VALENCIA. Si hay algo que nos une a los europeos es la tendencia común a querer poner cara al bueno, al malo y al feo. Una tendencia que se ha acentuado con motivo de la crisis económica y política que, sin duda, ha contribuido a deteriorar la imagen de la Unión y a afianzar un reparto de papeles que nadie quiere. Desagradables, injustos o incluso justos, estos roles no deben tener cabida en la Unión de los 27 pero sobre todo no debemos dejar que empañen o distorsionen el día de Europa.
Por trillado que parezca, no está demás recordar que el día de Europa debe servir para que todos conmemoremos el por qué de la Unión y tengamos presentes las trabas que hemos tenido que superar los europeos para llegar al 9 de mayo de 2013. Las dos guerras mundiales, la necesidad de reconstruir una Europa comatosa y hacer de ella una unión capaz de competir a nivel mundial, y algo tan esencial como la Carta de los Derechos Fundamentales, son razones de peso que ni los llamados euroescépticos pueden negar. Un comportamiento y una actitud ante las vicisitudes vividas que nos han hecho valedores del Nobel de la Paz. La historia debe ser recordada para decirle al malo que fue bueno, al bueno que fue feo y a éste que en el pasado fue bueno y malo.
La historia forma parte de quienes somos, los euroescépticos serán una constante en la construcción europea, remontaremos las crisis que, muy a nuestro pesar, suelen ser cíclicas, pero me preocupa que no recordemos como la Unión contribuye con nuestro día a día, que no recordemos que somos europeos; en definitiva, que olvidemos los valores y raíces que nos unen. Olvidar qué es la Unión Europea da lugar a que haya voces que especulen sobre cómo estaríamos si volviéramos al Estado-nación. Siguiendo esta lógica, de fallar el Estado-nación deberíamos renegar de su existencia refugiándonos en las regiones, muchos ya propugnan esto, y si éstas no diesen los resultados esperados nos quedarían las provincias, en peligro de extinción según otros, y por último, los municipios, a los que en última instancia podrían sucederles las aldeas.
Caricaturizar el problema ni lo esconde ni lo soluciona. La realidad es que la ciudadanía desconoce lo que es la Unión Europea, a lo que se suma el desencanto hacia Europa desencadenado por la crisis económica y política. De esta situación tan sólo podemos culparnos nosotros mismos. El año de la ciudadanía europea debería ser todos los días, las instituciones no deben dejar en manos de otros la tarea de comunicar y enseñar Europa. Entre nuestros errores está haber pensado que una vez puesta en marcha ya estaba todo hecho. No es que seamos mayores de edad, es que tenemos más de 50 años y estando en la madurez de la vida no nos podemos cuestionar si existimos o no.
A la madurez hemos llegado a golpe de martillo. Unos martillazos que han dado lugar a una crisis política y a un reparto de papeles que no tienen razón de ser si tenemos en cuenta nuestras propias reglas del juego.
Por reglas del juego me refiero, entre otras, a la Carta de los Derechos Fundamentales que hace referencia a la solidaridad como principio vinculante de toda acción de la Unión, o a la Estrategia Europea a alcanzar en 2020 que se basa en una apuesta triple por el crecimiento, esto es, un crecimiento sostenible, inteligente e incluyente. En este sentido, recordar mi defensa en el Parlamento Europeo por el "ahorro inteligente" y las conclusiones del congreso europeo de 2012 del partido al que pertenezco, que abogan por una Europa regida por el principio de solidaridad y con unas prioridades claras: consolidación fiscal, unión bancaria y una mayor integración.
Ni buenos, ni malos, ni feos. La Unión Europea durante años nos ha proporcionado paz, estabilidad económica y crecimiento; y ahora no tiene tiempo que perder. La Unión debe coger las riendas de nuestro futuro y darle el cambio que necesita. No hay recetas mágicas, incluida la Unión cada cual tiene su idiosincrasia e inercia, pero si voluntades comunes y los 500 millones de europeos nos merecemos desterrar el pesimismo existente y apostar por más Europa. Hace un año vaticinaban que la Unión se desplomaría tal castillo de naipes, pero no ha sucedido. "Unida en la diversidad" es el lema Europeo desde hace 13 años, un lema que hace referencia a la paz, a la prosperidad, y al beneficio procedente de esa gran diversidad.
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Eva Ortiz Vilella
Eurodiputada
del Partido Popular
Miro la primera foto (y como esa he visto cientos).... y pienso..... los mayores euroescépticos los propios eurodiputados. Comience por ahí, renuncie también a sus privilegios y prebendas, recorte la ociosa megaestructura de la Unión Europea y luego pida apoyos. La canción ya nos la sabemos.
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