X AVISO DE COOKIES: Este sitio web hace uso de cookies con la finalidad de recopilar datos estadísticos anónimos de uso de la web, así como la mejora del funcionamiento y personalización de la experiencia de navegación del usuario. Aceptar Más información
GRUPO PLAZA
EN CONTRA, CON MATICES

"Sería contraproducente en determinados escenarios"

ISABEL GIMÉNEZ *. 12/10/2012

VALENCIA. Hablar de la Tasa Tobin ofrece más de una paradoja. La primera radica en su propia denominación, ya que el primer economista que introdujo este concepto no fue el premio Nobel Tobin, sino Lord J.M.Keynes en los años 30, aunque de forma elitista y selectiva. El caballero británico consideró, en base a determinados argumentos cuestionables, que las transacciones efectuadas en los mercados norteamericanos eran "especulativas", y por tanto, objeto de gravamen, pero las transacciones británicas quedaban excluidas por ser inofensivas, al estar vinculadas a la economía real. Curioso punto de vista para un feroz especulador en derivados que consideraba esta afición equiparable a rellenar el crucigrama o consultar los resultados de las carreras de galgos.

Hoy por hoy el debate es diferente, pero el posicionamiento del Reino Unido cobra mayor importancia debido a la elevada concentración de operaciones financieras de la city londinense con respecto al resto de Europa.

Si la Tasa Tobin se impulsara a escala mundial no existirían posibles arbitrajes fiscales, pero cuesta difícil de creer que se alcance dicho acuerdo, por muchas razones, empíricas y culturales. El posicionamiento del Reino Unido con respecto a las propuestas de regulación financiera provenientes de Bruselas históricamente ha sido distante, y en numerosas ocasiones, abiertamente contrario. En este caso no tiene porqué ser diferente. Recordemos que la propuesta ha partido de Francia y Alemania durante un periodo electoral y que en el caso de adherirse, los principales aportantes de ingresos serían los británicos pudiendo incumplirse el principio de fair sharing entre países. Parece ingenuo y peregrino creer que estos "supuestos" ingresos servirían para cubrir el presupuesto comunitario y se repartiría entre todos lo aportado principalmente por algunos.

Conviene recordar que las transacciones financieras han sido una de las principales líneas de expansión de la globalización económica, y que cualquier gravamen fiscal supone una huida de los capitales para la zona geográfica en la que se aplique al tiempo que un encarecimiento de los costes de financiación. Otras posibles externalidades serían la reducción de la liquidez en los mercados afectados así como un aumento de la volatilidad en los productos financieros.

Los precedentes históricos tampoco son alentadores. En 1984 se introdujo en Suecia un impuesto temporal sobre determinadas transacciones financieras que fue abolido en 1991 por sus efectos contraproducentes. En el caso sueco, durante la primera semana de implantación del gravamen, el volumen de negociación de los bonos de deuda pública cayó un 85%, el de futuros un 98% y la de opciones desapareció. El 60% de la negociación de los once valores más líquidos de los mercados de capitales se trasladó a la city, y el 30% de toda la negociación en renta variable se realizaba fuera de sus fronteras. Por todo ello, la recaudación neta del gobierno sueco no se correspondió con lo que habían previsto.

Además de ello, la introducción de un gravamen a las entidades financieras no supone necesariamente una mejora en su gobierno corporativo al no afectar ni a sus reglamentos internos de conducta, ni a su política de retribuciones, ni a la definición de sus sistemas internos de control ni a su gestión de riesgos. Desafortunadamente, tampoco la tasa Tobin ayudará a prevenir ni evitar las crisis financieras.

Así pues, parece que el foco debería situarse en otro lugar, y no utilizar en periodo electoral determinadas palancas fiscales que aparentemente generan ingresos pero que conllevan externalidades rara vez analizadas y que pueden ser a medio plazo incluso contraproducentes en determinados escenarios.

Un tema importante que facilitaría la introducción de la Tasa Tobin a escala internacional sería que la propuesta se originara desde Londres, dado su protagonismo y experiencia exitosa en la introducción de impuestos sobre transacciones financieras, el conocido stamp duty para nuevos valores implantado en 1808.

Por último, conviene poner de manifiesto la idoneidad temporal, quizás este tipo de medidas novedosas sería más apropiado impulsarlas durante un periodo expansivo, en el que las cuentas de resultados son más porosas, la relación coste-beneficio del gravamen cobre más sentido, y además, los cambios culturales resulten menos traumáticos para todos. El éxito de la medida garantizaría su sostenibilidad más allá del ciclo político, llámese Tobin o Keynes.

_________________________________________________
* Isabel Giménez Zuriaga es directora general de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros

Comparte esta noticia

comentarios

Actualmente no hay comentarios para esta noticia.

Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.

Escribe un comentario

Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.

publicidad