VALENCIA. Hace unas semanas me encontré con un proyecto tétricamente precioso de Georgios Makkas, fotógrafo griego; expuso tiempo atrás en el Centro del Carmen de Valencia. En su nueva iniciativa recopila fotografías de comercios muertos en su ciudad, Atenas. Locales sellados, letreros con el calor abrasado por el sol, tiendas cubiertas de polvo, colmados abandonados. #The_archeology_of_now las titula. El fin, lanzar un mensaje: las botigas atenienses son cadáveres, una imagen en sepia sobre la lápida.
Pero, ¿y qué hay de lo nuestro? Las tiendas emblemáticas a pie de calle han estado cerrando como un trepidante efecto dominó. Este periódico ha dado cuenta en los últimos años de un torrente de defunciones comerciales, con una repercusión muy alta porque ya se sabe que la melancolía vende mucho. Si a nadie se le ha ocurrido hacer una recopilación fotográfica de nuestros emblemas clausurados, ahí tienen la idea.
Valencia tiene el reto de hacer alguna cosa provechosa con sus bajos comerciales. Y estaría bien que se barajara más opción que entregarlas a la inevitabilidad de las franquicias o a acumular basura como las pequeñas casas de tenderos que aparecen en las instantáneas de Makkas.
"Esos espacios son la planta baja de la ciudad y tienen una incidencia bastante importante en la calle porque desdibujan la separación entre lo público y lo privado", razona Chema Segovia, de Estratègia Comboi, uno de los mayores expertos en bajos (con perdón) de esta ciudad. Plantea una viabilidad para las plantas bajas más allá de la hostelería más manida.
–¿Qué nos ha pasado?
–Los operadores inmobiliarios han tirado por inercia de modelos tradicionales. Por no querer arriesgar, han hecho locales con muy poca gracia en sitios donde jamás funcionarán. Que ocurra lo mismo en las promociones de vivienda de VPO es especialmente sangrante. A mí me intriga saber qué pasará con esas calles enteras de locales comerciales cerrados de Alfahuir, Campanar, cercanías de Avd. Francia... En esos nuevos barrios monofuncionales y bastante aburridos los bajos se podrían convertir en viviendas para jóvenes, en pequeños equipamientos vecinales, en viveros de empresas descentralizados...
A unos pasos de la Lonja de Valencia ha abierto una nueva cafetería que, ¡oh milagro!, ha planteado su relación estrecha con el Mercado Central de una manera novedosa y cuidada, llenando sus paredes de munición editorial en torno a la gastronomía y reconvirtiendo la vieja ferretería en un entorno que sirve de recorrido austero por las tripas de las tiendas de siempre. En la puerta, llamativo, todavía se conserva el cartel que atestigua el pasado ferretero.
Cuando Ruth Boeto vio el interior por primera vez, reinaba el abandono, sin apenas rastro de lo que fue. "En realidad yo estaba interesada en la antigua lavandería que hay enfrente, pero el día que vinimos a visitarla hubo una confusión con los de la inmobiliaria y no vinieron. Al tener que volver otro día se nos ocurrió aprovechar y visitar esta antigua ferretería, que habíamos descartado porque nos dijeron que estaba totalmente para reformar".
–Y la reformásteis.
–Sí, después de ese primer cita seguimos viendo locales por la zona, pero ninguno tenía ni de lejos el encanto que tiene éste. Durante las obras fueron saliendo distintos elementos (el arco, las baldosas hidráulicas de la entrada, paredes de piedra...) que nos iban sorprendiendo continuamente y que han ido obligando a modificar algunos aspectos del proyecto para facilitar su integración.
Muez, además de un pueblo de Navarra, es este café tranquilo cuyo fondo, aparentemente una trastienda, nunca se acaba, guiando los pasos hacia un laberinto extraño. Antes todo esto era ferretería.
Chema Segovia regresa incidiendo en un factor volteador: "La actividad creativa es un buen material de relleno para el espacio, porque suele tener necesidades muy flexibles, se presta a compartir espacio abaratando costes, por lo general mejora notablemente las condiciones interiores del local, vuelca actividad hacia la calle...".
–¿Por ahí pasa el futuro?
–Cuando hay espacio disponible en grandes cantidades a pie de calle desperdigado por toda la ciudad, llevar un vivero de empresas de nueva construcción a las afueras de la ciudad es un modelo sin sentido.
–¿Cuál es el modelo a seguir?
–Es muy interesante algo que ocurre en Reino Unido. Allí cuando un propietario alquila un espacio a una organización con fines sociales obtiene notables rebajas fiscales. 3space -que fue uno de los modelos que más estudiamos en Estratègia Comboi- actúa de asesor e intermediario. Consiguen cesiones gratuitas de locales para empresas sociales beneficiando al mismo tiempo al propietario. La mayor carga es siempre tener el local cerrado esperando. Simplemente abrirlo, aunque sea temporalmente, genera valor (visibilidad, limpieza, mantenimiento, etc.). Hay una compañía de teatro en Londres, Theatre Delicatessen, que apoyándose en el mismo incentivo convierte temporalmente locales vacíos en salones de actos. El escenario cambia según la obra y es siempre itinerante y excepcional. Que un bajo comercial se convierta durante un par de semanas en un teatro es una forma de hacer ciudad diametralmente opuesta a la forma estática de pautar usos que tiene el urbanismo tradicional.
La artista Nanda Botella convirtió un local abandonado en su estudio, a pie de Ruzafa. "Lo vi por primera vez e inexplicablemente me enamoré. Estaba completamente en ruinas, lleno de escombros, sucísimo, con enormes humedades, las vigas rotas... pero aquella luz dejaba ver todo lo que había detrás. Uff siento la misma emoción contándotelo que en aquellos momentos". Es un estudio apoteósico.
Siguiendo las pistas que apuntó Chema Segovia, surge el caso de los Siemprevivas y su nueva sede en el número 13 de la calle Doctor Serrano. Durante algunos meses reflejaron la evolución de las obras. Un ultramarinos-pollería-huevería abandonado iba a ser el cuartel general de una joven enseña de la moda: "Lo vimos por primera vez hace casi dos años, pero llevaba cerrado mucho tiempo y requería una inversión grande. Una tarde de junio volvimos a visitarlo y nos decidimos. Puede que el clima y la sensación de verano tuvieran algo que ver. Lo cierto es que nos pusimos los monos de trabajo e hicimos nosotros mismos la reforma", rememora Lucas Zaragosí.
"Ahora nos encanta por sus suelos con historia, sus techos altos, su patio interior lleno de plantas y un enorme escaparate que se ve desde la Gran Vía y que iluminamos mucho por las tardes". Lucas también recuerda cuando, al abrir el local todas las vecinas que se paraban muy contentas. "Venían a preguntarnos si volveríamos a vender huevos".
No es el centro, sino la playa, el viaje a la Patacona, donde la cocinera Begoña Rodrigo planeó recuperar una casa demacrada, aquellos grandes hogares marinos que Valencia desperdicia, y convertirla en su buque insignia. La historia, la misma. En lugar de un bajo comercial, una casona. "Cuando la vi me enamoré de su ubicación, de su balcón directo al mar, del encanto de las casas antiguas con sus jardines internos y corrales. Es una casa con las características perfectas para expresar el mar. El hecho de que pudiera verl ese mar desde arriba, mientras cocinara.... Cuando lo pensé, lloré".
–¿Qué había antes allí?
–Antiguamente había sido una casa de pescadores, luego sufrió una de esas reformas horribilis a las que son tan aficionados los valencianos. La llenaron de aluminio y la convirtieron en una casa de veraneo. De vez en cuando pasan señoras mayores por la puerta y se quejan (más o menos). "Con lo rebonica que era la casa...". Y ya te digo que era una de las casas más feas ever. Íbamos a aprovechar la estructura principal, pero conforme han ido avanzando las obras nos hemos dado cuenta que había que tirarlo todo abajo y empezar de cero. Abriremos en 2015 y será un lugar muy especial, con mucha alma, porque estamos cuidando todos los detalles, quiero que la gente que entre allí coloque este sitio como parte de su historia. Va a ser un reflejo de la Valencia bonita.
Y todos ellos los ejemplos de quienes tratan de impedir con sus casos personales que la ciudad se parezca a las fotos funerarias de Makkas.
Referente a lo que dice Begoña Rodrigo yo he estado en esa casa en una boda y era preciosa. Alucino con lo que dice: que era una de las casa más feas!! Pues si estaba reformada con muchísimo gusto, llamaba la atención por lo bonita que era. Qué lástima!
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