MADRID. La prima de riesgo en España ha alcanzado una cota inimaginable hace solo unas semanas, que supera con mucho la barrera de una teórica intervención y aún así nuestros dirigentes se mueven entre la retórica fatua y la dialéctica tranquilizadora, que no se sabe cual de las dos es más peligrosa.
El presidente Zapatero "exige" al Consejo Europeo y al Banco Central Europeo una respuesta a los problemas que afectan a la zona euro ya que, según enfatizaba, "para eso se les ha transferido parte del poder". Los dirigentes de la oposición, Cospedal y Montoro, se ponían de acuerdo para decir que "Rajoy no está dispuesto a recibir órdenes de Europa ni de nadie". La vicepresidenta económica, Salgado, por su parte, en su permanente road show mediático afirmaba que la deuda soberana española, tras superar los 500 puntos básicos y pagar más de un 7% en la última subasta, era sostenible y que España podía aguantar así siete años más. Una gran boutade.
En los círculos financieros de la eurozona está extendido el dicho de que "Spain is pain" (España es el dolor) y cada vez es más difícil distinguir si la sentencia obedece al gran problema que España tiene con su deuda externa, con su nivel de desempleo, con su nulo crecimiento económico o, por el contrario, al hecho de que -como diría un revelante analista europeo, "el gobierno español alega que está siendo víctima de una conspiración al recibir críticas del exterior. Hablar de complots es típico de aquellos políticos y gobiernos que no quieren asumir sus responsabilidades por los hechos acontecidos. El gobierno español está intelectualmente en bancarrota si no reconoce sus problemas y sistemáticamente culpa a otros".
Si bien es cierto que la cantidad subastada la pasada semana en la que se pagó un interés record hay que contextualizarlo -la cuantía representa sólo un 0,62% de los 570.000 millones de la deuda actualmente en circulación y el tipo de interés medio de toda la deuda soberana española se sitúa por debajo del 4%- , la realidad es que, de mantenerse, las repercusiones que tendrá sobre todo el ciclo económico pueden ser impactantes y su solución demanda algo más que la retórica vacua y el echar balones fuera de nuestros líderes políticos.
Aunque no se puede hablar en puridad de una intervención de España o Italia al estilo de lo ocurrido con Grecia, Portugal o Irlanda, es un hecho cierto que en los últimos meses, pese a las reticencias de Alemania, se ha producido una intervención de facto y limitada por parte del BCE que viene avalada por el hecho de que el volumen de deuda comprada por el Banco Central Europeo en el mercado secundario, a 11 de noviembre, es de 186.848 millones de euros.
Teniendo en cuenta que a primeros de agosto, cuando estalló la última fase de la crisis de deuda en Italia y España, el BCE tenía 74.000 millones de deuda en su cartera, no resulta descabellado colegir que la institución financiera europea ha destinado a comprar deuda española e italiana en los últimos cinco meses cerca de 130.000 millones de euros, cantidad nada desdeñable y que concede unos ciertos derechos teóricos al organismo actualmente presidido por Mario Dragi y desde luego a exigir a los dos países afectados que se dejen de "exigencias" y discursos populistas y empiecen a tomar las medidas que se consideran imprescindibles.
Las cantidades desagregadas que el Banco Central Europeo destina a comprar deuda de los países de la eurozona con problemas, es un secreto bien guardado, aunque un periódico alemán señalaba la semana pasada que existiría un límite para que esa cifra no superara los 20.000 millones de euros semanales.
Todo parece indicar que lo que está haciendo el BCE es comprar tiempo para que se hagan los cambios necesarios y se despeje el panorama electoral de Francia y Alemania. Mientras tanto, en el caso de España y por imperativo legal, las medidas del nuevo gobierno tendrán que esperar a finales de diciembre para que se inicie su implementación y está constatado que no es la mejor vía para calmar a los mercados las bravuconadas políticas de consumo interno, sino ofreciendo fórmulas para que el endeudamiento general España vuelva a una dimensión asumible, lo que pasa obligatoriamente porque se reduzcan los salarios y los precios en España, en torno a un 20% en ambos indicadores, para no perder poder adquisitivo.
Los mercados lo tienen claro y por ello buscan desprenderse de la deuda española como pueden y ahí está el BCE para hacerse con ella y "relajar" la curva, técnicalitis muy usada por los analistas de los mercados de deuda.
Post-it. Mercado secundario. Mercado donde se negocian activos financieros que no son de nueva emisión, por lo que los fondos no los recibe la sociedad emisora sino los tenedores de los títulos.
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Carlos Díaz Güell es periodista y autor del blog Tendencias del Dinero
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