MADRID. El Gobierno español a través de su presidente, Mariano Rajoy, sorprendió la semana pasada con el anuncio de que el déficit fiscal que habían fijado para los Presupuestos Generales del Estado de este año era del 5,8%.
Sin embargo, el objetivo fijado para España por la Comisión Europea es del 4,4%. Desde que el Partido Popular llegara al Gobierno se les ha visto con intención de relajar este número y han llegado a solicitarlo informalmente, pero la negativa siempre ha sido la respuesta.
Oposición especialmente inflexible la que viene por parte del BCE, quien está inyectando liquidez en el sistema financiero pero intenta compensar su política expansiva con un compromiso férreo por parte de los gobiernos de restringir al máximo sus gastos.
Esta política de apoyo a los bancos que el BCE está llevando a cabo ha puesto un techo a las rentabilidades de las deudas de Italia y España. Hemos visto como las rentabilidades de referencia se venían abajo gracias a las compras que las entidades financieras europeas están realizando de deuda soberana con parte del algo más del medio billón de euros que la autoridad que preside Mario Draghi les ha prestado al 1%.
Y gracias a esta bonanza inducida por la acertada política del banco emisor, el Gobierno español se ha permitido dar el paso que ha dado que no es otro que el de desafiar la política de austeridad extrema impuesta por el núcleo duro europeo encabezado por Alemania. En otros momentos de tensión con las primas de riesgo disparadas, solamente el rumor de que esto pudiera ocurrir hubiese disparado las ventas de deuda española.
La sorpresa es evidente. Nadie se esperaba de un Gobierno conservador que en la oposición criticó al anterior ejecutivo de excederse en sus gastos, y que en un principio transmitió una absoluta sintonía con las directrices dictadas por sus homólogos del Gobierno alemán, salieran de pronto con éstas. Y aún menos que el anuncio se produjera la tarde del mismo día en el que por la mañana habían firmado y se habían comprometido al Plan de Austeridad.
UNA DECISIÓN APOYADA POR TODOS
Pero lo que es quizás más llamativo es que con esta postura, el Gobierno ha logrado aunar a una gran mayoría incluida en ella a los representantes socialistas, que han saludado con alegría la decisión adoptada por Rajoy.
La razón es sencilla. España no necesita medidas de contención de gastos estricta y formateada desde una Comisión Europea que trata de curar diferentes dolencias con la misma medicina.
El problema de España no es la deuda sino el crecimiento y su consecuencia nefasta: el paro.
Con estas políticas fiscales ultra restrictivas el futuro para nuestro país, al igual que el de otros países de la UE -Grecia, Portugal, Italia- es más que sombría. El Gobierno actual así lo está entendiendo e intenta salirse del puño atenazador que amenaza gravemente con estrangularnos.
¿Cuál es el problema? El problema no son las sanciones que de esta desviación de objetivos de déficit podrían derivarse -un tema todavía por discutir porque como Rajoy explica el objetivo se fija en el 2013 y eso sí se comprometen a cumplirlo-, el problema podría venir de la percepción que los inversores extranjeros tengan de la rebeldía española.
LOS MERCADOS, OJO AVIZOR
Como tantas otras veces he comentado en estas líneas, los mercados financieros tienen un componente emocional alto y las decisiones de inversión se gestan apoyándose en conceptos como el miedo o la confianza.
Para generar confianza tenemos que ser capaces de demostrar que cumplimos nuestras promesas y la decisión del Gobierno español, si bien aplaudida desde nuestro país, podría -aunque esperemos que no- disminuir el nivel de confianza de los inversores al interpretar que podrían haber incumplido una promesa.
Por otro lado, aunque todavía no hemos conocido reacciones, que con toda seguridad habrá creado detractores dentro -al menos- del ala más dura del Gobierno alemán que habrá visto en la reacción española una amenaza de contagio en otros países que, como es el caso de Grecia, tienen que someterse a una dura y dolorosa disciplina.
La decisión por tanto tiene su riesgo. El beneficio vendría de la posibilidad de estímulo de nuestra economía que bien lo necesita y la pérdida del deterioro de la credibilidad en los mercados y con ello de que las condiciones de financiación de nuestra deuda empeoraran.
Todo menos tranquilidad es lo que nos espera en las próximas jornadas y mientras tanto el euro seguirá cayendo como no podría ser de otra forma.
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* Miguel Ángel Rodríguez es analista de XTB
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