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blog 'de cigarras y hormigas'

¿Qué tiene de bueno un banco malo?

JOAQUIN MAUDOS (*). 16/12/2011 "Reconocer más pérdidas tiene ventajas e inconvenientes. Las ventajas son: supondría una reducción del precio de los activos inmobiliarios (...) y mejoraría el acceso de la banca a los mercados internacionales y a menor coste, lo que permitiría restaurar el crédito bancario..."

VALENCIA. En los últimos días la posible creación de un banco malo está siendo el centro de atención. La propuesta de concentrar todos los activos contaminados en un solo sitio es una tarea complicada que obliga a considerar muchos aspectos. Hay, además, varias opciones para sanear los balances bancarios. En definitiva, ¿de qué hablamos cuando planteamos la propuesta de un banco malo? ¿Es la panacea universal o habrá también que hacer frente a otras asignaturas pendientes? Vayamos por partes.

Los mercados siguen sin confiar en la salud del sector bancario español como consecuencia, sobre todo, de su elevada exposición al sector inmobiliario. Si bien la versión oficial del Banco de España es que el volumen de activos problemáticos relacionados con el sector inmobiliario es de 176.000 millones de euros y que está provisionado en un 33%, existen estimaciones alternativas que obtienen un importe de pérdidas no provisionadas muy superior. Sin ir más lejos, el BBVA ofrece una cifra de más de 60.000 millones de euros pero para toda la exposición (no solo al ladrillo). Otros analistas (Morgan Stanley) van más lejos y hablan de 100.000 millones de euros de pérdidas no reconocidas.

En este contexto, es necesario despejar incertidumbres. Es aquí donde arranca la propuesta de crear un banco malo, que no es otra cosa que transferirle todos los activos "tóxicos" con objeto de limpiar los balances bancarios. Reconocer más pérdidas tiene ventajas e inconvenientes. Las ventajas son: supondría una reducción del precio de los activos inmobiliarios, lo que permitiría descongestionar el elevado volumen de viviendas por vender; al limpiar los balances bancarios, mejoraría el acceso de la banca a los mercados internacionales y a menor coste, lo que permitiría restaurar el crédito bancario. Pero el inconveniente es cómo financiar los fondos que son necesarios inyectar para reconocer las pérdidas.

La creación de un banco malo es una tarea complicada que obliga a considerar muchos aspectos y que está siendo el centro de atención de los medios de comunicación. Por poner algunos ejemplos recientes, tanto aquí, aquí como aquí hay excelentes artículos sobre este tema. Hay varias opciones para sanear los balances bancarios:

1) Una primera opción es adquirir a precios de mercado los activos dañados. El problema es que en algunos casos, los bancos no tienen músculo (provisiones y recursos propios) suficiente para reconocer las pérdidas, lo que obligaría a inyectar capital público y a financiar esa inyección emitiendo deuda. Solo accediendo a financiación internacional sería posible utilizar esta estrategia, ya que es inviable en estos momentos emitir deuda pública.

2) Una segunda opción es la utilizada en España hace años para hacer frente a crisis bancarias. El banco malo es el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) que adquiere a valor de libros los activos dañados. Si bien inicialmente los bancos intervenidos no asumen las pérdidas del saneamiento, se les obliga a aumentar sustancialmente durante varios años sus aportaciones al FGD, de forma que el coste de la crisis se reparte entre los bancos y el sector público. También en esta estrategia el FGD necesita endeudarse para poder asumir el saneamiento. Con la reciente medida que ha unificado en un solo fondo los tres hasta ahora existentes y el aumento de las aportaciones al 2 por mil (lo que supone más que triplicar las aportaciones de los bancos) y la elevación del máximo posible al 3 por mil, ya se ha dado un primer caso en esta posible vía de banco malo. No obstante, la capacidad operativa del FGD es muy limitada, ya que de los 6.600 millones de euros de partida, 5.249 se destinan al rescate dela CAM, a los que hay que añadir los necesarios para recapitalizar al Banco de Valencia.

3) Dado que el gran inconveniente de la creación de un banco malo es su financiación (lo que lo puede hacer inviable), otra vía sería obligar a la banca de forma progresiva a aumentar sus provisiones para limpiar poco a poco el activo dañado. Por ejemplo, se podría aumentar hasta el 40% las provisiones de los activos adjudicados, ya que en estos momentos el nivel exigido es del 30% si trascurren más de 24 meses desde la adjudicación del activo.

4) Una cuarta alternativa podría ser sanear los activos dañados con cargo a los mayores niveles de capital exigidos (8%-10% tras el RDL 2/2011) hasta un umbral mínimo a determinar (por ejemplo 5%), de forma que temporalmente la banca tendría niveles de capital inferiores a los actuales, pero superiores a un nivel que hasta hace poco se consideraba suficiente. El problema es que los bancos sistémicos -los de mayor tamaño- en estos momentos deben contar antes de junio de 2012 con un Core Tier 1 del 9% (exigencia dela Autoridad Bancaria Europea, EBA), lo que requeriría una propuesta de saneamiento a nivel internacional, algo muy poco probable.

5) Otra alternativa es incrementar sustancialmente el nivel de provisiones de forma que al ser muchos bancos insolventes, el Estado tendrá que nacionalizarlos y capitalizarlos. Una vez se haga con la gestión, podría transferir los activos problemáticos al banco malo para gestionarlos a la espera de la recuperación. Esto permite discriminar entre bancos de forma que solo los que presenten un elevado nivel de infraprovisiones, acabarían nacionalizados.

Las cuestiones más importantes a dilucidar en torno a la creación de un banco malo son:

1) La valoración de los activos dañados y su ámbito de concreción. En el primer caso, la valoración a precios de mercado es problemática, ya que una sobrevaloración implica darles un balón de oxígeno a los bancos a costa de asumir mayores costes sociales. Pero una infravaloración supone tener una mayor parte del sector bancario quebrado, dado el mayor volumen de pérdidas a reconocer. Una posibilidad es que sean las propias entidades quienes fijen el precio, y que sea revisado por una comisión de expertos externa. En el caso de la delimitación de los activos, el criterio debe ser los que acumulen más pérdidas no reconocidas, siendo en este caso los préstamos a la promoción inmobiliaria cuya garantía es suelo, así como el suelo adjudicado.

2) Su financiación. La creación de un banco malo está supeditada a la disponibilidad de financiación. En estos momentos, en un contexto generalizado de austeridad y con unos compromisos férreos en términos de déficit público y endeudamiento, es necesario contar con financiación internacional, ya sea del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera - FEEF (en caso de que sea operativo para recapitalizar bancos) o del FMI. Si la banca alemana y francesa (con una elevada exposición a la deuda pública de los países periféricos) acudieran a ese fondo para recapitalizar sus bancos, la banca española debería hacer lo mismo.

3) Obligatoriedad versus participación voluntaria en el banco malo. Si bien las grandes entidades ya han manifestado su oposición a que sea obligada su participación en el banco malo desprendiéndose de sus activos problemáticos, hay que tener en cuenta que si la participación es voluntaria, las entidades se resistirán dado el estigma que supone. Una solución sería incrementar sustancialmente las provisiones exigidas a todos los bancos, y los que no puedan asumirlas, se les obligue a que se desprendan de sus activos a favor del banco malo.

Dado que son muchas e importantes las cuestiones a debatir y las posibles vías a elegir, el Gobierno debe valorar todas ellas y elegir la más adecuada dadas las circunstancias actuales. Lo que está claro es que la creación de un banco malo es algo muy complejo. Pero debe hacerlo lo antes posible para que la banca pueda dar créditos. Si para poder contar con financiación internacional para recapitalizar bancos es necesario aceptar las condiciones que se fijen por parte del FEEF o del FMI, no hay más remedio que asumir las condiciones, ya que la alternativa es contar con bancos zombies, es decir, que tienen un patrimonio neto negativo pero que continúan existiendo pero sin realizar sus funciones. No hay más que ver la última encuesta del Banco Central Europeo sobre el acceso de las empresas a la financiación bancaria para constatar que las españolas son de las más restringidas en el acceso al crédito bancario.

Si bien la creación de un banco malo (sea cual sea la vía elegida) es fundamental para restaurar el crédito, esto no basta. En paralelo al proceso de saneamiento es necesario avanzar en la reestructuración en varios frentes: reducir aún más el exceso de capacidad instalada, consolidar más el sector (pueden aflorar reservas que se destinarían a saneamientos), eliminar estructuras superfluas en términos de órganos de gobierno de las "antiguas" cajas de ahorros (hay duplicidades de órganos de gobierno de las antiguas cajas con los nuevos bancos creados), incrementar aún más la transparencia informativa, haciendo que cada vez haya menos información reservada y más pública, etc.

Queda pues aún camino por recorrer, pero crear un banco malo puede ser un gran paso en la buena dirección.
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Joaquin Maudos es catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Valencia e investigador del Ivie.

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Este artículo fue apublicado ayer en el blog 'De Cigarras y Hormigas' del portal del IVIE

 

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1 comentario

Angel Isern escribió
17/12/2011 20:58

El banco malo si, pero solo para lo más tóxico como el suelo y segundas residencias de zonas masificadas. El nuevo banco malo, sabemos que lo deberá soportar económicamente el ciudadano de a pie, pero ¿cómo se va a gestionar? Esperemos que no lo quiera hacer el mismo Gobierno, como ha hecho con el alquiler de viviendas a través de la Sociedad Pública de Alquiler (SPA), que acumula pérdidas por más de 23 millones de euros y "únicamente" ha suscrito 13.277 contratos de arrendamiento en sus cinco años de funcionamiento. Esperemos que no vuelvan a equivocarse y que lo dejen para los profesionales esta vez, ya que al Gobierno le ha costado por cada contrato que ha hecho la friolera de 1.732€. Nosotros los profesionales con una tercera parte de este importe pagamos personal, impuestos y además generamos empleo y beneficio. Que tomen nota.

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