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Valencia Fashion Week...
y las pasarelas de verdad

JOAQUIM CLEMENTE (Fotografía EVA MÁÑEZ). 10/09/2011 La pasarela sigue sin concitar el interés de los compradores y de la industria y asume su papel de evento mediático y popular

VALENCIA. "Sin la Valencia Fashion Week los jóvenes diseñadores valencianos no podrían subsistir". La afirmación la hizo el director de la pasarela, el veterano Álex Vidal en una entrevista que publicó este periódico el pasado miércoles, unas horas antes de que comenzaran los desfiles de la edición que este viernes apagó sus focos. La aseveración, discutible y discutida en el sector, esconde en todo caso un hecho cierto y que el propio Vidal explicaba, y es que los nuevos talentos tienen muy difícil entrada en los grandes eventos de la moda.

"La intención inicial de esta pasarela es efectivamente, servir como trampolín de los jóvenes diseñadores valencianos. Cibeles y Gaudí eran las únicas plataformas de difusión de la moda. Muchas firmas no encontraban espacio disponible para desfilar en las dos grandes, así creamos la Pasarela del Carmen", aseguró Vidal en referencia a la precursora de la VFW.

Y si bien el objetivo de dar visibilidad al trabajo de los diseñadores emergentes se alcanza -con mayor o menor fortuna- la gran asignatura pendiente de la Valencia Fashion Week que no se consigue aprobar: que sea un encuentro que genere un sector consolidado de la moda en la Comunitat Valenciana.

"De las más de 40 colecciones que se han podido ver en los distintos ámbitos de la VFW, solo una tiene recorrido comercial real, y ese es Juan Vidal. El resto se quedan mayoritariamente en el backstage", explica un conocedor de las interioridades tanto del sector en Valencia como de la propia pasarela.

"La pasarela no genera nada más allá que la propia pasarela", explica el diseñador italiano afincado en Valencia Paolo Coppolella en una conversación con ValenciaPlaza.com. "Desde luego no se cierran ventas", asegura.

Es una opinión compartida y constatable a simple vista. Los desfiles de la Valencia Fashion Week tienen como público principal a jóvenes -en algunos casos muy jóvenes- interesados en la moda. Y el frontrow, la primera fila, con valiosas excepciones, no está reservada para los compradores.

"La diferencia entre la Valencia Fashion Week y las pasarelas reales", se sincera el diseñador Álex Vidal Junior, "es que en éstas están dirigidas a profesionales del sector". "El público es radicalmente distinto: los compradores ocupan las gradas ven los productos y toman las primeras notas para los encargos que recibirán las firmas que desfilan", explica Vidal a este periódico.

Nada de eso ocurre en la VFW. "El trabajo para lograr colocar en las tiendas nuestros diseños se hace fuera de aquí y es un esfuerzo personal, buscando compradores y llevándolos al showroom, que es la pieza clave", explica Coppolella.

Pese a llevar 11 ediciones, la VFW no ha encontrado la fórmula de entrar en ese circuito. Y tampoco Valencia, pese a lo que repiten algunos. Valgan esto dos ejemplos: Coppolella tiene el showroom en Madrid y Vidal en Milán.

Pero hay otros fracasos más desconcertantes si cabe. El primero afecta a los propios diseñadores. Cuando se puso en marcha la Pasarela del Carmen se impulsó una patronal autonómica del prêt-à-porter. No se consolidó por numerosas discrepancias internas. El segundo, la inexistencia de una industria fuerte para producir las colecciones.

Es cierto que en un mundo globalizado se puede fabricar en cualquier punto del mundo, como hacen las grandes cadenas. Sin embargo, conseguir unir a diseñadores y empresas era uno de los retos iniciales. No en vano Cierval, la patronal empresarial de la Comunitat Valenciana, estuvo en los primeros años implicada. Pero se esfumó sin lograr que los empresarios vieran en los nuevos talentos un potencial de futuro en el que invertir. Al Impiva, que sí mantiene su presencia, no se le conoce ninguna implicación especial,

Un conocedor del sector textil de vestir -en el caso del textil hogar es distinto- explica a ValenciaPlaza: "De todos los diseñadores que han pasado por aquí -señala la pasarela- solo dos tienen una infraestructura industrial detrás capaz de producir sus colecciones, Juan Vidal y Álex Vidal. El resto si, de repente, les llegase un encargo fuerte pongamos de unos grandes almacenes, no podrían atenderlo".

No es un detalle menor. Al no existir una industria vinculada, los compradores recelan. Una colección, cuando se diseña con perspectivas de futuro debería incluir un plan de producción. Algo que, para muchos de los diseñadores emergentes es inalcanzable.

No quita esto mérito a los participantes en la VFW, pues su empeño en ofrecer productos de calidad e incluso de mostrar una imagen de seriedad en sus pases existe. Pero, más allá de la prensa especializada -que hace un despliegue interesante- o de la repercusión endogámica, los resultados son, al menos desde el punto de vista de los negocio, decepcionantes.

La VFW tiene un presupuesto de un millón de euros, de los que el 60% lo cubre la Generalitat y el 40% restante los patrocinadores privados. No es una cifra elevada, acostumbrados como estamos en la Comunitat Valenciana a que se dilapiden millones de euros en proyectos menos solventes. Pero cabe pensar si es posible replantearse los esfuerzos tanto económicos como personales, para hacer de la VFW algo más que un escaparate.

Coppolella y Vidal coinciden en que la situación económica internacional ayuda poco. Pero apuntan ideas: "Necesitamos que alguien apueste por un buen proyecto industrial de confección de calidad al que podamos recurrir los pequeños diseñadores", pide Coppolella. "Sería importante que la VFW atraiga showrooms al margen de los desfiles, y con ellos los compradores", señala Vidal.

Galicia ha sido durante años el referente, al menos en el mundo económico, de la creación de una industria de la moda. Más allá del imperio Inditex, nacieron grupos industriales ligados a diseñadores, como Roberto Verino o Adolfo Dominguez. Mientras, en la Comunidad Valenciana, las escasas industrias del sector han acabado desapareciendo, como Sáez Merino o Ferrys. Ni su prestigio en el pasado (desperdiciado a base de mercadillos en Ferrys), ni su capacidad de producción supo ser aprovechada.

En esto pueden haber influido dos aspectos, el primero a falta de una política industrial en la Generalitat capaz de detectar e impulsar -más allá de la subvención- el potencial de este sector. El segundo, la ya asumida incapacidad de la clase empresarial valenciana de ganar tamaño (fusiones, grandes acuerdos de colaboración, impulso común de proyectos) para afrontar retos mayores. Y ahí valga de ejemplo lo vivido en el sector del textil-hogar valenciano. Muchas empresas, marcas reconocidas, calidad, capacidad de producción... Puntos fuertes que se debilitan por la atomización del sector que ha visto caer a decenas de ellas.

Las miles de personas que han asistido estos días a los desfiles de la VFW demuestran que el mundo de la moda fascina, en especial entre los más jóvenes, que han llenado cada pase. Pero de un trabajo como el que supone la pasarela cabría esperar mejores rendimientos que el puramente mediático, estético o lúdico-festivo. El objetivo debe ser convertirse en una pasarela 'de verdad'.

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