Los valencianos tenemos nuestras particulares 'estrellas de la muerte' construidas con dinero público, parte del cual la Generalitat quiere recuperar... o al menos que no nos cuesten más
VALENCIA. El Gobierno Federal de los Estados Unidos comunicó esta semana pasada que no entra entre sus planes construir la Estrella de la Muerte. La idea la había propuesto un grupo de ciudadanos a través de una recogida de firmas dentro de un plan muy de la política anglosajona que permite a los contribuyentes dar su opinión sobre en qué se debe gastar su Gobierno el dinero de sus impuestos.
La Casa Blanca, en una respuesta no exenta de cierto sentido del humor, justifica la decisión por tres motivos fundamentales: el elevado coste (850.000.000.000.000.000 dólares), la política de no destruir planetas que defiende la Administración de Barack Obama y las reticencias a construir una estación espacial con un pequeño fallo de diseño que permite que una sola nave tripulada por un hombre pueda destruirla.
Cuando leí la historia, ampliamente difundida en los medios de comunicación de todo el mundo por su toque absurdo, no pude evitar la sensación de que si esa propuesta hubiese llegado a la Generalitat Valenciana hace cinco años alguien podría haber pensado que no era tan descabellada la idea. En esos años en los que la carencia de fe en nuestras posibilidades resultaba tan molesta para Francisco Camps o para Eduardo Zaplana, el dinero era una cosa sin importancia. Todo era cuestión de endeudarse, que los euros parecía que los regalaban.
¿Cree que exagero? Quizá. Pero déjenme que apunte algunas de las estrellas de la muerte que hemos construido los valencianos con dinero público: Terra Mítica, Ciudad de la Luz, Ciudad de las Artes y de las Ciencias, Aeropuerto de Castellón...
De todos estos proyectos hemos escrito hasta la saciedad en todos los periódicos, incluido este. Pero no está de más seguir recordando que la labor de un Gobierno no es construir estudios de cine o parques de aventuras. Porque la memoria es corta y la tentación de embarcarse en un parque ferrari o excentricidades similares acecha en cada legislatura.
Todos estos despropósitos, que nos han costado muchos millones de euros de dinero público, vienen al caso ante la acertada decisión del Consell de crear una comisión de seguimiento de la venta de estos activos (duele menos llamarlos así que pozos sin fondo, por ejemplo) o de la externalización de su gestión, en un intento del ejecutivo de Alberto Fabra por recuperar parte del dinero despilfarrado o, al menos, evitar que nos cueste más.
Lo cierto es que empezaba a resultar chocante que las supuestas ofertas para quedarse con el Aeropuerto de Castellón o la Ciudad de la Luz llegaran a través de inversores desconocidos a través de intermediarios inquietantes. ¿Acaso es normal que un personaje de tan dudosa reputación como el expresidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, sea el que negocia con los supuestos interesados en quedarse con el aeropuerto?
La Generalitat no es una empresa privada, por mucho que sus sociedades se rijan por ese derecho. Es por tanto imprescindible que la venta de esas empresas se realicen ya no solo con transparencia sino también dentro de un proceso competitivo que aleje cualquier sospecha. Aunque el proceso fue el contrario, cuánto echamos de menos que la compra de Valmor, la empresa fantasma -porque sus socios nunca pusieron un céntimo- que tenía los derechos del Gran Premio de Fórmula 1, se hubiera realizado con unas garantías que ahora no tenemos.
¿Está en venta el aeropuerto de Castellón? Hagamos un pliego de condiciones para su venta. Marquemos plazos y ofertas mínimas que estamos dispuestos a aceptar. Que se presenten ofertas firmes y elijamos la más beneficiosa para los intereses de los valencianos. Los mismo con la Ciudad de la Luz, con la VIU (esa universidad tan virtual que cuesta distinguirla) o con lo que sea.
¿Que queremos privatizar la gestión de la Ciudad de las Artes y de las Ciencias? Lo mismo. Concurso, pliego de condiciones y a la mejor oferta (y a ser posible que no nos cueste dinero, como ocurre con L'Oceanogràfic, el modelo que se quiere replicar). Y así todo. ¿Es tan difícil?
La Generalitat Valenciana nunca debió ser propietario de estos activos que ahora quiere vender, pero puestos a construir estrellas de la muerte, habrá que encontrar un comprador. Y mientras, al conseller de Economía, Máximo Buch, preocupado por las ofertas que llegan por el aeropuerto de Castellón, le recomiendo que se lea la respuesta de la Casa Blanca a tan estrambótica propuesta. Porque no solo rechaza construir el arma de destrucción masiva de Darth Vader. También hace una defensa ilusionante sobre la investigación espacial y la necesidad de formar a nuevos científicos que ayuden en el desarrollo de la humanidad. La carencia de fe en la ciencia resulta molesta...
Genial article, com sempre
Es tan brillante el texto que casi esbozo una sonrisa, pero recuerdo el resto de noticias y no soy capaz. Sinceramente, capitostes del consell, cómo sienten sus estómagos cuando saben que lo único que saben y pueden hacer es mover la patata caliente de los impagos y que los más desfavorecidos son los que se están quemando? A los anteriores, no les pregunto, porque encima están orgullosos de sus obras.
Está mal que hayamos construido nuestras estrellas de la muerte, pero está peor que las hayamos pagado al triple de su precio y todavía peor que no funcionen, ni una; y todavía peor que sus promotores y gestores continúen tranquilamente en sus cargos haciéndonos la vida imposible..
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