La presión del Gobierno para que acepte la fusión con CaixaBank han conducido a Rato a tensar la máquina. Solo así se puede interpretar la decisión de BFA de revisar la valoración de Banco de Valencia
MADRID. Las crecientes dificultades que está encontrando el presidente de Bankia, Rodrigo Rato, para que el supervisor o ministro de Economía, Luis de Guindos, que es su amigo y fuera su subordinado, al amparo de la reforma financiera le permita consolidar un proyecto financiero líder, independiente y ganador, han terminado por provocarle un conflicto interno en su propia casa, una rebelión de las huestes de Bancaja que encabeza su hasta ahora dormido presidente, José Luis Olivas, y que se venía larvando desde que el ex vicepresidente del Gobierno y del FMI dejó caer al Banco de Valencia y tuviera que ser rescatado por el Banco de España.
Luis de Guindos ha bajado los sueldos de los presidentes de entidades que recibieron créditos públicos, que en el caso de Rato le supone pasar de unos ingresos de 2,3 millones de euros a 600.000 al año, le ha impedido entrar en la puja por las cajas catalanas integradas en Unnim, y ahora no quiere permitirle cargar las provisiones exigidas por la reforma financiera contra el patrimonio de Bankia y le exige que lo haga contra beneficios.
Abierta la caja de los truenos
Toda esta presión, así como la recibida de algunos de los grandes poderes fácticos de este país para que aceptara una fusión con Caixabank, por cierto con la pasividad de Luis de Guindos que ha llegado a considerarla seriamente, han terminado por provocar que a Rato a tensar la máquina. Solo así puede interpretarse la decisión de la matriz de Bankia, Banco Financiero y de Ahorros (BFA) para revisar la valoración de los activos que aportaron todas las cajas a la fusión, en particular la del Banco de Valencia controlado por Bancaja. Esta decisión ha destapado la caja de los truenos y le ha abierto un frente interno a Rodrigo Rato, al estallar una guerra sobre las cuotas de poder y de influencia de la caja valenciana y la madrileña.
Parece evidente que a Rato se le ha ido la mano, o quizás se trata de un paso perfectamente calculado para escaparse de la presión a que se ve sometido por el Gobierno a través de su amigo Luis de Guindos, con quiej las relaciones personales están empezando a descomponerse.
Una reforma imparable y rápida
Guindos, director general y secretario general de Política Económica y de Competencia y luego entre 2002 y 2004 secretario de Estado de Economía, bajo las órdenes directas del entonces poderoso vicepresidente económico, Rodrigo Rato, tiene ante sí la papeleta de reforzar el sector financiero español y una exigencia terrible, hacerlo a toda velocidad dada la graves situación económica. Es rehén de la pasividad de los anteriores Gobiernos del PSOE que se pasaron la última legislatura hablando de la fortaleza de nuestro sistema financiero cuando las entidades del resto de Europa reconocieron sus problemas y se acercaron a la barra libre de sus respectivos gobiernos para recapitalizarse. En España no se hizo y esas cañas han traído las actuales lanzas, eso sí, con la inestimable ayuda del Banco de España.
Ha tomado ya algunas decisiones duras, como el propio real decreto de reordenación financiera, así que para él ya no existe la palabra retroceder, aunque sean muchas las tentaciones y haya amistades que no dejen de recomendarle atajos sobre el camino elegido. Y es aquí donde entra su amigo y antiguo jefe, con el que siempre mantuvo una estrecha y fluida colaboración, y ahora en uno de los momentos más delicados de su vida profesional, tratando de poner en marcha el proyecto Bankia.
Rodrigo Rato, tras su salida del FMI estuvo en Lazard, en el consejo asesor internacional del Banco Santander y de consejero externo de Criteria, el holding empresarial de La Caixa. Pero en enero de 2010 dio un salto al vacío al aceptar la presidencia de Caja Madrid, un reto que muchos ya le avisaron que sería peligroso dada la inminente reforma del sector financiero.
Muchos pasos en poco tiempo
Pero lo aceptó y como siempre fue directo a los problemas. En muy poco tiempo ha logrado configurar Bankia tras fusionar siete cajas de ahorros (Caja Madrid, Bancaja, La Caja de Canarias, Caja Ávila, Caja Segovia, Caixa Laietana y Caja Rioja), sacarla a Bolsa con una OPS que la situó en el Ibex-35 y hasta lanzar un plan estratégico hasta 2015 que prevé ajustes de capacidad, para lo que ya ha cerrado casi 800 sucursales con despidos de más de 3.500 empleados. Toda esta actividad le estaba reportando tantos réditos que hasta había dejado de ser la eterna alternativa dentro del PP, es decir, un peligro en la sombra para el anterior líder de la oposición y actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Iba como una moto hasta que él mismo se metió en la boca del lobo y se vio con el presidente de Caixabank, Isidro Fainé. Llegó a postularse para presidente de Repsol YPF. Pudo ser cuestión de estrategia dado como se las gasta el personal, pero la cosa es que ahora intenta escaparse a toda costa de ese abrazo no deseado y que como siempre no se andará con rodeos. De hecho, hasta ha abierto el melón de los acuerdos de fusión para Bankia, lo que sabe que desencadenará una guerra nuclear.
Pero Rato es duro de pelar y sabe jugar en terrenos peligrosos. Ha decidido ir por libre y quiere consolidar antes de que le consoliden, por mucho que el horizonte esté lleno de nubes, aunque no deje de recibir golpes, y la mayor parte de ellos se los propine su viejo amigo, Luis de Guindos, con el que las relaciones ya no son como antes.
Pero así son las cosas. Que la vida ponga a dos amigos, Rato y Guindos, en una situación comprometida para ambos es algo bastante corriente en la actividad política o empresarial. Hay casos para todos los gustos. Y si el motivo de su discordia es profesional, y cada uno de ellos cree tener argumentos suficientes para defender su posición, como sucede, pues la situación puede complicarse al infinito. Y en este caso, hasta afectar a las relaciones entre las diferentes familias del PP o del Gobierno, que es casi lo mismo, o del "statu quo" empresarial español.
En fin, se trata de dos locomotoras lanzadas a toda velocidad una contra otra y con Valencia como telón de fondo.
Y seguro que alguna pieza del choque nos caerá encima y nos hará pupa.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.