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1982-1984

Aquellos malditos años:
De cuando España intentó
ser moderna y casi lo logra

CARLOS AIMEUR. 27/11/2014 Efe Eme edita el mítico fanzine 'Estricnina', un auténtico repaso a los inicios de la Movida vista desde la incipiente Valencia

VALENCIA. "No es por nada, pero esta ciudad no está en absoluto preparada para el rock". Lo escribió el periodista valenciano Rafa Cervera en el primer número de Estricnina, el mítico fanzine "de ruidos y danzas" allá por el año 1982. Ahora, al volver a oír sus palabras, Cervera no puede menos que reírse. No hemos cambiado. Nada.

La revista Efe Eme acaba de editar un especial con los tres números del fanzine, a uno por año, que se publicaron entre 1982 y 1984. Leyéndolos se entiende su carácter casi legendario. Constituyen un auténtico paseo por la Movida madrileña, los orígenes de la misma, vista desde la incipiente Movida valenciana. Desde un bisoño Bernardo Bonezzi hasta un prometedor Carlos Berlanga, pasando por grupos como Glamour o Última emoción, Estricnina se ha convertido en un excelente retrato de aquel tiempo.

"No pretendía hacer nada que no fuera lo que me gustaba, lo que me apetecía", dice Cervera. Y a ello se afanó. A entrevistar a sus cantantes y grupos favoritos. A hablar de los valencianos que aparecían en la escena, no en vano se había iniciado en el mundillo siguiendo los pasos de Glamour, con el omnipresente José Luis Macías. "Será por la edad, pero no me planteaba que tuviera trascendencia", comenta.

Cervera cita a Kierkegaard cuando dice que la vida se vive hacia adelante "pero sólo se comprende mirando hacia atrás". Y en cierto modo eso es lo que sucede con su fanzine, que visto ahora permite entender mejor la efervescencia de aquellos tiempos, la realidad de una Movida que no fue, ni mucho menos, una Arcadia feliz de creación y concordia, de drogas al por mayor y diversión.

Los puñales vuelan en algunas de las entrevistas que realizó. Así el llorado Enrique Sierra y el imprescindible Santiago Auserón no tenían reparos, por ejemplo, en desmontar la famosa Movida madrileña. Cuándo les preguntó Cervera por cómo veían la escena capitalina, Sierra espetaba: "Prefiero no hablar porque es para poner a caldo a mucha basca". Y Auserón convenía: "La escena del pop madrileño está en pañales y la gente que se cree lo contrario está dejando el techo de las posibilidades del pop español muy bajo, y sometiéndolo a unos criterios de mediocridad que no se pueden aceptar".

McNamara y Almodóvar en 1982, antes de un concierto.

El propio Pedro Almodóvar, entonces un joven cineasta que nadie entendía y que estaba a punto de rodar Entre tinieblas, se mostraba muy crítico con la ciudad y el ambiente cultural de la misma. "Madrid es una ciudad llena de intrigas. Es un poco aburrido lo del cotilleo aquí porque se está llevando a unos límites exacerbados", le aseguraba en el número 2. "Hay como una envidia permanente en todo que te impide gozar de las cosas", añadía.

Las críticas eran la nota común y, lógicamente, la más criticada era Valencia por una cuestión geográfica, la revista se escribía e imprimía en esta ciudad. "Vivir en Valencia puede llegar a ser desesperante", empezaba el tercer y último editorial de la revista. "Tener que soportar el viboreo y las críticas con aire arrasador es algo normal, sobre todo si te mueves en el simpático y ambiguo ambiente del pop".

Con un ojo puesto principalmente en la capital, Estricnina da fe de cómo en ese tiempo Barcelona era una ciudad sin el empuje de años posteriores. De hecho en el tercer número Ignacio Julià escribía un divertido artículo que se titulaba explícitamente ‘¿Por qué los catalanes no podemos ser modernos?' y en el que dejaba perlas como: "(...) Hemos pasado de golpe de la sardana al chic futurista".

La publicación no sólo repartía mandobles a diestro y siniestro, sino que también daba cuenta de grandes citas y momentos culturales, como la visita de Andy Warhol a Madrid. Igualmente, alababa y bendecía a nombres propios como el citado Berlanga, al que bautizaba como "la esperanza nacional", a Alaska y, por encima de todos, a Eduardo Benavente (1962-1983), a quien estaba dedicado el tercer número con una hermosa cita del propio Warhol: "Siento mucho tener que oír hablar de la muerte. Pensaba que las cosas eran mágicas y que una cosa así no podría ocurrir".

Cervera se emociona al hablar del líder de Parálisis Permanente, de quien dice que tenía "mucho carisma". Hoy sólo queda un disco de su trabajo, El Acto, pero tres décadas después de su muerte se le Inolvidable Benavente.sigue reivindicando. "Si no se hubiera muerto tan pronto [falleció en un accidente de tráfico] no sé lo que habría pasado con él pero estoy seguro que habría llegado muy lejos, tenía mucho talento".

Benavente junto a Ana Curra son los protagonistas de una de las mejores entrevistas de los tres números de Estricnina, un fanzine de cuya calidad da fe también la nómina de colaboradores que incluían a un ya por entonces famoso Diego A. Manrique, un joven Arturo Blay o incluso un relato inédito de Santiago Auserón, titulado ‘La bestia azul', y cuyas primeras frases sonarán a muchos seguidores de Radio Futura: "Voy a quedarme sentado un día más en este lugar que tan extraño se me ha hecho". Efectivamente, es el germen de la mítica canción ‘La estatua del jardín botánico'. 

Queda claro ya que Estricnina fue una publicación especial. Sorprende incluso su relevancia, si se tiene en cuenta que se imprimían apenas cien ejemplares por número, que se vendían en espacios como la invencible tienda de discos Harmony, aún en activo en el pasaje doctor Serra, o el desaparecido bar Pyjanarama en el Ensanche, uno de los locales más importantes e influyentes de aquel arranque de década y por donde pasaron prácticamente casi todos los grupos valencianos de postín, regentado por Manuel Alcalà, cuyo asesinato en 1986, tras un intento de robo, marcó indeleblemente a la música valenciana.

"Había bastantes grupos, aunque cantidad no significa calidad", matiza Cervera. "En esos momentos en todas las ciudades había actividad", recuerda. Quizá lo que marcaba la diferencia entre Valencia y otras ciudades eran discotecas como Barraca o Chocolate, donde era norma ver a gente como Carlos Simó pinchar a grupos como Bauhaus, U2, The The, Siouxsie and The Banshees... o a Juan Santamaría, "que pinchaba en Tres Tristes Tigres, fue cofundador de la tienda Zic Zac y luego de Radical, y remezcló 'Semilla negra' de Radio Futura". "Escuchabas la música que se podía oír en un local de Londres", añade Cervera. Y no exagera un ápice.

Betty Troupe tenía todo esto.

Quizás no lo pretendía pero la realidad es que con su fanzine dio fe de una querencia, de un movimiento, de un afán de modernidad que en ocasiones parecía que se iba a lograr. En Madrid, en Valencia, en todo el país. Las entrevistas a El Zurdo, Gabinete Caligari, Derribos Arias, Glutamato Ye Yé... pero también a grupos valencianos, como Betty Troupe, Esgrima, la mítica formación punk Interterror, Última Visión, los hoy olvidados Sade, Europa, Cinema... retrotraen al lector a ese tiempo. Es algo así como viajar a las raíces, a las fuentes primigenias, a la verdad simple, áspera, prepotente y juvenil de una generación que quiso cambiar un país y que casi lo logró.

Al final Estricnina terminó. Y lo hizo en el Omega de aquel tiempo de todos los jóvenes, el paso del Estrecho que conducía a la madurez: la mili. Gracias a ella, por ejemplo, los Pecos se disolvieron. Todos los jóvenes pasaban bajo bandera. Fue hasta casi una tradición que en Rafa Cervera en El Perelló.Estricnina se entrevistara a los grupos sin el cantante que, en ese momento, estaba cumpliendo con el servicio militar. Igual que los Pecos, el fanzine desapareció con la marcha de Cervera a rendir honores a la patria.

Con el tiempo Cervera se instalaría en Madrid, donde siguió dando cuenta, ya de manera profesional, de los avatares musicales de un país que un día se descubrió oyendo música en inglés y queriendo ser moderno. Y el fanzine quedó ahí, abandonado, en un rincón, como testimonio involuntario pero fehaciente de lo cerca que se estuvo de conseguirlo, unas páginas mal grapadas, abigarradas, y escritas con una idea en mente, como rezaba el último editorial: "el desparpajo de Siniestro Total y la coherencia de Cortázar, tal como eso. Tan simple y tan difícil. Un vasito de Estricnina, my friend?".

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