X AVISO DE COOKIES: Este sitio web hace uso de cookies con la finalidad de recopilar datos estadísticos anónimos de uso de la web, así como la mejora del funcionamiento y personalización de la experiencia de navegación del usuario. Aceptar Más información
GRUPO PLAZA
CRÍTICA DE CINE

Immortals
Mascachapas way of life

30/12/2011

VALENCIA. Los años 80 fueron una década espantosa. Esto es algo que reconoce cualquier persona de bien, cualquiera que tenga la desgracia de haber vivido aquellos años y la condena de poder recordarlos. Fueron los años de los yuppies con corbatas amarillas, de la laca y las hombreras marcando tendencia femenina y de las películas de adolescentes en monopatín con música de sintetizadores. Y eso no era nada comparado con las películas de la movida madrileña. Vamos, un horror. Pero en esa sociedad que rendía culto a la estética kitsch, hubo al menos un oasis donde reposar y congraciarnos con nuestra condición de seres humanos: las películas de Rambo.

Porque últimamente está de moda eso de acuñar términos para describir lo mismo que haexistido siempre pero, eso sí, demostrar lo modernos que somos: que si cine neo-noir, que si post-rock, que si tortilla de patatas deconstruida, etc. Pero hemos dejado de lado la gran revolución de las últimas décadas, todo un cine que merecería un estudio global. Sería ese género "torso" o "mascachapas" que inauguran las películas de Rambo en los 80 para constituirse en todo un referente del cine hollywoodiense actual.

¿En qué consiste el cine mascachapas? En la exaltación de la virilidad, en la eliminación de los complejos sexuales y la ruptura de todos los tabús reaccionarios y mojigatos. Sylvester Stallone fue el creador de todo un género que no oculta el cuerpo desnudo, que exhibe músculos y pectorales y que se ríe de toda esa moda beata del cine norteamericano de esconder el sexo. La exhibición del cuerpo de Stallone es una bofetada a todas las ligas morales de tendencia ultracatólica que pueblan los Estados Unidos.

Es cierto que hubo antecedentes, como William Holden causando un escandalazo de órdago por lucir su torso desnudo en Picnic (Joshua Logan, 1955), emulando la provocación de Marlon Brando en Un tranvía llamado Deseo (Elia Kazan, 1951). Pero Stallone convirtió en costumbre lo que habían sido tímidos intentos y supo abrir nuevas vías para el cine de Hollywood. De repente, las pantallas se llenaron de musculazos llenos de orgullo (heterosexual, eso sí) que reivindicaron el esplendor del bícep mientras va matando a vietnamitas, comunistas u otros seres de inferior condición. Arnold Schwarzenegger o Jean Claude Van Damme son algunos de los discípulos aventajados de Stallone, con quien comparten ya un sitio en lo más alto de la historia del cine.

A gran parte de ellos los reunió el genio de Rocky en su película Los mercenarios (2010), un sentido homenaje a los grandes clásicos de una época dorada. Allí también aparecía, en uno de los mejores papeles del delicado elenco, Mickey Rourke, quien en los 80 era elmascachapas por antonomasia de la sección guapo-golferas-con-cara-de-buen-chico-y-mucho-mundo-interior. Para que se entienda, el típico que se pone en la cola de los cines Babel con bufanda palestina y arrasa. Como el público quería más, ahora Rourke nos ha regalado un papel de protagonista en Immortals, dirigida por Tarem Singh.

¿De qué va Immortals? En realidad no tiene demasiada importancia, porque se trata de una nueva muestra del género mascachapas, subgénero de tíos retocados por ordenador y vestidos como si vendieran descuentos para Pachá. Es decir, se trata de repetir la fórmula de 300, la película de Zack Snyder que permitió que sus espectadores fieles supieran que "Esparta" es algo más que el nombre de ese gimnasio que está en la acera de enfrente de tu casa y que conviene no pisar para mantener la hombría preconizada por Stallone.

El caso es que ese gusto por la cultura griega que aparecía ya en 300 vuelve aún con más fuerza en Immortals. La película narra cómo Teseo se lía a leches contra los secuaces de Hiperión, empeñado en liberar a los titanes del encierro al que están sometidos por los dioses. Esta empanada de referencias de la mitología griega tampoco pretende demasiada fidelidad a las fuentes originales, porque eso es como pedirle rigor a 300 o que el cine norteamericano muestre el lado de las víctimas de sus guerras acciones humanitarias. Lo que importa no es ceñirse a los textos, sino a los bíceps. Porque la película es eso, una sucesión de gestos mascachapas, diálogos mascachapas, gritos mascachapas y situaciones resueltas con soluciones mascachapas, es decir, a sopapos y patadas.

El resto sobra. Todo está sometido a la estética del torso, pese a que sólo lo luzcan quienes tienen una edad para aguantar con entereza el Photoshop. A Mickey Rourke, con todo lo que ha sido él, lo único desnudo que se le ve es la frente. En cualquier caso, lo que importa es eso, seguir la tendencia del cine musculoso de Stallone y de 300. Y como muestra de que todo está perfectamente medido, dos pruebas. La primera es la escena de Teseo con el Minotauro. Los guionistas lo ven como un engorro, un peaje que hay que pagar a la hora de hacer una película sobre Teseo. Porque un toro no tiene los músculos de un Hombre (nótese la mayúscula), por lo que recrearse en esa pelea sería un desperdicio de celuloide. De modo que Teseo se ventila al Minotaurio en dos guantazos.

La segunda muestra es la escena final, que consiste en una sorpresa en este tipo de cine: una gran batalla de buenos contra malos. Lo que impera en estas películas de acción mascachapas desde El señor de los anillos: si quieres acabar una película a lo grande, mete una batalla final de tíos feos contra tíos asquerosos, que la gente no tendrá tiempo ni de parpadear. Que no busque el crítico esforzado los lejanos ecos en los que se basan estas escenas (en Alexander Nevsky, de S.M. Eisenstein, y en Campanadas a medianoche, de Orson Welles). Que no piense, que éstas son películas no para pensar, sino para disfrutar, para deleitarse del goce estético de la mirada, del espectáculo puro que florece y salta de la misma pantalla de proyección.

Al final, todo se reduce a presentar una película de hora y media para llegar a esa batalla final de 15 minutos donde alardear de más extras dibujados con efectos especiales, donde poder gritar soflamas sobre el honor, los apéndices testiculares o el coraje que se necesita para ser espartano, ateniense, griego, o como se quiera llamar al ser norteamericano en estas películas situadas en el pasado pero con claras lecturas del presente. ¿Qué es la mitología griega? Puescomo la Biblia: escritos de la Antigüedad que utilizamos para explicar la historia del pueblo elegido, es decir, del pueblo norteamericano, cantado por las glorias de películas como 300 oImmortals.

Sylvester Stallone ya ha anunciado para 2012 Los mercenarios 2. Volverá el maestro a recoger su simiente desplegada, y asimilada ya por miles de epígonos que celebran su magisterio. Mientras, deleitémonos con Immortals, el último logro del mercado libre, el último gol que nos ha metido Hollywood en nuestra cartelera, en unas fechas elegidas adrede para que, cuando salgamos del cine, nos sintamos más fuertes, más vitaminados, más occidentalesy compremos más, que falta nos hace. Que también el orgullo de ser griego se reduce a una muestra más del orgullo yanqui.

Comparte esta noticia

comentarios

Actualmente no hay comentarios para esta noticia.

Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.

Escribe un comentario

Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.

publicidad
publicidad