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Vela, Císcar y Verdeguer durante sus respectivas intervenciones en la rueda de prensa de ayer (imagenes tomadas del Canal 24 h de TVV)

VALENCIA. Se hace camino al andar, decía el poeta, y ya solo el cambio de actitud del Gobierno autonómico en su modelo de gestión económica y de relación con la sociedad es un punto positivo en el haber del actual Consell. Resultaba urgente recortar gastos y los anuncios realizados estos últimos días han emprendido esa senda, desde luego nada deseable y puede que ineficaz, pero a todas luces inevitable. Cuando no hay, no hay.

Por este mismo motivo, cabe decir que al Consell no le quedaba otra alternativa que actuar así, porque el tiempo de los autoengaños y la ceguera colectiva finalizó el momento mismo que la banca internacional cerró el grifo a la política de endeudamiento contínuo de la Generalitat, una vez calificada su deuda prácticamente al nivel basura.

En realidad, el tiempo de la normalidad acabó hace tiempo, unos cuatro años, más o menos cuando estalló la burbuja inmobiliaria, los ingresos de la Generalitat se redujeron drásticamente, las empresas detuviron la contratación de trabajadores y comenzaron el proceso contrario y el paro comenzó a crecer de forma incesante... hasta todavía hoy. Fue entonces el momento de empezar a actuar: pero ni el Gobierno de Zapatero ni mucho menos el de Camps -Zapatero acabaría reaccionando- consideraron grave la situación.

SOLO MARCAR

El plan ahora aprobado por la Generalitat marca superficialmente por dónde deben ir los recortes (sanidad, farmacia, fiscalidad, sueldos y salarios, horarios, empleados públicos...), pero no entra de lleno en el cuerpo a cuerpo del ajuste duro, que es el que exige la coyuntura. Tal vez sería un excelente plan si se hubiera sido aplicado hace dos años (llevaríamos ya miles de millones ahorrados). Ahora es una escueta tirita en un enfermo agónico.

No hace falta recordar (o sí), que la Generalitat debe al Estado la Seguridad Social de sus funcionarios (las empresas privadas que actúan así suelen encontrarse en fase preconcursal); que hace tan solo una semana, el Gobierno autonómico debió recurrir al Tesoro para que le hiciera un adelanto con el que pagar vencimientos de deuda; y que pocas semanas antes no pudo colocar la emisión de bonos patrióticos en el mercado porque éste ya no se fía de la Generalitat y el Consell tuvo que pedir favores seguramente muy bien remunerados (¿conoceremos las condiciones del préstamo bancario con el que fueron cubiertos los bonos patrióticos?).

Por no hablar de las gestiones de universidades y otros organismos acerca de entidades financieras privadas para obtener créditos y poder pagar nóminas ante los impagos de la Generalitat.

POCO AJUSTE PARA UNA RECESIÓN QUE VA A MAS

Tal como publicó en exclusiva este diario hace unos días, la Generalitat deberá hacer frente a lo largo de este año a un mínimo de 3.400 millones de euros en vencimientos de deuda -en buena parte procedente de los felices 90, finales de la década-, una cifra que podría superar los 5.000 millones si conociésemos las emisiones privadas, pagarés bancarios y otro tipo de obligaciones contraídas por la Administración Autonómica que permanecen en la sombra.

Si la economía entra en recesión tal como han anunciado el Gobierno y los organismos internacionales, empujando el PIB a la baja y ejerciendo con ello un devastador efecto en forma de caída de ingresos de las Administraciones, ¿qué hace pensar al presidente Alberto Fabra y a sus consejeros que 1.000 millones de ahorro (y a saber a partir de cuándo se podrían hacer efectivos) van a bastar para sortear este año 2012? Es improbable que el Gobierno de España facilite el pago de muchas más deudas si antes no se ejecutan un serio ejercicio de austeridad, de la buena (circunstancia que, por otra parte, tal vez esté prevista: entonces estarían tratando de nuevo a los ciudadanos como menores de edad...).

Nos lo hemos preguntado ya muchas veces, pero lo volvemos a hacer hoy: ¿Por qué desde las pasadas elecciones autonómicas, en las que el Partido Popular valenciano arrasó electoralmente, no ha habido coraje suficiente para hacer frente a la terrible situación -no por conocida menos dramática- de las cuentas regionales?

Los meses siguen pasando, más de 200 días y sus noches han transcurrido desde entonces, y el Consell todavía asegura estar preparando la reforma del ineficaz sistema público de empresas, la reestructuración de esa ruina vergonzante para los ciudadanos que es RTVV, y mirando hacia otro lado cuando se habla del cierre y liquidación de decenas de organismos semipúblicos de utilidad dudosa.

Si resultó (algo) patética la escena de este jueves con los tres consellers -Ciscar, Vela y Verdeguer- buscando por aquí y por allá salas donde celebrar la rueda de prensa ante la avería de los sistemas de comunicación de los servicios de Presidencia, más dramáticos y sin ninguna gracia serán los efectos de unos retrasos incomprensible a la hora de hacer frente de una vez y por todas a una situación que el Gobierno de la Generalitat debería haber solucionado hace tiempo. Seguramente hoy estaríamos hablando de otro modo.