VALENCIA. No vi en su día el estreno de la miniserie de televisión Crematorio, producida por Canal+, pero estoy recuperándome de ese error en la nueva emisión en laSexta. Créanme si les digo que hay escenas que me producen una sensación de déjà vu que ya les digo que no tiene nada de imaginación. Como dice el imperecedero monólogo del replicante Roy en la escena de su muerte casi al final de Blade Runner, "yo he visto cosas que vosotros no creeríais..."
Y quien dice yo, dice los inspectores del Banco de España, esos que no se sacan de los dedos las cenizas que dejaron los directivos de la caja que, de haber escrito Rafael Chirbés la novela en que está basada la serie unos años más tarde, seguro que hubieran ocupado un puesto relevante junto a los Bertomeu.
¿Creen que exagero? Permítanme defenderme.
Les pongo en antecedentes. Hay abierta una investigación en Alicante por un caso de supuesta corrupción a gran escala que se conoce como el caso Brugal. Una de sus ramificaciones se centra en el Plan General de Ordenación Urbana de la capital alicantina, cuya nueva redacción abrió las puertas al conocido como plan Rabasa. En el epicentro de la trama, un constructor, Enrique Ortiz, que, supuestamente, logró conocer por anticipado el documento urbanístico, y varios políticos locales, entre ellos el exalcalde Luis Díaz Alperi y la alctual alcaldesa, Sonia Castedo, que, de nuevo supuestamente, le facilitaron la información a cambio de viajes u otros regalos.
Si ustedes ya han visto Crematorio, podrían identificar este caso real con el argumento central de la historia de ficción. Si no, ya les digo yo que puede ser esta o cualquier otra trama de las que conforman el argumento. Hay hoteles que se compran para derribarlos y construirlos nuevos más altos tras un aumento de la edificabilidad, campos de fútbol que se venden para su futura recalificación o campos de naranjos que de revalorizarán infinítamente. Siempre gracias a decisiones políticas. ¿Les suenan estas historias?
Ustedes se pueden preguntar qué tiene esto que ver con la CAM, más allá de lo que todos sabemos ya de que las cajas de ahorros valencianas se embarcaron en financiaciones de proyectos urbanísticos con tal frunción que ahora tienen pérdidas multimillonarias. Pero lo cierto es que los hechos son mucho más graves.
Les recordaba antes cómo la policia y la fiscalía anticorrupción sospechan que se pactó el plan Rabasa, una macrourbanización que, con la recalificación de suelo, iba a generar millones de plusvalías para quien se anticipara a la difusión pública del PGOU. ¿Y qué entidad financiera pactó con Enrique Ortiz ara desarrollar el proyecto? Pues con la CAM.
Pero esto no es lo más grave. Ni tan solo el hecho de que CAM o Bancaja -hay directivos de la caja valenciaa imputados en el caso Brugal, como el propio Juan Zurita- estuvieran dispuestos a participar de pelotazos como si la ética no importase.
Del informe del Banco de España sobre la responsabilidad de los directivos de la CAM en la quiebra de la entidad se desprende el nivel de impunidad con el que actuaron los ahora señalados. Y el mejor (peor) ejemplo es el de Roberto López Abad, exdirector general, que manejaba a su antojo a la caja. En una cena, saltándose todos los procesos de internos de control, pactó con Ortiz participar en el proyecto de Rabasa.
¿Funcionaba así la CAM? Lo parece. Una vez más asistimos a un auténtico saqueo: daba igual crear una empresa para un pelotazo, comprarla después con fondos de la caja si el negocio no iba bien, o subirse el sueldo hasta lo indecente, como hizo el propio López Abad o Modesto Crespo, aplicándose un sueldo con carácter retroactivo. Imaginación no le fató al pio expresidentende la caja.
Eso sin contar con episodios tan alucinantes como el denunciado por el abogado Diego de Ramón, que asegura tener constatados gastos de los directivos en prostitutas de lujo.
El crematorio de dinero público, de fondos de las entidades financieras que los ahorros de los valencianos pusieron en marcha y hoy se han liquidado, de moral y de ética política y de los negocios en que se convirtió nuestro territorio durante los años del ladrillo y la opulencia sigue vigente. Porque por debajo de las cenizas que siguen manchando nuestro futuro, los rescoldos de aquella época siguen ardiendo. ¿Cuántos años tendremos que penar por ello?
El cabreo con los indecentes que han dirigido esa caja es ya bastante , elevado y si a eso le añadimos que han engañado a miles de pequeños ahorradores con sus productos BASURA la cosa alcanza niveles muy altos de indignacion. El RESPONSABLE POLITICO DE TODO este desastre se ha librado de una ya en un esperpentico juicio POPULAR , espero que no se libren todos de sus responsabilidades y alguno pague.
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