rumbo.

-Quiero que vengas al programa. Nunca he entrevistado a un detective privado. Será divertido.

-No soy detective privado. Soy consultor de seguridad.

-No veo la diferencia.

Max bebió de la botella y fijó la mirada en ella.

-No me hagas perder el tiempo -dijo.

-Podríamos hablar también de tu carrera militar.

Por ahí iban los tiros. No era la primera vez. Max había servido varios años en unidades de operaciones especiales. Misiones encubiertas. Secretos militares estratégicamente redactados. Un valenciano armado y peligroso. Eso la ponía cachonda. Eso y los potenciales índices de audiencia que bailaban por su mente.

-Imposible, Susana.

Susana bebió de su tubo. Como un pajarito. Y le hizo ojitos con sus largas pestañas postizas.

-¿Cómo está Laila?

Max y Laila llevaban juntos casi tres años. La Más no era celosa. Ser celosa implicaría que no había logrado lo que pretendía, y ella siempre lograba lo que se proponía. Estaba siendo sincera. A veces lo era. Podía serlo.

-Muy bien. Salgamos de copas una noche de estas. Le agradará verte. Tráete al director ese. ¿Sigues con él?

-Hum -murmuró ella. Se atusó el pelo y evitó mirarle a los ojos-. Ni loca. Es un grosero. Estoy saliendo con un abogado. Muy importante. Me trata como a una reina.

-Te lo mereces. Eres una reina.

-Gracias, Max.

Se miraron. Max le ofreció su sonrisa más tranquilizante. Nada fácil con un rostro como el suyo, diseñado por la naturaleza para infundir miedo y desesperanza".

 

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