MADRID. La promesa de dimisión del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, no ha sido suficiente para calmar a los mercados. A veces los mercados se comportan de manera excesivamente naif o simulan serlo y simplifican los análisis de algunas situaciones. Suele pasar cuando la tensión es grande como en el caso que nos ocupa.
Estaríamos muy aliviados si el problema se solucionara con la salida de Berlusconi, pero como estamos observando en los últimos días las ventas de bonos italianos se han incrementado de manera virulenta y la rentabilidad del bono italiano a 10 años ha superado el 7%, un nivel crítico. El BCE está comprando estos bonos en el mercado secundario, según comentan fuentes cercanas. El euro ha caído hasta la zona de las 1,37 unidades/dólar como consecuencia de esta fuerte desinversión en la deuda de Italia.
Y como comentaba al principio la solución no es simple. Italia por sí sola tiene el 25% de toda la deuda pública de la Eurozona. Una cantidad que alcanza la espeluznante cifra de 1,9 trillones de euros. El porcentaje de deuda sobre su PIB es del 120% -el doble que España- , el nivel más alto después de Grecia.
También es cierto que su déficit fiscal -la desviación sobre su presupuesto anual- no es excesivamente alto y que el ratio deuda/PIB ha estado ahí durante mucho tiempo y ha convivido con él con cierta tranquilidad, tal y como le ocurre a países como Estados Unidos y Japón. Pero para poder mantenerse en esos niveles tan altos de endeudamiento ha de tenerse o un alto grado de credibilidad o capacidad para generar recursos.
Y desafortunadamente en el caso de Italia, la credibilidad se ha perdido por la falta de cumplimiento de los compromisos adquiridos, mientras la capacidad de generar recursos está limitada, ya que por un lado las expectativas de crecimiento son nulas -incluso han empeorado por las medidas de austeridad impuestas por los miembros de la Eurozona-, y por otro lado el BCE no tiene facultades ni para crear dinero con el que poder financiar la deuda de uno de sus paises como es Italia ni para devaluar su divisa, que sería otra de las medidas tradicionales que se han adoptado en circunstancias parecidas. Este último tema a tener en cuenta y señalado en algunos ocasiones por el presidente del Consejo Europeo. Y es que en la Eurozona no existe una política de tipos de cambios.
Me temo que los inversores japonés y estadounidenses van a seguir saliéndose de Italia y de Europa en general. El fondo de estabilidad, sobre el que los ministros de Economía debaten bizantinamente en estos días con la idea de encontrar una fórmula mágica que no existe, tampoco es la solución. Europa necesita que se modifiquen puntos del Tratado de la Unión y se amplíe el mandato del BCE para que éste no se circunscriba únicamente al control de la inflación. El BCE debe poder crear dinero y comprar deuda pública de países que en una situación como la actual se encuentre con problemas.
¿A quién le preocupa la inflación con la que está cayendo? Por cierto que el viernes se publicó que la inflación china se sigue reduciendo, por lo que en breve veremos como su banco central comienza a relajar su política monetaria. Y esa será una buena noticia para todos. Pero a lo que íbamos, mientras no se permita al BCE intervenir abiertamente en los mercados de renta fija, no veremos luz en el agujero en que nos encontramos.
La institución que preside Mario Draghi también debería ser más proactivo en el tipo de cambio y promover una devaluación del euro. Japón y Suiza ya se han embarcado en una dinámica de devaluación competitiva, algo que Estados Unidos lleva haciendo desde 1985. Entonces, ¿por qué tiene Europa que soportar una divisa tan fuerte cuando nos estamos hundiendo? Cuando el barco tiene una vía de agua, lo primero es soltar lastre. Ni que decir tiene que veo al euro caer frente al dólar.
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* Miguel Ángel Rodríguez es analista asociado de XTB
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