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VALENCIA. Es abogado pero acaba de publicar su tercera novela, La llama de la sabiduría, por lo que ya se puede hablar de él como escritor antes que jurista. Juan Francisco Ferrándiz (Cocentaina, 1971) dice que a otros les toca la lotería y a él le respondieron de una editorial. Fue hace ahora tres años cuando remitió un ejemplar de Las horas oscuras a la empresa propietaria de Grijalbo, Random House. Habían pasado ya tres meses y se había hasta olvidado del envío cuando sonó el teléfono de su casa.

Ferrándiz no era novato en las lides literarias. Antes de escribir Las horas oscuras ya había publicado en la editorial Marfil la novela en valenciano Secretum Templi, un libro que según dice le demostró que podía escribir, que "podía hacer algo", bromea. Pero aquella llamada al principio desganada "de un becario", ríe, supuso un antes y después en su carrera.

A la todopoderosa Random House le interesaba su libro y querían sacarlo a todo trapo, como un gran lanzamiento. Así lo hicieron, sin intermediarios, escritor y editorial, a la antigua usanza y con excelentes resultados. La novela, ambientada en Irlanda, se editó en 2012 y de ella se vendieron 40.000 ejemplares, una cifra que le convirtió en una de las agradables sorpresas del mercado editorial, tan poco dado a ellas.

Asentado como uno de los nombres a tener en cuenta a la hora de hablar de la novela histórica comercial, al margen de corrientes y grupos, Ferrándiz dio un paso más en su carrera cuando aceptó el reto que le lanzaban desde la editorial: Le propusieron que su segunda novela transcurriera en España.

"A mí Valencia ya me rondaba entonces en la cabeza" confiesa en una céntrica cafetería. "Creo que es una ciudad muy literaria, que puede dar mucho de sí, que puede dar mucho juego", sostiene. "Se ha escrito novelas ambientadas en ella, pero parece que en el panorama nacional los tiros se centren casi siempre en Madrid, Barcelona y Sevilla", explica. Una vez fijado el reto, se afanó a él y decidió situar cronológicamente la historia en 1486, en plena edad de Oro de la ciudad, cuando era urbe de referencia en la España del momento. "Entonces éramos grandes de verdad", apunta.

El argumento se desarrolla pues principalmente en una Valencia de la que aún quedan huellas hoy día. Así, por ejemplo, los personajes caminan por la calle Caballeros o entran en la iglesia de Santa Catalina, escenarios perfectamente visibles en la actualidad. Esa presencia física en el presente es una de las fuentes que alimenta la novela. Según confiesa el autor, la idea del argumento se le ocurrió en parte mientras realizaba acciones tan prosaicas como aparcar camino del trabajo. "Veía la calle de los Ballesteros, la calle de los Vilaragut y de repente, un día, vi fantasmas del pasado, esas personas que estuvieron ahí", comenta. "Yo digo que esta novela es una novela de fantasmas", agrega.

Esta percepción-imaginación se combinó con la pregunta ‘¿Tienen alma las mujeres?', un aberrante debate filosófico de la época. "En el libro no se pretende contestar a esa pregunta que es absurda en sí misma", se adelanta Ferrándiz, "sino preguntarnos a su vez cómo puede ser que en una época se llegara a plantear esa cuestión".

Para enfocar la atención sobre esta porfía, Ferrándiz ha creado una intriga novelesca a la manera de Ken Follet, por citar la referencia más evidente, en torno a una joven, Irene Bellvent, que ha recibido como legado de sus padres un hospital célebre para atender a los más desposeídos. Acosada por leyes injustas y por los poderes fácticos de la ciudad, esta hija de un bachiller y cuitadà pronto entenderá que se enfrenta a algo más peligroso que la incomprensión o la intolerancia. Todo ello en un entorno de guerra, con la toma de Baza en el horizonte, y el hambre de la época como letanía.

Una trama con seis muertes, algo de sexo y amor, salpimentan un argumento que pretende ir más allá del mero esparcimiento para ser un viaje al pasado en una máquina del tiempo de papel, a la par que se reivindica a las mujeres de otras épocas, su legado, con nombres propios como los de sor Isabel de Villena y su Vita Christi.

"Coger una época que fue de las peores para la mujer, en la que posiblemente estuvo más desfavorecida, y sacar heroínas de ahí, no sólo se puede hacer, sino es que además, cuando rascas un poquito en la Historia, salen", sostiene Ferrándiz. "Hay decenas de heroínas, desde reinas hasta comerciantes de telas, pasando por posaderas, mujeres que se quedaron viudas, solas, por avatares de la Historia, y que pese a ello pudieron conseguir hacer realidad sus sueños. Yo quiero hablar de ellas".

"Creo que en la novela se percibe tanto la situación legal como personal de las mujeres en la época", agrega, "pero hay una llama, y el título va por ahí, una llama que está encendida, que en ese siglo era muy débil, y que ha ido creciendo: la llama de la Sabiduría. Es en realidad una alegoría", explica, "de esas mujeres que han dejado su impronta en la historia".

El libro, "muy femenino" en su propia descripción, se divide en siete partes, que son siete lecciones, y en cada una de ellas se van mostrando ámbitos femeninos en todas las épocas de la Historia. Así, se resalta que en la antigüedad se representaba a la Sabiduría como la mujer, e igualmente que en el cristianismo preconcilio de Trento el Espíritu Santo se representaba como mujer y no como paloma.

"Hay un rastro a lo largo de la Historia de la importancia de las mujeres en el pensamiento", prosigue Ferrándiz. "Con La llama de la sabiduría quiero remarcar que hay todo un ambiente femenino a nivel filosófico y espiritual que desapareció y fue sepultado primero por la mitología griega primero y después por la hebrea. Y creo que es el momento de reivindicar la importancia de la mujer en el pensamiento en el pasado", concluye.