VALENCIA. Pero no tan lógico si no dejamos de tener presente que, al fin y al cabo, con o sin cajas de ahorro, la Comunidad Valenciana sigue siendo uno los pilares económicos regionales del Estado, puerto/a fundamental del comercio exterior del país, factoría de múltiples manufacturas industriales -ya no es lo que era, cierto- y uno de los núcleos nacionales de producción de servicios entre los cuales no es el más pequeño el del turismo (que nadie olvide que casi más del 10% por ciento del turismo que llega a este país -una de las tres primeras potencias mundiales en este negocio- pasa por las playas y ciudades de la Comunidad Valenciana).
Entonces, ¿qué está ocurriendo? ¿por qué no estamos pintando mucho, o más bien poco o nada en la nueva Administración del Estado? Alguien lo recordaba ayer mismo: en el primer gobierno de Zapatero hubo varios miembros con un marchamo valenciano bastante más marcado que el que ahora se quiere adjudicar en plan clavo ardiendo al nuevo ministro de Exteriores, García Margallo. ¿Es que los socialistas, a los que el PP valenciano se cansó durante lustros de tachar de 'antivalencianos', tenían más 'amor' por ‘lo valenciano' que este nuevo gobierno, del mismo color para mayor paradoja? Podría ser, pero no es creíble que vayan por ahí los tiros.
Más bien parece que largas legislaturas de desorden, negligencia, prepotencia, estúpido triunfalismo y pésima gestión económica, culminado todo ello en una mascletá de corrupción en la que se han mezclado trajes de gratis total, saqueo de empresas públicas, compadreo inmobiliario y otros múltiples sucios destellos han provocado en la nueva Administración que ha tomado el Estado escasos deseos de aparecer en la foto con los autores -e incluso con los cómplices- de tales desaguisados. ¿Qué jugadores son llamados a la selección campeona del mundo, los mejores y más brillantes, originarios de los mejores clubs, o los mediocres procedentes de equipos perdedores y anormalmente gestionados, por mucho que de vez en cuando marquen algún gol, incluidos los de en puerta propia?
Nadie podía pensar que iba a resultar gratis la soberbia de Francisco Camps y la de todo el partido que le ha estado cobijando a la hora de rechazar los deseos de Génova de que presentara su dimisión durante los primeros vaivenes del caso Gürtel y las mentiras colaterales. Tampoco podía pasar como si no hubiera ocurrido el desarbolamiento del sistema financiero regional tutelado por el gobierno autonómico, oblligando al Banco de España a intervenir dos de sus principales entidades financieras y ‘adoptar' a la tercera (exBancaja) ante la pasividad de una Generalitat que optaba por mirar hacia otra parte y no pedir responsabilidades.
¿Cómo no iba a pasar factura el excesivo nivel de endeudamiento iniciado de forma alocada en los albores del Consell de Zaplana entre el aplauso de los dirigentes empresariales y que Camps se propuso potenciar en tiempo y forma, con no menos aplauso del empresariado 'oficial'? ¿Cómo olvidar que el Estado ha tenido que socorrer pública y privadamente en varias ocasiones a la Hacienda autonómica sin que los sucesivos rectores de la política económica regional hayan variado un milímetro su rumbo, el mismo que ha condiucido las cuentas públicas autonjómicas hacia el abismo a pesar de contar con el viento a favor?
Afrontemos la fría realidad. La clase dirigente valenciana, esa de la que nos hemos dotado los ciudadanos valencianos a través de sucesivas mayorías absolutas deslumbrados por las falsas promesas, no ha estado a la altura de las circunstancias. Estamos recogiendo la cosecha, triste y pobre, de nuestra ceguera sociopolítica y falta de autocrítica.
Mucho va a tener que 'proactuar' el presidente Alberto Fabra para recuperar terrenos y prestigios perdidos. Mucho más, desde luego, de lo que lo ha hecho hasta la fecha: apenas nada si se tiene en cuenta el punto de partida, el de destino, el 'clima' existente, la nula intendencia y los escasos tramos recorridos desde su nombramiento, si es que ha habido alguno realmente consistente que haya podido ser retenido en la memoria de los nuevos amos del cotarro en Madrid, ese centro de poder que solo el AVE consigue mantener a tiro de piedra de los desconsolados valencianos que ahora añoran lo que en la edad de oro no supieron conservar...
Probablemente, Valencia volverá por sus fueros como lo ha hecho una y otra vez a lo largo de su historia cual ave fénix. Pero antes deberá pasar tiempo, sudor y penalidades. Cuanto antes empecemos 'a cambiar', antes pasará todo y llegaremos a alguna parte. Por favor, no se retrasen más, que esto va para largo.
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