X AVISO DE COOKIES: Este sitio web hace uso de cookies con la finalidad de recopilar datos estadísticos anónimos de uso de la web, así como la mejora del funcionamiento y personalización de la experiencia de navegación del usuario. Aceptar Más información
GRUPO PLAZA
CRITICA DE CINE

No habrá paz para los malvados (el buen cine español y la crónica social)

MANUEL DE LA FUENTE. 30/09/2011

VALENCIA. Uno de los estereotipos que más erosiona, en un amplio sector del público, la imagen del cine español de la democracia es la proliferación de películas sobre la Guerra Civil. La desaparición de la censura tras la muerte de Franco, unido al interés de las políticas audiovisuales de los gobiernos del PSOE por plasmar un acontecimiento tan determinante como tergiversado por la propaganda dictatorial, ha derivado en la consideración de estas películas como todo un subgénero, dada la abundante producción de cintas ambientadas en la este período.

El interés ha salido incluso de nuestras fronteras: si el conflicto ya atrajo, en su momento, la atención de destacados intelectuales y cineastas europeos y norteamericanos (ahí está el documental Tierra de España, Spanish Earth, Joris Ivens, 1937), la realización de películas a cargo de directores actuales igual de combativos, como el caso de Ken Loach (Tierra y libertad, Land and Freedom, 1995) supone una recuperación de esa línea de reflexión sobre nuestra guerra.

Evidentemente, esto es algo que no se podía consentir. Y desde hace años, diversos medios de comunicación de derechas han conseguido crear un estado de opinión desquiciante. Por un lado, nos parece bien que los norteamericanos lleven años hablando de Vietnam en el cine, pero, por otra parte, si son los cineastas españoles más importantes (Luis García Berlanga, Fernando Fernán Gómez, Fernando Trueba y un larguísimo etcétera) los que hacen películas sobre la República y la Guerra Civil, entonces tenemos un cine repleto de meros agitadores incultos y sólo preocupados por aumentar sus ingresos a base de subvenciones. El descrédito del cine español entre el público se ha alimentado de este odio, convirtiendo en coletilla graciosa entre la gente eso de "el cine español es una porquería porque siempre salen los mismos y siempre trata de la Guerra Civil".

En realidad, lo que subyace con esta valoración es un intento de domesticar la cultura. ¿Por qué no puede hablar el cine español del conflicto más importante de nuestro país en el pasado siglo si directores como John Ford o Preston Sturges no se cortaban un duro a la hora de hablar de la depresión económica de los años 30? ¿Qué tiene que hacer nuestro cine, limitarse a las comedias tontorronas y a las películas de suspense que imitan descaradamente las producciones estadounidenses? Lo que escuece del cine sobre la Guerra Civil (independientemente de que haya películas buenas, malas o regulares sobre el tema) es su exposición abierta de algo que los pseudohistoriadores revisionistas tanto se esfuerzan en retorcer: la consideración del franquismo como un régimen dictatorial surgido como consecuencia de un cruento golpe militar contra un gobierno democrático y legítimo.

Es esta idea del cine como herramienta para la reflexión lo que ha hecho que el cine de la Guerra Civil sea constantemente atacado porque sí, como le ha ocurrido a otros géneros que, a base de descrédito, nunca han podido salir de un carácter minoritario: ahí está el caso del cine negro. Tomemos un ejemplo muy claro: la película de Enrique Urbizu 'La caja 507' (2002). Se trataba de una película que mostraba un tema que está a la orden del día, que todo el mundo conoce o sospecha: la corrupción urbanística, auténtico motor de la economía española durante décadas, y las vinculaciones que en ese mundo se da con los grupos mafiosos. Urbizu demostraba que conocía perfectamente la principal razón de ser del género negro: la narración de una historia policial como excusa para mostrar las cloacas del sistema, lo que no se suele ver en otros géneros.

Lo triste de La caja 507 es que se quedase como un ejemplo prácticamente aislado no ya en un año en que el público llenaba las salas viendo la última comedia chorra que intentaba imitar el buen cine norteamericano ('El otro lado de la cama') sino incluso en todo nuestro cine contemporáneo. Asuntos como los que exponía la película de Urbizu muy pocas veces reciben en el cine la atención que sí merecen por su importancia. Y para más inri, cuando, años después, se lleva a la televisión el tema de la corrupción que mostraba Urbizu, el resultado, Crematorio, no sólo dulcificaba todo el entramado (ya que en la serie parecía que la corrupción no era algo generalizado, sino cosa de un par de concejales y algún mafiosillo de poca monta) sino que además el corrupto iba a la cárcel (ya saben, el sistema funciona y los corruptos siempre pagan) y acababa rindiendo cuentas. Lo que hacía que la sensación de soledad de La caja 507 se nos hiciese aún más presente.

Afortunadamente, Urbizu estará prácticamente solo, pero sigue estando. Y su última película, 'No habrá paz para los malvados', sigue con esa tozudez para tocar un género y decir unas cosas que no se atreven ni siquiera a insinuar sus colegas de profesión. La historia es la de una persecución criminal, al estilo de la que veíamos en No es país para viejos (No Country for Old Men, 2007), de los hermanos Coen. Aquí el perseguidor es un policía (Santos Trinidad, encarnado por José Coronado), alcohólico y autodestructivo, que persigue al único superviviente de una matanza absurda en un club de alterne una noche de borrachera. La corrupción no se ve únicamente en el papel del protagonista que despliega la violencia a sus anchas, sino en que este comportamiento se supone que forma parte de su trabajo de policía, y, de hecho, apenas tiene que esforzarse en mentir cuando presta declaración ante la jueza que investiga dicha matanza.

Pero, como sucede en el género negro desde Dashiell Hammett, el deambular del investigador nos muestra toda la podredumbre con la que se cruza en un país en el que jueces y policías se dedican a intentar eludir sus responsabilidades mientras se extienden las redes de narcotráfico y el terrorismo islamista, auténticos cánceres que van destruyendo el sistema. Un sistema que sobrevive en esta ocasión (y ahí está la socarrona ironía de la película) gracias a la condición de outsider de Trinidad, gracias a que ha podido saltarse todas las normas, gracias a que ha decidido convertirse él mismo en un criminal.

Tanta porquería se encuentra Urbizu al narrar la historia, que parece que sobran las palabras. Son escasísimos los diálogos y muchas veces da la sensación de que estemos viendo una película muda. El transcurso de la acción y los sobreentendidos que se manejan en la película refuerzan esa parte activa que se busca en el espectador: se le presenta una realidad ante los ojos sin darle demasiadas explicaciones para que cada uno sea capaz de reconstruir la historia y, al mismo tiempo, de actuar, no ser un mero receptor pasivo al que le dan todo mascado. Un ejemplo de esta narración visual está en el trabajo de caracterización del personaje de Coronado, un tipejo realmente inquietante pero del que no llegamos a saber prácticamente nada, ni siquiera demasiados detalles de su pasado cuando se hace referencia a este punto durante la investigación judicial.

El ejemplo de Urbizu traza una trayectoria para hacer cine en España, un cine que conjuga las fórmulas de entretenimiento del cine norteamericano (en este caso, el cine de género) pero adaptado a la singularidad de la sociedad española, con los temas que la definen y nos preocupan. Un cine de denuncia que señala el problema, pero sin caer en la demagogia o el maniqueísmo. Un cine que no participa de la moda comercial banal pero que tampoco cae en la demagogia maniquea en plan Fernando León de Aranoa. Un cine que, en definitiva, marca un modelo que deberían seguir más realizadores. Pero si hubiera más películas así, nos parecerían demasiadas, las miraríamos por encima del hombro y presumiríamos de que preferimos ver cualquier americanada o cualquier rollo sensiblero del cine francés. Como ya nos pasa con el cine sobre la Guerra Civil.

Comparte esta noticia

5 comentarios

k98k escribió
25/01/2012 20:00

Pero hombre, comentar la filmografia de Urbizu sin hablar de Todo por la pasta...vale que salian María Barranco, Resines y compañia, pero era un genero negro bastante decente para la época en pleno Bilbao.

07/10/2011 12:14

@david g: No es que el 80% de las películas sobre la Guerra Civil, es que —si hacemos caso de la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Sturgeon">Revelación de Sturgeon</a>, que dice que el 90% de todo es mierda, nos quedamos cortos— el 80% de todas las películas (españolas, estadounidenses y servocroatas) son una mierda. Decir que no te gustan las películas de la Guerra Civil —así, todas, en general— es una simpleza.

david g escribió
03/10/2011 12:57

Creo que tomas el lado fácil/demagogico con el tema "la guerra civil y el cine español" El problema no es de la derecha reaccionaria y come obreros, el problema es que el 80 % de las películas sobre la guerra civil son una mierda...o me vas a convencer que Libertarias o 13 Rosas son buenas películas? por cada cineasta mas importantes de España que ha trasteado con la guerra civil te digo 5 truños con el sello "laguerracivilllenadefachasycurasfollaniñoscontralosotrosque eranbuenisimos" Pdta: el retrato del cine de Urbizu, genial.

02/10/2011 12:13

Muy buena pelicula de José Coronado se une a la saga de la"Caja 507" y la "Hisotria de nadie" con el paso de tiempo ha pasado de serl "el guapo" para convertirse en un actor de talla Alejandro Pillado Valencia 2011

01/10/2011 19:08

Bravo.

Escribe un comentario

Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.

publicidad
publicidad