Alfonso Maldonado es notario de Valencia y miembro del Consejo Social de la Universitat de València
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VALENCIA. Antes de dar respuesta a la cuestión "Qué demanda la sociedad de la Universidad" conviene abordar qué entiende la sociedad por Universidad. Para ello podemos acudir al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, que contempla tres raquíticas acepciones para tan magno concepto:
1ª.- Como institución de enseñanza superior que comprende diversas facultades y confiere los grados académicos.
2ª.- Como instituto público de enseñanza de estudios mayores.
3º.- Desde una perspectiva material, como Edificio o conjunto de edificios destinados a las cátedras y oficinas de una Universidad.
Estas acepciones informan la que podríamos considerar como concepción 'popular' de la Universidad, que forma parte del acervo común y por tanto, de la sociedad, lo que excluye ahora analizar una concepción más trascendente de Universidad.
Presumiendo pues esta concepción popular, he hecho una encuesta a unas sesenta personas de diferentes ámbitos profesionales con el tema "Qué demanda la sociedad de la Universidad". De estas personalidades han contestado aproximadamente la mitad, lo que ya revela el medio interés que la cuestión suscita. Pero los que han contestado se han tomado su tiempo, y en mi opinión, sus respuestas superan con creces la citada concepción 'popular' de la Universidad.
Estas respuestas pueden agruparse de la siguiente manera:
1ª.- Que la Universidad dote a los estudiantes de las herramientas profesionales y personales necesarias para construir su futuro profesional, y a los profesores de los medios necesarios para impartirlas. Se pide que la Universidad transmita a los alumnos valores tales como la honradez, la honestidad, la humildad, la responsabilidad, el esfuerzo, el talante emprendedor, la capacidad de análisis crítico, y la capacidad de adaptarse al mundo práctico.
En cuanto al profesorado, más calidad en la enseñanza y mayor vocación y compromiso con el alumnado, con una actitud más activa, implicándose en el aprendizaje del estudiante, dotándolo de una capacidad reflexiva pero sin intromisiones, ni adoctrinamientos.
2ª. Que fomente, recompense y prestigie la excelencia, tanto entre los estudiantes como entre el profesorado. Que potencie la competitividad entre los alumnos con reconocimiento del trabajo, el esfuerzo y el sacrificio, convirtiéndose en centro de prosperidad y oportunidades para el estudiante. Que potencie el deporte como instrumento para el más adecuado rendimiento académico del alumno.
Algunos encuestados, según su profesión o actividad, desdeñan la excesiva enseñanza teórica desgajada de la práctica. Otros, sin embargo, advierten que una mala calidad teórica se traduce en una peor preparación práctica. Y una tercera posición habla de equilibrio entre teoría y práctica.
3ª. Que fomente, recompense y prestigie el riesgo y la iniciativa personal, tanto entre los estudiantes como entre el profesorado. Se demanda que la Universidad dote a la sociedad de capital humano de calidad científica, técnica y creativa.
Se reclama que la enseñanza académica imprima un talante emprendedor en el alumnado, que se transfiera la concepción de que es la generación del futuro, y que abandone la concepción de la comodidad del sueldo o salario seguro o de carácter funcionarial. En cuanto al profesorado, que se premie la academia y la investigación, con reconocimiento publico.
4ª.- Que la Universidad esté en contacto y fomente el intercambio de conocimiento con universidades líderes de otros países, y por tanto, que enseñe y conozca idiomas, primando la docencia en español, inglés, alemán, francés o incluso chino aparte de lenguas minoritarias de uso local dado el mundo globalizado en que vivimos.
5ª.- Que tenga una relación fluida y efectiva con la empresa, privada y pública. Se habla de que la Universidad es co-responsable de la orientación e inserción laboral, de la difusión de la cultura, de la información científica y técnica y de la creación de medios que permitan desarrollar la innovación.
6ª.- Que investigue por y para la sociedad; y en su consecuencia que enseñe la metodología de la investigación, y produzca, conserve y transfiera el conocimiento.
7ª.- Que tenga independencia absoluta del poder político. Que haga uso de su autonomía, tutele la libertad de pensamiento, de opinión y de expresión, y sea un agente activo para el progreso social.
8ª.- Que esté regida por miembros relevantes y contrastados de la vida académica, profesional y social, y que, como agente de cooperación internacional, fomente el intercambio de expertos.
Si hacemos una comparación entre estas demandas con las que recogen los textos legales que regulan holística y específicamente la Universidad podemos concluir que no hay grandes diferencias. Estas mismas exigencias se advierten, por ejemplo, con matices, en el Preámbulo de la Ley Orgánica de 12 de abril de 2007, que modifica la Ley orgánica de Universidades de 2001.
Sin embargo, el legislador -conocedor de la trascendencia que la educación tiene para el sistema-, establece, aparte de concesiones, otras demandas -mas bien exigencias- que son básicamente las siguientes:
1ª.- Que la Universidad rinda cuentas de sus funciones.
2ª.- Que profesionalice la gestión.
3ª.- Que se entienda con el Estado y las CCA
4ª.- Que exija un mayor rigor en la acreditación del profesorado.
5ª.- Que impulse la transferencia al sector productivo de los resultados de su investigación.
6ª.- Que se intensifique la interacción entre el sistema universitario y el productivo.
7ª.- Que permita una mayor participación del alumnado en el sistema universitario mediante la creación del estatuto del estudiante.
En su consecuencia, si se tiene en cuenta la voluntad social de la calle y la voluntad social representada en la Ley, puede concluirse que la Universidad es el centro de muchas demandas y exigencias, pero una atenta observación de sus actividades, permite concluir que cumple mejor o peor con todas ellas.
Que la función universitaria es perfectible, nadie lo niega. Pero que su misión tampoco es advertida escrupulosamente por la sociedad, seguro que también. Pero la Universidad es generosa, no solo escucha y atiende las demandas sociales y exigencias legales, las acata y gusta de satisfacerlas pues también es orgullosa.
Si se tiene en cuenta que todas las demandas y exigencias a la Universidad implican el reconocimiento de la misma como uno de los pilares esenciales de la sociedad, es claro que ha de contar con los medios necesarios para cumplirlas. Y aquí es donde cabe plantear la otra gran cuestión; a quién demanda, y qué demanda la sociedad para que la Universidad -en estos tiempos de crispación- pueda cumplir con sus mandatos, y materializar los sueños, hoy rasgados, de toda una nación.
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