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La paradoja del patrón euro

JORDI PANIAGUA SORIANO (*). 18/04/2012 "Nos puede resultar chocante sustituir el "Reino de España" por la "Comunidad Autónoma Española", pero las alternativas son más dolorosas, incluso para nuestros acreedores. El balance del Bundesbank también se vería seriamente perjudicado si se saldara la deuda en dracmas, pesetas y liras..."

VALENCIA. Desempleo del 20%, huelgas, conflictividad laboral, pérdida de competitividad exterior, salaries inflexibles y tipos de interés altos. Por increíble que parezca, no es la España del 2012, es el Reino Unido justo antes de 1931, cuando abandonó definitivamente el patrón oro.

Durante los 60 años precedentes las principales economías mundiales sujetaban sus divisas a las reservas de oro de los bancos centrales. Sus virtudes: elimina el riesgo de fluctuaciones monetarias en el comercio y la inversión y elimina la política monetaria. Si un país experimentaba un déficit exterior, volvía automáticamente al equilibrio mediante una restricción del crédito que propiciaba una disminución de los salarios.

Con ello, aumentaba la productividad, aumentado de nuevo la entrada de oro al país con más exportaciones. Suena fantástico si no fuera porque la gente tiene una resistencia natural a bajarse el suelo. La presión de los sindicatos y partidos políticos favoreció que un país tras otro abandonaran el patrón oro y la recuperaran la devaluación monetaria como política económica. El candidato demócrata a la presidencia de EEUU lo resumió en 1896 una su memorable frase: "No crucificarás a la humanidad en una cruz de oro".

¿Les suena de algo esta situación? Con la introducción del euro se ha revivido, aunque en menor escala, los problemas que sufrieron nuestros (bis)abuelos en la Europa de entreguerras a causa del patrón oro. Nos volvemos a ver forzados a una gran devaluación interna a causa de la restricción del crédito por el "patrón euro". Seguramente no pasará mucho tiempo antes de que alguien se vuelva a preguntar cuánto tiempo más estaremos bajo el yugo del euro. Sobre todo, si analizamos las ventajas que nos iba proporcionar la monedo única a los países miembros.

Paradójicamente, la introducción ha conllevado a unos resultados opuestos a los esperados cuando se introdujo el euro. Sin embargo, los hechos han desmontado los tres pilares en los que se asentaba la monedo única: disminuir la incertidumbre en las transacciones, armonizar los tipos de interés y evitar los déficits por cuenta corriente.

La incertidumbre, más que disminuir ha aumentado. Incluso se duda de la veracidad de las cuentas públicas, como en el caso de Grecia, o la de capacidad de maniobra efectiva de España.

• Aunque los tipos de interés "oficiales" sean los mismos en Alemania que en España, el tipo de interés real es mucho mayor aquí que allí. Se ha producido una ruptura en el sistema crediticio y el coste de financiación efectivo para las empresas de distintos países es dispar.

• Los países periféricos estamos sufriendo de nuevo déficit en la balanza de pagos. El último informe de Bruegel, un think-tank belga, pone en evidencia el tercer supuesto del euro. Identifican cuatros parones súbitos en Irlanda, España, Portugal y Grecia a causa de una huida masiva de capital privado, que se ha suplido por entradas de capital público.

Se pensaba en los años 90 que la moneda común nos aislaría de presiones especulativas. Una crisis en un determinado país no podría ser capaz contagiar de manera significativa al sistema bancario europeo, al igual que ocurre en las regiones dentro de un país. El euro convertiría automáticamente a países soberanos en comunidades autónomas de Europa, disipando el riesgo monetario.

Al igual que sucedió con el patrón oro (y en cualquier sistema de cambios fijos), una vez que el mercado financiero empieza a cuestionarse la viabilidad de una moneda, ésta se vuelve vulnerable a la especulación. Antes se vendían divisas a la espera de la devaluación para recomprara moneda mucho más barata. Ahora se presiona la prima de riesgo para comprar deuda pública en euros cinco puntos por encima del tipo oficial.

Como señala el autor de la "Paradoja de la Globalización", Dani Rodik, la integración económica, la democracia y la soberanía nacional son mutuamente excluyentes. Si queremos mantenernos en el euro con garantías democráticas deberemos renunciar a cierta soberanía nacional. Ello implica una unión fiscal para relanzar el euro como moneda estabilizadora y generadora de crecimiento. No desaparecerán las tensiones hasta que la deuda en euros se respalde por el conjunto de la economía en euros.

La unión fiscal no puede ser efectiva sin una verdadera unión política. La periferia Europea ya ha renunciado a parte de soberanía nacional, bien por el rescate directo (Portugal, Grecia, Irlanda) o por la imposición de un gobierno (Italia). Según el último informe de perspectiva de Citi, un banco de inversión, España está abocada a la tutela económica de la troika europea.

Bajo estas circunstancias, ¿qué menos que poder elegir directamente a quien gestionará nuestros intereses? Nos puede resultar chocante sustituir el "Reino de España" por la "Comunidad Autónoma Española", pero las alternativas son más dolorosas, incluso para nuestros acreedores. El balance del Bundesbank también se vería seriamente perjudicado si se saldara la deuda en dracmas, pesetas y liras.
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Jordi Paniagua Soriano, ingeniero de telecomunicaciones y economista, profesor de la UCV

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