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POLÉMICA

Roland Emmerich o cómo enfadar a todos los LGTB de EEUU con una película sobre Stonewall

JAVIER CAVANILLES. 10/08/2015 El alemán intenta rodar su obra más personal y le llueven las críticas por ‘blanquear' y cambiarle el género  a la historia de la lucha por los derechos del colectivo

VALENCIA. Para una vez que se pone serio, va y le sale el tiro por la culata. Es lo que le ha pasado al director de cine alemán afincado en EEUU Roland Emmerich (El día de mañana, Independence Day, Godzilla) que un buen día se debió de levantar harto de que le llamen especialista en cine de palomitas y quiso hacer algo que fuera un poco más allá. Así, se puso tras las cámaras para rodar Stonewall, una cinta inspirada en los disturbios ocurridos en junio de 1969 en Nueva York y que dieron lugar al nacimiento del movimiento moderno de la lucha por los derechos del colectivo LGTB. Por cierto, no es la primera.

Y así, con un buen presupuesto, actores como Jonathan Rhys Meyers (Match Point) o Ron Perlman (Hellboy, Hijos de la anarquía) y vocación de hacer una película de denuncia dio la orden de "¡Accion!". La cinta no llegará a los cines hasta finales de septiembre pero la semana pasada se estrenó el trailer de apenas dos minutos... y las cosas que torcieron. El colectivo LGTB americano ha puesto el grito en el cielo porque considera que la cinta traiciona miserablemente lo que realmente ocurrió en aras de la taquilla. Hasta hay recogida de firmas contra la película aunque basta darse un paseo por twitter para ver como está el tema.

UN POCO DE HISTORIA

Para entender mejor la polémica hay que hacer un poco de historia y viajar a la época en la que la homosexualidad todavía estaba considerada una enfermedad mental. En EEUU había un par de asociaciones que reivindicaba los derechos de los gays e incluso había habido alguna manifestación, pero poco más. Eran parias sociales que tenían que ocultar su condición o acostumbrarse a la discriminación.

En ese contexto, en la zona más liberal de Nueva York -el mítico Greenwich Village- florecían lugares donde podían ir. La policía, de vez en cuando, iba, cobraba un soborno, daba alguna paliza, detenía a unos cuantos... y vuelta a empezar. Pero el 28 de junio de 1969 algo comenzó a cambiar.

Ese día, la policía no lo tuvo tan fácil. Hartos del acoso, los clientes de los bares decidieron resistirse. La tensión fue creciendo hasta que alguien, frente a un bar conocido como Stonewall Inn (donde había comenzado la redada), lanzó un piedra y la cosa acabó en batalla la campal. El origen de la polémica con la película de Emmerich está en quién lanzó esa piedra que cambió para siempre la lucha por los derechos del colectivo LGTB.

En la cinta, el que tira la piedra es un joven atractivo de buena familia, Trevor (Rhys Meyers), que se ha trasladado a Nueva York para no tener que aguantar la presión de su familia y su pequeña ciudad de provincias. Un chico guapo, blanco, con estudios... y todo lo que dice el tópico. Pero la verdad no es esa.

El verdadero Stonewall no era como una de esas discotecas para gays llenas de heteros que saben que siempre hay buena música. Era un tugurio de mala muerte, propiedad de la mafia, que tenía la ventaja de ser el único de todo Nueva York  con licencia para poder bailar. Eso sí, era una especie de agujero sin agua corriente en el que los wateres tenían fama de estar siempre embozados. No era un selecto club para gays con dinero y doble vida, sino un tugurio al que acudían, sobre todo, los más marginados entre los marginados de la comunidad LGTB: transexuales, lesbianas, chaperos latinos, dragqueens...  Y eso no es lo que muestra la película.

Para empezar, la famosa piedra no la lanzó un tipo con pinta de efebo sino una transexual negra apodada Miss Major Grriffin-Grace y el primer puñetazo a un policía lo soltó una lesbiana llamada Sormé DeLaverie (apodada la Rosa Park de la Comunidad Gay). En Stonewall no salen ni como personajes secundarios. Tampoco están la dragqueen puertoriqueña Sylvia Rivera ni Masha P. Johnson (también transexual y negra) o la bisexual feminista Brenda Howard, que fueron fundamentales en los hechos. Entre el par de centenares de personas que se enfrentaron a la policía sí hubo gays blancos y guapetones, pero no tuvieron el papel que les asigna Stonewall.

El protagonista de la película vs los protagonistas reales

POR DINERO

Pero para más inri, y mayor enfado de la comunidad LGTB americana, han sido las declaraciones de Emmerich para defenderse. En primer lugar ha explicado que se trata de un proyecto personal y que, sin su empeño, este pequeño intento de llevar a la gran pantalla la lucha del colectivo por sus derechos no hubiera sido posible. Luego, reconoció a la revista Vulture, "si usas a un personaje central rodeado de uno o dos actores famosos, tienes muchas oportunidades de que financien".

Por si fuera poco, admitió que "no existió un personaje central en Stonewall" y por eso decidió utilizar a Trevor (el protagonista) como un símbolo de todos. Para acabar de liarla, añadió, que en las escenas de las protestas si que se pueden ver al fondo a los negros, las lesbianas y los transexuales (uno de ellos sí tiene un papel importante). Menuda oportunidad de callarse desperdició. En todo caso, nadie le ha acusado de homófono -entre otras cosas, porque es gay- sino de reescribir la historia por una cuestión de taquilla. ¡Hasta Jeremy Irvine -otro blanco y guapetón- ha tenido que hacer pública una carta para calmar los ánimos!

Como denunció la revista Transadvocate "los que están en el poder son los que hacen prevalecer su narrativa. Son los que deciden lo que hay que clasificar como ‘verdad histórica'". En la misma línea se ha pronunciado themarysue.com, que ha destacado lo contradictorio que es lanzar una película con el tagline "el momento en que todo empezó" borrando a la gente que estuvo allí. Habrá que esperar la película, no vaya a ser que la polémica se convierta en su mejor promoción.

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