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La periodista Bel Carrasco crea un puzzle de intrigas en la Valencia de 1986

C. A. /FOTO: VICENT BOSCH.. 23/02/2015

VALENCIA. "A mi hace unos años Rosa Montero me dijo: Las historias son las que te eligen. Entonces me pareció una frase hecha. Ahora que llevo varios libros escritos me doy cuenta de que no se equivocaba". Bel Carrasco ríe con su sonrisa de niña traviesa. Ingeniero Técnico Agrícola y periodista de largo aliento, que ha trabajado en medios como El País, Levante o Las Provincias y que en la actualidad colabora con El Mundo, acaba de editar en Carena Editores su tercera novela, Abrir en caso de muerte, una intriga ambientada en la Valencia de 1986.

Concebida y estructurada como una novela de género, Abrir en caso de muerte no renuncia en ningún momento a sus referencias y se inicia con una secuencia canónica: Samuel Campos, un detective en apuros económicos, recibe la visita de una clienta lánguida y bella con un encargo que se adivina confuso y problemático. Podría pasar por una parodia pero acto seguido, un giro en la propia narración revela el carácter realista del relato.

"Quería hacer una novela negra, no una parodia. La primera escena es un pastiche, un homenaje, un revival de las típicas historias de detectives americanos que se dejan engatusar por una mujer atractiva casi siempre mentirosa. Una especie de homenaje al género. A partir de ahí el relato se desarrolla con un doble objetivo: mantener la intriga y entretener, pero todo llevado a la realidad".

Una realidad en la que la España que acaba de entrar en la Unión Europea se debate entre su pasado y la modernidad a la que aspira. En la que mencionar las novelas de Francisco García Pavón no es insólito. En la que la Plaza del Ayuntamiento, "antes llamada del Caudillo", es "una colmena ruidosa". En la que los prebostes esconden sus camisas "azul mahón" para "cambiar de chaqueta" y seguir prosperando. En la que los amigos recuerdan en la terraza del Aquarium sus asambleas universitarias y sus batallitas contra los grises.

Para construir el libro Carrasco empleó una estructura de puzzle. "La primera pieza fue el diario del personaje de Luisa Soler. Quería experimentar con la primera persona y ponerme en la piel de una mujer muy diferente a mí, y en una situación que yo nunca he vivido", explica. "Otra pieza matriz fue un flash del pasado: Una vez siendo niña subí en un tractor con un amigo de mis padres que tenía una finca de frutales. El aparato se encabritó y me llevé un gran susto. Cuando leo noticias sobre la muerte de tractoristas mientras trabajan siempre me afectan", añade.

UN CHICO DEL PUEBLO

La presencia de la huerta de hecho también se encuentra en el personaje del protagonista, el detective, Samuel Campos, que, explica, "surgió del campo, valga la redundancia". "Un chico de pueblo, hijo de la tierra con ínfulas artísticas, soñador e introvertido al que la vida conduce por distintos vericuetos hasta el oficio de detective", describe.

Siguiendo el sendero de autores como Manuel Vázquez Montalbán, Carrasco aprovecha la trama para salpimentar la novela con sus propias experiencias y opiniones. "Me lo pasé pipa con las opiniones del protagonista Samuel sobre el arte moderno. Hay que aprovechar las experiencias personales. Es inevitable. Yo misma he creado mucho más personajes femeninos que masculinos pero, por ejemplo, todo el mundo me habla de uno de los masculinos, Iván Santos de la Serna", comenta, en alusión a un personaje que describe en la novela como "híbrido de rara avis y oveja negra" de la burguesía valenciana, inspirado en relatos de Benjamin Black.

"Soy muy orgánica y rumiante", dice Carrasco. "Orgánica porque la trama va surgiendo de una forma intuitiva y casi visceral, retroalimentándose de sí misma, abonada por lo mucho que he leído y experiencias vividas, claro está. Rumiante porque tengo que pensarlo mucho antes de ponerme a escribir".

De lo que está más orgullosa es de los villanos de la historia. "Ando un poco harta de psicópatas armados de sierras mecánicas y quería hacer malos humanos. Son tres personalidades muy diferentes que representan diferentes formas de malicia; la congénita, la oportunista y la que es fruto de la debilidad de carácter".

Con la "alegría y gran sorpresa" de que su anterior libro, Las semillas del madumus, haya sido elegido finalista de la Premios de la Crítica de la Comunidad valenciana, Carrasco adelanta que seguirá con su narrativa dentro de los géneros. "Después de una incursión en el género negro tan en boga he vuelto al fantástico con una historia de ciencia ficción, que ya veremos cómo acaba. Lo fantástico exige mayor inversión imaginativa y te da una libertad enorme que hay que saber gestionar para mantener la verosimilitud. Lo más importante, sin duda, los personajes. Si tienen carne y alma ellos mismos te dicen por dónde hay que seguir. ¡Qué optimismo!", bromea.

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