(OTR/PRESS). Lo que viene sucediendo en las vísperas no sólo no presagia nada bueno sino que todo hace pensar en que ni el uno ni el otro tienen el menor interés en que el milagro se produzca. No se explica que cuando faltan horas para esa reunión se dediquen descalificaciones mutuas de muy grueso calado y todos invoquen el bien de España para justificar sus pretensiones. Mal asunto cuando algo que debería ser tan racional y científico como es un pacto económico, se tiene que refugiar tras conceptos tan sentimentales.
No vamos bien y esto no es más que una lucha contra el tiempo, una apuesta a futuro por saber quién va a acabar antes: si la crisis con Zapatero o Zapatero con la crisis. En cualquier caso es un problema de ZP en el que Rajoy, asista como asista, ya sea de espectador o de abajo firmante de un posible pacto, tiene las papeletas hipotecadas. Contemplemos los supuestos.
Es posible que la crisis remita antes de las elecciones. El triunfo se lo apuntará en todo caso el Gobierno tanto si el PP hubiera participado en ese pacto como si no. Si no participa y la crisis acaba, sería peor, claro, pero no mucho peor que si hubiera entrado.
La otra posibilidad -según los expertos, más creíble- es que la crisis continúe más o menos instalada hasta la elecciones. El Gobierno, entonces echará la culpa al PP de no haber contribuido sumándose al pacto. Pero si se suma y la crisis no termina, a Rajoy no le quedará discurso alternativo porque se habrá convertido en socio de una política incapaz de acabar con el problema. No lo tienen fácil los de Génova y menos aun si a la vez que miran el calendario electoral con el ojo derecho, contemplan con el izquierdo las fechas posibles de su particular vía crucis llamado Gürtel.
Lo malo de todo lo que he escrito es que sólo lo hago desde la óptica de unas elecciones y no desde el interés general de la gente. Pero es que es así como los miran los partidos y que nadie espere que ninguno de ellos de una puntada sin hilo, un voto de confianza a cambio de nada o un apoyo gratuito por el bien de la comunidad (a no ser su comunidad autónoma).
Y además, sigue vigente el complicado tema ideológico del que en su día hablara Zapatero. Traducido a medidas concretas posibles para el jueves-milagro: ¿cómo poner de acuerdo a quien está convencido de que es necesario subir impuestos con quien cree que lo fundamental es bajarlos? Y esto no es más que un ejemplo. Tal vez sí pudieran ponerse de acuerdo en alguna cosa concreta, pero eso no bastaría.
Lo dejo para el final porque sé que lo que voy a decir no tiene ninguna posibilidad: lo que está en quiebra técnica es el modelo de estado autonómico, no su idea, que me parece bien con reparos, sino su financiación. Se nos ha ido de las manos y ese es un hecho al que nos tendremos que enfrentar alguna vez. O hacemos un estado federal con todas sus consecuencias, o limitamos el poder devorador de las autonomías. Lo que no puede sostenerse es este invento raro que no es ni una cosa ni otra y del que solo sabemos que nos sale carísimo.
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