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EL LENGUAJE DEL CINE

Dallas Buyers Club
Contra los pobres y los enfermos

MANUEL DE LA FUENTE. 14/03/2014

VALENCIA. En 1992, un joven licenciado en Ciencias Políticas llamado Craig Borten leyó un artículo en la prensa que le llamó la atención. Se trataba de la historia de Ron Woodroof, un electricista de Texas al que se le había diagnosticado sida en 1985. Pese a la letalidad de la enfermedad, Woodroof había sobrevivido durante siete años, gracias a su negativa a seguir el tratamiento estipulado por las autoridades sanitarias norteamericanas y por el lobby de las industrias farmacéuticas. Es más, Woodroof se había convertido en un activista que proporcionaba antivirales prohibidos en Estados Unidos, prolongando la vida de quienes se inscribían en su grupo, el "Dallas Buyers Club", a cambio de una cuota mensual. Con el tiempo, algunos medios acabarían calificándole como el "Oskar Schindler de los gays de Texas".

Borten decidió viajar de California a Texas para entrevistar a Woodroof. Habló con él durante tres días y reunió 25 horas de grabaciones. Pocas semanas después de la conversación, Woodroof falleció y Borten convirtió las transcripciones en un guión de cine que empezó a presentar a diversos productores de Hollywood. El primer proyecto para realizar la película preveía la dirección de Dennis Hopper y la interpretación de Woody Harrelson.

No obstante, el proyecto no salió adelante. A lo largo de veinte años, fue circulando por ahí sin que llegara a concretarse. Guionistas como Guillermo Arriaga (el de 21 gramos o Babel) realizaron diversos tratamientos, y actores como Brad Pitt o Ryan Gosling mostraron su interés. El problema estaba a la hora de encontrar financiación. Borten resumía perfectamente la sinopsis de una película que resultaba muy difícil de vender: "Es la historia de un homófobo racista con sida que se hace amigo de un hombre que se viste de mujer y al final ambos se mueren".

Finalmente, en 2009 se encontró el dinero para lanzar el proyecto, gracias al apoyo financiero de un grupo de empresarios estadounidenses y canadienses, al gancho de Matthew McConaughey y a la implicación de pequeñas productoras cinematográficas. En septiembre de 2013 se estrenaba la película que se convertía en un éxito inmediato y que recibía el visto bueno de la industria con su inclusión en las nominaciones de los Oscar. El esfuerzo se vio recompensado con el Oscar a McConaughey.

Ante este relato de los hechos, reproducido ad nauseam por los medios de comunicación estadounidenses, surge la duda de siempre: cómo es posible que un proyecto maldito se convierta en una película mainstream de una manera inmediata. La respuesta se halla en la inscripción de la película en los códigos narrativos de Hollywood, que hace digerible cualquier argumento que pueda parecer incómodo, aunque sea una historia de seropositivos homófobos que acaban muriendo.

Para empezar, la película nos habla de unos hechos desde un posicionamiento concreto: no sólo sucedieron en el pasado sino que también están totalmente resueltos. Así, lo que nos viene a decir el film es que esa narración de marginalidad no llega hasta nuestro presente, no es algo que suceda hoy en día. Dallas Buyers Club nos introduce en la vida del cowboy de un modo lineal, desde que le diagnostican la enfermedad hasta que muere. En este intervalo de tiempo vamos asistiendo a su evolución como personaje, desde el descerebrado aficionado a los rodeos hasta el activista concienciado que se enfrenta a las altas instancias económicas y políticas.

En esta evolución es donde se plantea el conflicto principal del film, el retrato de un personaje cuya supervivencia ha de pasar por la redefinición radical de su esquema ideológico. Para ello, el guión está construido con la dualidad de dos figuras contrapuestas, el cowboy y su ayudante, un travesti que le asiste en sus labores de contrabando de antivirales. Woodroof va entendiendo que poco importa la condición sexual de su amigo, ya que lo que realmente les une es la lucha contra la enfermedad.

Aquí entra en juego un elemento fundamental en la narrativa hollywoodiense: el relato mítico del individuo que lucha contra el sistema. Es la esencia del ser norteamericano que tanto le gusta exportar a Hollywood: la sociedad estadounidense se basa en el mérito personal, de modo que si uno está convencido de la validez de sus creencias, finalmente derrotará incluso a las instancias más poderosas. Así, la lucha de Woodroof adquiere un tinte pseudo-religioso al dotarle de la razón de la fe, de la confianza en sus posibilidades.

Éste es el elemento que explica el éxito de Dallas Buyers Club, al situar el film en la corriente de éxitos como Erin Brockovich o Forrest Gump, construidos desde la idea de que en las sociedades capitalistas no importa la extracción social sino las ganas de triunfar. Ron Woodroof se enfrenta al gobierno y la industria farmacéutica llegando al clímax en el juicio final que pone de relieve la fragilidad del individuo, pero también su triunfo imparable. Puede que en Estados Unidos las cosas no sean fáciles, pero la película nos dice que sí son posibles, porque los más débiles pueden llegar a expresar su voz y poner en jaque al gobierno.

Desde esta lógica, el argumento es lo de menos, porque el punto relevante es mostrar esta lucha, que puede ser en temas tan espinosos como la eutanasia (como en la película No conoces a Jack) o el sida. Con todo, cuando se tocan estos temas siempre tenemos un lado positivo, y es que por lo menos asistimos a la reivindicación de una serie de temas sociales que ponen una y otra vez en evidencia la idiotez y crueldad de las políticas neoconservadoras. Frente a la visión del problema del sida en cintas como Miradas en la despedida (1986), Compañeros inseparables (1989), Philadelphia (1993), Fiesta de despedida (1996) o Love! Valour! Compassion! (1997), en este film el camino es la denuncia política explícita a través del relato del héroe norteamericano.

El argumento nos muestra, así pues, los esfuerzos de Woodroof por sobrevivir pese a que el diagnóstico no le otorgaba más de un mes de vida. Su activismo consiste en viajar a países como Holanda, China, Japón o Israel para conseguir los medicamentos no admitidos por el ministerio de sanidad estadounidense, que prefiere basar el tratamiento en la administración de AZT. Cansado de todas las dificultades que tiene que sortear, Woodroof acaba diciendo en público: "Las farmacéuticas le pagan al gobierno para que apoyen sus productos".

Esta denuncia se dirige al partido republicano y al gobierno Reagan. Éste fue responsable de la creación de la paranoia en torno al sida, al que se le dio consideración de epidemia pese a que las muertes anuales representaban menos del 10% de las que provocaba el cáncer (menos de 50.000 frente a 700.000). Lo más lamentable fue, con todo, una política sanitaria que abandonó la investigación de la enfermedad porque era muy conveniente para su aberrante código moral estigmatizarla como algo propio de homosexuales (algo que recoge también Stephen Frears en su última película, Philomena).

Por ello, a pesar de los peajes que tiene que pagar Dallas Buyers Club para triunfar en taquilla, siempre resulta saludable atacar las repugnantes políticas de los conservadores extremistas que imponen una agenda que va directamente a por los pobres y los enfermos. Por mucho que la pelea de Woodroof quede cerrada en la película, siempre permanece una puerta abierta para la reflexión, para esa alerta sobre la privatización de la sanidad (como también advierte la serie Breaking Bad).

La reflexión nos afecta. Basta con seguir leyendo la prensa y comprobar la política de recortes que siguen aplicando los gobernantes de derechas para que veamos que el sida no es sólo una enfermedad: es también un síntoma, una metáfora que explica cómo los gobiernos reaccionarios persiguen a todos aquellos que no tengan cuentas en Suiza, eliminando asistencia sanitaria o educativa. Una persecución que, lejos de detenerse, se ha intensificado en los últimos años.

Ficha técnica
Dallas Buyers Club
EE.UU., 2013, 117'
Director: Jean-Marc Vallée
Intérpretes: Matthew McConaughey, Jennifer Garner, Jared Leto, Griffin Dunne
Sinopsis: Un paleto de Texas se infecta de sida en 1985, cuando apenas hay remedio para la enfermedad y Rock Hudson se muere en el hospital. El cowboy descubre el sometimiento del gobierno norteamericano a los intereses de las farmacéuticas, que impide la aplicación de tratamientos paliativos eficaces, y decide crear una asociación para importar de diversos países del mundo los antivirales no permitidos en Estados Unidos

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8 comentarios

Manuel de la Fuente escribió
16/03/2014 13:05

Por ir concluyendo, InVino. Es cierto que el cine norteamericano modifica y falsifica la historia. Eso pasa siempre y es lo de menos. Porque lo importante es el efecto político que provoca el texto cultural. También Shakespeare modificaba por completo los materiales históricos que manejaba para adecuarlos a su dramaturgia y eso no resulta en absoluto relevante. Porque, aquí,en esta película de lo que se trata es reflexionar sobre otra cosa: sobre la gestión incompetente y denigrante que hizo el gobierno de Reagan sobre el sida. Por mucho que, transcurrido el tiempo y pese a la evidencia, se intente reescribir la historia presentando a Reagan como un gran presidente o a sus ministros y altos cargos como gente competente. El ejemplo es lo de Koop, al que presentas como un tipo resolutivo a través de una serie de datos e interpretaciones que no son ciertos. El problema no es que Zappa haga una canción o que Hollywood haga una película, sino la reescritura de la historia que se vende desde el poder y que tú, por lo visto, compras, aunque para ello metas en el mismo saco a quienes dictaron las políticas y a quienes se opusieron a ellas. Un abrazo.

InVino(Veritas) escribió
16/03/2014 12:35

No, no, no es mi intencion decir que las farmas, Delaney,Koop o Woodroof fueron los "buenos". Lo que quiero decir es que ambos tuvieron su papel con claroscuros, y colgarles la etiqueta de buenos o malos es abandonar la verdad por un relato moralizante. Reagan hizo lo mismo. Y ademas Manuel no es que el relato sea incompleto, es que se vuelve profundamente injusto. Pongamos por ejemplo el caso de Everett Koop, convertido en el archivillano de la administracion Reagan. Koop era un evangelista radical, ultra conservador y profundamente religioso. En el asunto del aborto adopto posturas semejantes al Gallardon mas actual. Tenia todas las papeletas para ser un villano de manual , en el caso del VIH, y sin embargo no lo fue. Koop aumento el presupuesto en investigacion del VIH de 4 a 1600 millones de $ en la decada en la que estuvo al mando. Fue el quien divulgo la teoria del origen africano del VIH, que es cierta, frente a las gilipolleces de quienes decian que era un efecto secundario de las drogas, un castigo enviado por dios, o una enfermedad artificial creada por la CIA. Fue el tambien quien envio un panfleto a cada hogar americano detallando las vias de contagio y la forma de prevenirlo. Como resultado obtuvo el rechazo absoluto de sus correligionarios y su caída en desgracia dentro del partido republicano. Koop repartio condones, pero nunca oculto que el estaba moralmente en contra de la promiscuidad sexual. Heroe o villano? Seguramente ninguna de las dos cosas, por muchas canciones que Zappa le dedicase acusandole de ocultar a la CIA...

Manuel de la Fuente escribió
16/03/2014 09:38

Pero el problema es que tú vas al extremo contrario, al maniqueísmo que criticas, al decir que las industrias farmacéuticas fueron buenas y, para demostrarlo, las alineas con aquellos que, como Delaney,precisamente hicieron una labor que cuestionaba la gestión de las mismas farmacéuticas. Te parece hasta normal que saliera un alto cargo de sanidad dando pábulo a la tontería de los monos verdes. La película lo que viene a decir es que no se puede entender este estigma y persecución de los seropositivos sin las connivencias (sean en forma de conspiración firmada ante notario o no) entre el gobierno de Reagan y las farmacéuticas. Para dejarlo más claro, la estrategia discursiva es ésa, polarizar entre buenos y malos. Pero esa estrategia, como digo en el artículo, es la habitual del cine estadounidense. Con todos los matices que después haya, es una opción que toma la película para explicitar su denuncia política

InVino(Veritas) escribió
16/03/2014 04:01

Por supuesto que la politica de la administracion Reagan fue miope y probablemente malintencionada. Por supuesto que los seropositivos sufrieron y sufren un tremendo estigma social, y por supuesto que la moralizacion de la enfermedad es la principal causa. Pero para decir que la miopia ideologica agravo la crisis del sida, no hace falta caer en una miopia simetrica, de signo contrario. Los adalides de la carga moral y de "responsabilidad individual" del VIH fueron a partes iguales la administracion republicana y sus adlateres, los medios de comunicacion y las empresas aseguradoras. Lo hicieron porque convenia a sus intereses. Y para responsabilizarles no hace falta mentir. Porque es falso , insisto, que hubiese ninguna conspiracion entre las farmaceuticas, la FDA y el NIH para retrasar la disponibilidad de farmacos. Y el que dude de ello que revise quien desarrollo y quien comercializo el AZT, el dCC o los inhibidores de la proteasa, y cuanto tardaron en estar disponibles desde que salieron de los laboratorios. Significa eso que las farmas y la FDA son "buenas" ? Era "malo" Koop cuando divulgo la teoria del origen africano del virus? O es que como era "malo" y "parte del sistema" entonces la teoria del origen africano debe ser falsa? Cuando Delaney organizo ensayos clandestinos con el compuesto Q (que causaron la muerte a alguno de los voluntarios) estaba siendo "bueno" porque no era parte del sistema? Yo no creo que para atacar las repugnantes politicas de los conservadores extremistas valga cualquier cosa. Y mucho menos relatos maniqueos, en los que los papeles de buenos y malos estan repartidos de antemano.

Manuel de la Fuente escribió
15/03/2014 23:51

La contradicción radica en sostener que los intereses de las farmacéuticas eran a la vez curar con rapidez y obtener beneficios económicos. Ambos intereses son contrapuestos. Las autoridades sanitarias fueron culpables de someterse a los intereses privados, lo que siempre resulta perjudicial para el funcionamiento correcto de la sanidad, como se ve en la actualidad en nuestro país. Durante el gobierno Reagan, se caracterizaron por una mezcla de estupidez y maldad: las teorías de Koop sobre los monos verdes y la promiscuidad homosexual suponen esa consagración de culpar a los enfermos, al decir que son elementos exóticos que deben ser apartados de la sociedad. Por eso también te equivocas al situar a Delaney al lado del sistema cuando, precisamente, estaba en el extremo opuesto. A continuación se dio un paso más allá: apartar a los seropositivos de las ayudas sanitarias. ¿O acaso el estigma social que arrastran los seropositivos es sólo un mito?

InVino(Veritas) escribió
15/03/2014 13:25

Precisamente, ese relato heroico de presentar a Woodrof como un libertario antisistema es una mitificacion ideologica. Woodrof no era asi, pero a poca gente le importa porque el relato que quieren escuchar es ese. Lo ironico del caso es criticar eso haciendo lo mismo. Es cierto que la administracion Reagan politizo de forma tremenda la epidemia de VIH, pero "la colaboracion de las autoridades sanitarias y la industria farmaceutica" es absolutamente incierta. Las farmaceuticas, como dices, lo que querian entonces es lo que quieren ahora: sacar dinero. Y presionaban (como presionan) a la FDA para que aprobase sus productos con rapidez. Woodrof, el Buyers Club y los ensayos de guerrilla de Delaney iban en esa direccion, no en la cotraria. Las farmas pueden ser culpables de no investigar nuevos farmacos, o de intentar torear a la FDA para que apruebe drogas con poco soporte empírico, pero no de las dos cosas al mismo tiempo. Igualmente, de que son culpables exactamente las autoridades sanitarias? De demasiada prisa o de poca prisa en sacar fármacos? Everet Koop no lanzo ninguna teoria de los monos verdes para estigmatizar a nadie. En primer lugar porque la teoria no es suya, el solo dio publicidad como cirujano general a la teoria fundamental que en su momento se tenia sobre el origen del virus. En segundo lugar, de verdad que decir que la enfermedad procede de africa y tiene su origen en un virus similar en los monos es estigmatizar a alguien?

Manuel de la Fuente escribió
15/03/2014 10:14

InVino, los matices que haces afectan al referente (la vida de Woodroof), no al relato de la película. Sea o no sea un relato ajustado 100% a lo que pasó, la película lo cuenta así y presenta a Woodroof como un activista enfrentado al lobby farmacéutico. Como señalo en la reseña, el protagonista llega a acusar explícitamente a las farmacéuticas y al gobierno. Por otro lado, en lo que sí hay consenso es en el uso político de la enfermedad que hizo el gobierno de Reagan, convirtiéndola en una nueva plaga y estigmatizando a los enfermos. Para ello, contó con la participación de las autoridades sanitarias (ahí tenemos a Everett Koop con su teoría de los monos verdes), los medios de comunicación y la industria farmacéutica. Precisamente la labor de Delaney consistió en superar esa política. El clima social no fue tan aséptico y profesional como comentas, y de ahí que se haya instaurado en nuestro imaginario esa idea del sida como la gran plaga que conlleva la culpabilidad del enfermo. Tú mismo lo dices: el principal objetivo de las farmacéuticas no es sanar sino obtener beneficios. ¿No crees que ésa era precisamente la ideología de Reagan?

InVino(Veritas) escribió
15/03/2014 02:16

"Pese a la letalidad de la enfermedad, Woodroof había sobrevivido durante siete años, gracias a su negativa a seguir el tratamiento estipulado por las autoridades sanitarias norteamericanas y por el lobby de las industrias farmacéuticas" Manuel , esto me temo que no es cierto. Woodrof si se trato con AZT. De hecho lo hizo durante los ensayos clinicos previos a la aprobacion de la droga, y lo hizo sobornando a un medico para que le pusieran en el grupo de ensayo y no en el contro (que recibia un placebo). Cuando le pronosticaron un mes de vida, los medicos trabajaban en un contexto de ausencia total de tratamientos, el AZT probablemente fue esencial en permitirle sobrevivir. De la misma manera, Woodrof se paso a la Zalcitabina y al peptido T antes de que estas estuvieran aprobadas por la FDA, pero no es cierto que hubiese ninguna conspiración de la gran farma para retrasar la aprobación de estos fármacos. La propietaria de la patente de la Zalcitabina era Roche, que no es precisamente una farma modesta. El peptido T nunca se uso de forma masiva debido a que sus resultados en los ensayos clinicos fueron mas bien modestos. Otros compuestos que el Club suministro , como el compuesto Q, se prohibieron debido a que su toxicidad se demostro mayor que la del AZT. Entiendo que presentar la redencion personal de un vaquero de maton homofobo a paladin de los derechos de los enfermos de sida es bastante mas cinematografico que presentar los hechos tal cual fueron. Pero la verdad es que la actuacion de la FDA en la crisis del VIH fue bastante acertada ( y esto es algo que hasta Martin Delaney ha afirmado). Como tambien es verdad que se puede criticar la actuacion de la industria farmaceutica en multiples ocasiones (promoviendo farmacos de eficacia dudosa o blindando sus patentes frente a los genéricos), pero acusarlas de obstaculizar la aprobación de antiretrovirales es sencillamente absurdo. Ninguna farma, que yo conozca, ha antepuesto su ideologia o la del Presidente de los USA a la obtencion de beneficios.

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