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Lo peor de lo peor (¿y 2?)

JOAQUIM CLEMENTE . 04/03/2013

VALENCIA. "Empecé ordenando el tráfico y terminé dirigiendo todo el escenario, que es lo bonito, lo que a mí me gusta. Es que al final mi bagaje es impresionante...". Esta frase, que debería esculpirse en piedra, no sé, en la carcasa agrietada del Palau de les Arts, por ejemplo, la pronunció el expresidente de la Generalitat Valenciana Francisco Camps hace unos meses. En una mítica entrevista concedida a la revista Telva, el ya entonces exjefe del Consell se mostraba dispuesto, tras su absolución por el caso de los trajes, a dirigir la Generalitat o el Gobierno de España o lo que hiciese falta. 

Afortunadamente, la figura política de Camps languidece en el Consell Jurídic Consultiu, donde tiene despacho, y en Les Corts, donde tiene escaño. Nadie, salvo los muy campistas, se ha planteado recuperar al ex molt honorable para que dirija los destinos de esta nuestra comunidad. Pero el mero hecho de que Camps siga ocupando puestos de responsabilidad política o institucional no deja de ser significativo.

Lo es porque en estos momentos nadie en su sano juicio duda de que las políticas -y la forma de hacerlas- de los años en que Camps estuvo al frente de la Generalitat Valenciana son responsables de los males que padece la Comunitat Valenciana. A saber: una crisis económica insoportable, con una tasa de paro desbocada y un tejido productivo y financiero en demolición, y una crisis institucional permanente, con una Generalitat puesta en duda ya sea por su incapacidad para afrontar sus deudas como por los numerosos casos de supuesta corrupción en los tribunales. 

La consecuencia de todo eso -y más- es una crisis de imagen, y por tanto de credibilidad, de la Comunitat Valenciana, convertida en ejemplo de todos los excesos, y de sus consecuencias, cometidos en la España del ladrillo y el dinero fácil, barato y abundante. 

La semana que dejamos atrás, nos ha vuelto a poner en la primera fila de las mala noticias. El jueves se dio a conocer la cifra del déficit de las comunidades autónomas. Pese a que el mal dato se esperaba, la desviación del 3,45% que se nos adjudicó superó las previsiones más pesimistas. Pero la puntilla a ese mal dato es que es el peor de todas las comunidades.

El conseller de Hacienda, Juan Carlos Moragues, trató de explicar las razones de esa desviación tan notable. No le falta razón al conseller cuando se lamenta del mal sistema de financiación autonómica que padecemos. Pero mientras llega una hipotética reforma, ¿qué vamos se va a hacer para evitar que gastemos 3.460 millones más de los que ingresamos? Pues no se sabe. Y no se sabe porque hay un hecho cierto: la polítca de ahorros a la que se agarra el Consell para evitar recortes más drásticos no podrá nunca salvar un déficit convertido en estructural.

Un inciso: las consecuencias de un déficit de esta magnitud van más allá de los recortes. Esos 3.460 millones de euros en que nos hemos pasado es dinero que no se paga a proveedores. Así que den por hecho que las facturas impagadas se están volviendo a amontonar en el despacho de Moragues o más bien almacenando en ese sistema informático tan novedoso (RUF) pensado para evitar que se escondan facturas en los cajones, práctica habitual en las administraciones públicas.  

Cerrado el paréntesis, volvemos a igualmente cruda realidad. Con ese escenario, la deuda de la Generalitat se dispara. Y lo hace porque no puede pagar sus facturas y, ante semejante drama, no le queda otra que buscar el dinero que nos presta el Estado. Un dinero que no es gratis, con lo que los intereses aumentan de forma exponencial cada vez que pedimos más y más dinero prestado. 

El de la deuda es un problema grave. Cercana al 25% del PIB, es inmimente que se conozcan los datos del Banco de España sobre el endeudamiento en la Comunitat Valenciana correspondientes al último ejercicio, pero háganse a la idea, una vez más, de que estaremos en la cabeza del triste ránking de las autonomías más endeudadas.

Dijo Moragues el otro día que la ingente deuda de la Genealitat -ya casi dos veces el presupuesto general de un año corriente- no se ha generado por las grandes obras o los grandes eventos, que en reallidad los dos decenas largas de miles de millones que debemos son la consecuencia de la infrafinanciación. Me permitirá el conseller que discrepe. Porque son el conjunto de las políticas que ha desarrollado la Generalitat en los últimos 16 años las que nos han llevado hasta aquí.

Y en ese conjunto, tanto el del bagaje impresionante como su predecesor, Eduardo Zaplana (que tiene la barra de ir presumiendo de que dejó a la Comunitat Valenciana en una posición inmejorable como si no hubiera sido él el autor intelectual de esa forma de hacer política), conjugaron sin mesura la creación de empresas públicas y fundaciones opacas por las que se han distraído innecesariamente cantidades ingentes de dinero público, las inversiones faraónicas y un descontrol del dinero de los contribuyentes, dilapidado ante la desidia de todos los consellers de Hacienda que han sido: desde José Luis Olivas a Gerardo Camps.

Todo ese entramado -del que algunos se aprovecharon ilegalmente- contribuyó de manera decesiva a conformar la situación actual. Y en muchos casos permanece como un agujero negro capaz de tragarse dinero que se necesita de forma urgente para cosas que sí son importantes. Y no lo digo yo, que también. Lo reconoció el propio vicepresidente del Consell, José Císcar, el viernes pasado al asegurar que "aún queda mucho margen" para recortar gastos ¿impropios? en el sector público empresarial. ¿Por qué no lo hacen?

La exasperante lentitud con la que se ha abordado el desmantelamiento del hipertrofiado sector público empresarial es solo uno de los fracasos de la política de Alberto Fabra para recortar gasto. Tampoco se ha conseguido reducir costes en Sanidad en la medida programada. Fuentes de la Consellería de Sanidad hablan y no acaban del patio que ha dejado Luis Rosado tras de sí.

Los 3.460 millones de déficit de este año no requiere de medidas de ahorro del gasto corriente, que también. Necesita de un cambio en profundidad. Porque la alternativa será que Cristobal Montoro envíe a sus hombres de negro y decidan por nosotros más de lo que ya lo hacen. La advertencia ya está sobre a mesa. 

Y si tan convencidos están los responsables del Consell de que sin un cambio de modelo de financiación autonómica no hay solución -algún conseller calcula que sin esas modificación no duramos un año- Alberto Fabra y su equipo -y aquí es necesario también un consenso político y social que refuerce la postura de la Generalitat- deje de pedir con la boca pequeña en Madrid y pase a reivindicar con firmeza la revisión del sistema. Y si eso supone un enfrentamiento con sus compañeros del PP en Génova, el Congreso o La Moncloa, sea. No habrá que recordarle a Fabra que a quién representa es a los cinco millones de valencianos y que en este asunto nos jugamos el futuro, ¿verdad?

Un futuro que, mientras no se solvente el grave problema de financiación de la Generalitat no se podrá empezar a diseñar, por muchos planes que se hagan. El propio Moragues reconoció el jueves que, mientras esto siga así no hay dinero para políticas que incentiven el crecimiento económico. Al menos en las cantidades que merecen los más de 700.000 parados valencianos.

Dijo el otro día un amigo periodista en una mesa redonda a la que asistí que cuando Zaplana llegó al poder, pese a lo que decía en sus dicursos, no perseguía despertar la autoestima perdida de los valencianos. "En realidad lo que se perseguía y se consiguió es que los valencianos perdiesen los escrúpulos". No puedo estar más de acuerdo. Porque esa teoría explica a la perfección los años que hemos dejado atrás. De pelotazos inmobiliarios a gastos suntuarios, de la criminalización de las voces discordantes a proyectos absurdamente caros e innecesarios, a la impunidad con que algunos se movían por la Comunitat Valenciana.

Los saqueos de al menos dos de las entidades financieras de referencia en la Comunitat Valenciana, Caja del Mediterráno (CAM) y Banco de Valencia, son muestra de esa falta de escrúpulos. Gestiones supuestamente delictivas que han acabado con la caja y el banco desvalijadas, intervenidas y vendidas. Dijo hace algo así como año y medio el entonces gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que la CAM era "lo peor de lo peor".

MAFO aún no sabía (y ya le vale) lo que después se descubriría en Banco de Valencia, donde, según se desprende de las querellas presentadas por el FROB, el consejero delegado Domingo Parra, impulsó con un grupo de empresarios operaciones lesivas para el banco en benefico de las empresas ahora también denunciadas. El volumen de ayudas que ha tenido que recibir Banco de Valencia para no ser liquidado y el volumen de denuncias presentadas por el órgano público que lo ha gestionado desde su intervención, avalan las palabras, en este caso, del ministro de Economía, Luis de Guindos. "Banco de Valencia es el compendio de todos los males del sistema financiero español".

Se quejan, especialmente desde el Palau de la Generalitat, de que en la opinión pública -la de todo el mundo, que ya estamos en el mapa- tiene una pésima imagen de la Comunitat Valenciana. Estoy de acuerdo. Pero también dicen que "es exagerada". Y en eso ya no estoy de acuerdo. Ya no porque se magnifiquen más o menos las tropelías cometidas en nuestro territorio. Mi desacuerdo estriba en que, detrás de ese mensaje, lo que subyace es la negación de unos años nefastos para la Comunitat Valenciana. Y mientras eso siga así, mientras no se asuman los errores -e incluso se persiguan penalmente si es necesario- y se aparte a quienes lo propicieron -y propician, ¿verdad señor Carlos Fabra?- no habrá forma de cerrar esta etapa negra.

Y cerrar una etapa con decisiones valientes y firmes, que alejen a la Generalitat actual de la de entonces es el primer paso para dejar de ser lo peor de lo peor. En las manos de Alberto Fabra está. Al menos, de momento...

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5 comentarios

JOB escribió
10/03/2013 20:57

Mentira. Diversos estudios establecen la infrafinanciación autonómica por parte del estado español entre 1.000 y 2.000 millones de euros al año. Y así durante veinte años. Asi que con tres años de financiación justa, los valencianos no tendriamos déficit. Los numeros cantan, más allà de una gestión económica de la Generalitat ineficiente y corrupta.

Javier escribió
05/03/2013 22:19

Interesant article. El passat es mostra cristali i el futur cru i fosc pero real.

SO. ANDRES CASTELLANO MARTI escribió
04/03/2013 16:57

Durante muchos años, demasiados, hemos estado gobernados por lo que en madrileño se llaman pijos, que no tenían ni pajolera idea de lo que era administrar nada, logrando en su ignorancia arruinar las tierras valencianas. Siendo lo más triste, que dichos personajes carecen de vergüenza. Y contra todo pronóstico de honradez siguen queriendo estar donde nunca debieron de haber llegado. Incluso ellos se venden como los idóneos para sacarnos de una crisis de la que dicen, dicen ellos, no tienen la culpa. Dentro de muy poco cuando se enseñe a los jóvenes los desastres de la política mal gestionada, se les mostrará de ejemplares máximos, de nefastos administradores; cuando no, de verdaderos sinvergüenzas. Si fueran valencianos de verdad dimitirían y desaparecerían. So. Andrés Castellano Martí.

MR escribió
04/03/2013 14:43

Buen artículo. Con los datos en la mano el principal causante del tremendo endeudamiento es el déficit de financiación histórico. El despilfarro también ha contribuido pero menos; no obstante es sangrante que una parte importante de ese endeudamiento venga de una pésima gestión. Además a mí siempre me surge la pregunta: si hubieramos tenido más financiación, se habría gastado bien o habría ido destinada al despilfarro? Conociendo a nuestros políticos ......

Boro Inot de las Marismas escribió
04/03/2013 08:22

Excelente artículo, enhorabuena. A estas alturas ya no confío en que la solución provenga del interior de una Generalidad Valenciana con nula capacidad de regeneración. Fabra tuvo una última oportunidad, al menos de intentarlo. Las Cortes Valencianas, el Gobierno Valenciano y sus subordinados no saben hacer otra cosa que lo que describe el artículo. La enorme maquinaria pierde presión por todas sus Juntas, fue creada para lo que fue creada y solo sirve para eso, sus piezas no se pueden reciclar. La pelota no para de crecer. Cuanto antes vengan, mejor.

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