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TENDENCIAS ESCÉNICAS

Los treintañeros exploran sus frustraciones en el teatro

BEGOÑA DONAT. 10/06/2015 Coinciden en cartel un surtido de obras que indagan en las expectativas truncadas de toda una generación

VALENCIA. Con la llegada de la crisis, se han aparcado las últimas letras del abecedario para etiquetar a las postreras tandas demográficas. La prensa ha convenido en reunir los extremos por la cola y la cabeza de las generaciones X e Y bajo el paraguas de generación perdida. Sus integrantes comparten, a grandes rasgos, una formación cualificada que no es garantía para labrarse un futuro en una España laboralmente precaria. También la falta de asunción de responsabilidades, parapetada tras el manido síndrome de Peter Pan.

"Nuestros padres pelearon por el estado del bienestar e intentaron darnos una educación que quizás ellos no tuvieron. Pero, en cierto modo, nos engañaron. Las pautas para conseguir la felicidad pasaban por prepararnos bien y formar una familia, pero carreras y masters no nos han servido, porque la sociedad ha dado un giro", sintetiza Juan Pedro Campoy, director de la comedia La vida resuelta, programada en el Teatre Talia del 12 al 21 de junio.

El montaje transcurre en una guardería, donde cinco padres se enfrentan por la única plaza vacante para el curso siguiente.

"La vida resuelta es un retrato de una generación de treinta y tantos años, un grupo de personas que han llegado a un punto en su vida en el que no terminan de estar satisfechos consigo mismos y mucho menos felices. Aunque de alguna manera todos han buscado el éxito, cada uno en la forma en que creían, queda un halo de frustración bien porque no lo han conseguido, bien porque la consecución de lo que buscaban en realidad no es lo que esperaban", resumen los responsables de la compañía La Ruta Teatro.

La gestación de este proyecto tuvo lugar en Valencia, durante una función en 2012 del anterior espectáculo de la compañía, Perversiones sexuales en Chicago, El hambre de debutar en el teatro de los guionistas de las series Aída y 7 vidas David S. Olivas y Marta Sánchez se unió con las ganas de Campoy de hablar de su entorno más inmediato, al que el director denomina, medio en serio, medio en broma, los in in, insatisfechos e infelices, un guiño al sambenito ni ni que tilda de apáticos a los jóvenes de hoy.

"Hay un fondo de verdad en esa lectura de insatisfacción entre los de mi quinta. Según estudios farmacológicos recientes, en la última década ha aumentado muchísimo el consumo de antidepresivos y ansiolíticos en nuestro país", apunta.

En concreto, España ocupa el segundo puesto en ingesta de psicofármacos, por detrás de Portugal, en las estadísticas de la OCDE.

La producción replica a este dolor de vivir con la autoparodia, opción que resuena en el espectador desde el distanciamiento. 

"Ya lo decía Woody Allen, la comedia es tragedia más tiempo. El día que perdamos el humor en la vida, el trago se va a convertir en amargura, la amargura, en depresión y enfermedad, y no va a haber quien nos salve", advierte Campoy.

SHOULD I STAY OR SHOULD I GO

José Manuel Carrasco también ha optado por el género de la comedia a la hora de plantear su retrato escénico generacional. Todo irá bien, en cartel todos los lunes en la sala Off del Teatro Lara de Madrid, lanza sus dardos y sus encomios hacia los jóvenes que, a pesar del nada halagüeño futuro profesional, deciden quedarse en España. 

Según datos recogidos por el Instituto para la Sociedad y las Comunicaciones de Vodafone en media docena de países europeos (Alemania, España, Holanda, Italia, Reino Unido y la República Checa), seis de cada 10 españoles de entre 18 y 30 años tiene planeado emigrar en busca de trabajo. Los protagonistas de esta propuesta pertenecen al 40% restante.

"Vivo en Madrid en un barrio obrero maltratado por la crisis, y tengo muchos compañeros de generación que se pusieron a trabajar con el boom inmobiliario, de modo que tras la crisis no tienen formación ni trabajo. En televisión se habla de los que se van fuera para buscar una oportunidad, pero yo necesitaba referirme a los que se quedan aquí y no tienen esperanza", resume Carrasco.

Todo irá bien se divide en 16 cuadros y un epílogo y, como en La vida resuelta, también se plantea como un espejo en el que la audiencia pueda mirarse desde la distancia.

"Es un canto a la esperanza. El sistema se está yendo a la mierda, pero lo importante es que nos estamos apoyando unos a otros. La obra destaca el valor de la amistad y se cuenta desde solidaridad y riéndonos de nosotros mismo, porque es la mejor arma y la única que nos han dejado", destaca Carrasco, quien quiere subrayar que su generación es "despreocupada, pero no indiferente".

Los personajes de esta comedia de enredo son una cajera y un encargado de supermercado, una cartera y un viudo con depresión clínica. Todos ellos compartieron aula en el mismo instituto.

No forman parte de la primera ni de la última generación de españoles abocados a una crisis y al exilio. De modo que cabe preguntar qué es lo que hace diferente a esta prole de la de sus padres. "Nuestros progenitores también vivieron fastidiados por la dictadura y hubieron de emigrar. Nos quisieron dar todo y la madurez nos ha llegado muy tarde o no nos ha llegado. Somos eternos adolescentes, y seguimos buscando quiénes somos y dónde estamos. Se podría decir que estamos viviendo una posguerra diferente de la de una guerra armada, pero en ambas es necesaria la propia reconstrucción", apostilla el dramaturgo y director.

Carrasco afirma que el conjunto del cuarteto protagonista conforma su alter ego. "En este texto están todas mis miserias, es casi un teatro terapéutico. La risa es sanadora. Existe un poso de dramatismo al retratar la dura realidad de los personajes, pero la risa nos libera".

ADIÓS, MUNDO CRUEL

El desencadenante de Todo irá bien es un intento fallido de suicidio. En esa huida con los pies por delante coincide el punto de partida de Nosotros no nos mataremos con pistolas, del valenciano Víctor Sánchez Rodríguez, pero en este caso, el personaje sí consigue privarse voluntariamente de su vida. La pieza participa en la XIl edición de Escènia, Mostra de Teatre Novell, de Foios el 9 de julio, y los días 21 y 22 de julio ha sido seleccionada para el Festival Frinje de Madrid.

"Esta necesidad de afrontar un teatro generacional responde a un punto de vista ideológico y a otro vital. Nos hace falta empoderarnos como generación e individualmente, ejercer de nuevos actores de la sociedad, porque el tapón generacional en este país es evidente en todas las esferas. Y por otro lado, es un intento de entenderte y de entender a los otros, lo cual puede ser tortuoso, pero acaba resultando sanador", distingue el autor, que ha ambientado el texto en el Mediterráneo.

La obra pone el punto sobre la i de los llamados millenials, el cogollo demográfico nacido en los ochenta, al que la prensa también se refiere como generación Y o echo boomers. Un grupo, detallan en el dossier de prensa, "en el que se depositaron no pocas expectativas, educado en el individualismo con miras al éxito profesional y que hoy pugna por intentar salir del bache de la precariedad y la incertidumbre".

Como adelantábamos, una amiga del grupo protagonista se quita la vida al arrancar la crisis, con el consiguiente impacto entre su gente. A partir de esa anécdota, Víctor Sánchez Rodríguez indaga en las causas y las consecuencias en un tono que a diferencia de las obras precedentes, rehúye la comedia. Si bien el absurdo de la existencia misma invita en ocasiones a la sonrisa. "Hay un desvelamiento de los personajes donde revelan su miseria y sus ganas de amor y de salir adelante y conseguir cambiar sus vidas. Al mostrarlo de manera tan cruda se cae en el patetismo y provoca la risa", concreta el director.

La tabla de salvación a toda una generación marcada por la instalación en el carpe diem pasa, en opinión del autor de esta pieza, por la exploración de los orígenes, el parar a reflexionarse y pensarse a fin de tomar el control de sus propias vidas.

"Uno de nuestros rasgos distintivos es el miedo a la mediocridad y también hay cierta alergia al poder, que se ve como algo negativo. Eso ha hecho que durante nuestra veintena existiera bastante desafección política, y no solo de partido, sino referida a los grandes temas. El poder va ligado a la responsabilidad de equivocarte y nosotros no empezamos las cosas por si va y resulta que somos mediocres -observa Sánchez Rodríguez-. Nosotros nos hemos encontrado con que era difícil acceder a puestos de responsabilidad, pero al mismo tiempo ha habido un gusto por regodearnos en una juventud eterna, que vendría a ser eso de dejar las cosas importantes para el día después. La juventud y el ideal de libertad son una de las últimas utopías de este siglo y le resultan muy rentables al mercado. Es necesario dotarse de una mirada crítica y reflexiva y aceptar extremos como que no hay un partido justo ni un sistema perfecto".

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