MADRID. El interés del mercado se encuentra centrado en la reunión que celebran el Gobierno griego y los representantes de los acreedores privados, un grupo encabezado por el Instituto Internacional de Finanzas con sede en Washington. Estos encuentros, que se interrumpieron sin acuerdo hace dos semanas para reanudarse la semana pasada, tienen como objetivo llegar a un acuerdo sobre la reestructuración de la deuda soberana griega, que consistirá en una reducción o quita del nominal que el Gobierno heleno tendrá que pagar a sus acreedores de un 50% y un acuerdo de pago del resto mediante bonos con duraciones de hasta 30 años.
El tipo de interés que estos bonos pagarán -el cupón- es en lo que parecen encallarse las conversaciones. Mientras Grecia parece aceptar cupones de hasta un 4%, algo que encajaría en los planes de la mayoría de sus acreedores, tanto el FMI como Alemania, que por supuesto también tienen mucho que decir en esta discusión porque serán los principales implicados en el desembolso del segundo plan de rescate que tendrá que ser librado antes de mediados de marzo, parecen ser los que presionan para que la rentabilidad del bono de canje sea menor. En cualquier caso, Grecia necesita llegar a un acuerdo, ya que sino no accedería a los 130.000 millones de euros correspondientes al paquete de ayuda aprobado por la UE y en marzo entraría en default o suspensión de pagos.
Es esta una historia ya conocida que no hemos dejado de oir durante todo el pasado año y que se ha ido alargando con acuerdos parciales y débiles hasta llegar al punto actual. Nos encontramos, ahora sí, en el último capítulo de esta serie y aunque todavía existen dudas -y haya quienes piensan que no existe voluntad política de rescatar a Grecia, algo que puede ser cierto-, creo que se alcanzará un compromiso y que pasaremos a un nuevo estadio de percepción de la crisis de deuda europea.
No quiero decir con esto que se haya alcanzado una solución definitiva. Ni mucho menos. Grecia quedará todavía con un nivel de endeudamiento de un 120% sobre su PIB y lo que es peor: con una depresión económica brutal de la que difícilmente podrá salir con una política de austeridad estricta y sin poder acudir a la política de tipos de cambios, es decir, a la devaluación de su divisa.
Por cierto, estas necesidades, me refiero a las de estímulo de la economía -incompatibles con el Tratado Fiscal de la UE-, no son solo necesarias para Grecia, nuestro propio país también las necesita, tal y como manifestó hace tan solo una semana el Ministro de Hacienda. Sin embargo, parece ser necesario ir por partes y lo primero es restablecer la confianza para atajar la crisis de liquidez y que esta no se convierta en una de solvencia. Y para ello hay que demostrar que somos capaces de reducir nuestros gastos.
Este requisito también viene siendo resaltado por el BCE, liderado por Mario Draghi, quien insiste en el cumplimiento estricto de estos compromisos y que por otro lado lo está compensando inundando literalmente de liquidez al mercado. Tras los casi 500.000 millones de euros adjudicados en el primer repo a tres años vendrá otro más a finales de febrero del que se está especulando que será de una cuantía que algunos llaman ridícula o inverosímil, hablan de 1 a 10 billones de euros.
Lo que sí es cierto es que bien sea por la política del BCE, bien porque el FMI manifiesta su deseo de incrementar sus fondos para ayudar a Europa o bien porque el mercado empieza a creer algo más en la reducción de los déficits, las rentabilidades de los bonos europeos -especialmente los italianos y españoles- han retrocedido hasta zonas de menor peligro, sobre todo en las referencias más cortas.
La prueba de fuego vendrá en subasta de más largo plazo y habrá que ver el efecto que estas tendrán en los tipos de interés a largo. Para ello será muy importante que quienes acudan a comprar vuelvan a ser inversores extranjeros, dado que hasta ahora la mayor parte de la demanda procede de institucionales domésticos. En este sentido, cabría valorar positivamente las declaraciones de refuerzo y apoyo a la deuda europea de Japón y China, tras la rebaja de rating de S&P.
El sentimiento de mercado es algo más positivo y con ello, al menos en el corto plazo, podríamos ver una recuperación del euro en su cotización contra el dólar hasta niveles de 1,32/1,33 unidades. También es probable que esta mejoría se traslade a la cotización del euro contra el yen y se vuelva a la zona comprendida entre las 102 y 105 unidades.
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* Miguel Ángel Rodríguez es analista asociado de XTB
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