MADRID (OTR/PRESS). Lo que ha hecho el Rey consultando a líderes políticos y sociales es leer con inteligencia y con coherencia las encuestas demoscópicas. La desafección de los ciudadanos hacia la política y los políticos viene determinada por la convicción de que estos sólo velan por sus intereses en el corto plazo. El largo recorrido no existe ni para el PP ni para el PSOE. Claro, hay grados en la responsabilidad -el PP vive de la confrontación desde hace seis años- en cada uno de los grandes partidos pero la desconfianza en sus líderes está generalizada.
Para que hubiera un pacto de estado tendrían que conciliarse unas posiciones que no admiten acuerdo alguno. El Gobierno tendría que reconocer una cierta situación de excepcionalidad y desbordamiento que le obligaran a pedir ayuda a sus mejores enemigos. Algo que no está en la naturaleza del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Su capacidad para sostener sus posiciones al margen de la evidencia sobre su error es infinita porque como un buen jugador de póker jamás revelará sus debilidades.
En el otro extremo, Mariano Rajoy, acostado sobre la inacción, piensa que son los errores perseverantes del Gobierno el único factor que puede certificar su llegada a La Moncloa. Cualquier balón de oxigeno al Gobierno -y un pacto sincero y positivo, sin duda lo es- lo único que conseguiría, en opinión del PP, es mejorar la situación económica del país. Y eso es letal para quien ha asumido que cuando peor y más dramática sea la crisis más cerca le sitúa de alcanzar el poder.
El Rey está poniendo en evidencia lo que ya se sabía. Por distintas razones que en realidad son las mismas, los dos grandes partidos, atrincherados en sus posiciones irreductibles, esperan que la inercia de las cosas les favorezcan con objetivos contrapuestos. El Gobierno confía en que una recuperación general de Europa, con su economía soportada sobre los grandes países importadores, tendrá efectos en la economía española y por lo tanto se trata de ganar tiempo sin conflictividad social.
Y, por su parte el PP está convencido de que la carga del déficit terminará por situar a la economía española en un lugar insoportable. El Rey no conseguirá sus objetivos, sólo porque quienes tienen que hacerle caso no están por esa labor.
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