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La perplejidad de los inertes

JORDI PALAFOX (*). 21/06/2010 "Si un fantasma recorre a las élites de la Comunidad Valenciana no es el del comunismo. Es el de la perplejidad..."

Tras más de una década "asombrando al mundo" y situándose "a la cabeza de España", en menos de un mes CAM y Bancaja, dos emblemas de nuestra economía, han pasado a manos foráneas. De nada ha valido el que, según se decía, encabezaran todos los rankings virtuosos de la banca. Pero nadie relevante de esas élites se ha atrevido a hacer ni decir nada. La CAM ha pasado a manos de la bien gestionada CajAstur, prudente durante la orgía inmobiliaria, que se ha llevado por delante -junto a la inepcia de gestores y políticos para defender nuestros intereses colectivos- al distintivo del orgullo alicantino. Bancaja a las de la Caja de Esperanza Aguirre en una operación no justificada ni justificable (con la información disponible); a las de una entidad con unos datos básicos del balance menos que discretos.

Si la venganza es un plato que se sirve frío, la de los mercados financieros siempre provoca, además, indigestión. Me temo que no van a hacer falta esos quince años que han pactado sus actuales presidentes para mostrar que en la economía política de esta reestructuración ha habido demasiado de la segunda y nada de la primera. Ahora, como diría Miguel Ángel Aguilar, permanezcan atentos a la pantalla: esto es, al Banco de Valencia.

Frente al desmantelamiento de capacidad financiera y masa crítica, de capital (financiero y humano), que se nos viene encima -siempre se concentra donde están las sedes operativas- el esperpento. ¿Sus actores? Los bravatos que actúan como si el coeficiente intelectual de quienes escuchan sus declaraciones fuera nulo y quienes dicen ser dirigentes de unas organizaciones que hacen progresar al conjunto de la sociedad a pesar de haber demostrado no saber defender ni siquiera los intereses empresariales.

Gestores y políticos
Para los primeros, lo que ayer era la opción óptima, hoy ha pasado a ser pésima, lo que eran inconvenientes se han tornado ventajas y hasta lo que era blanco impoluto, se quiere hacer creer que era negro. Pero como escribiera la admirable Ann Radcliffe, "nunca hay que creer las afirmaciones de las personas, hay que juzgarlas por sus actos". Lo que se aplica también a los desaparecidos como Alarte.

El problema de este bucle infinito de donde dije digo digo Diego es que no sólo la escucha su fervoroso público, que lo tienen. Lo escuchan también asombrados los representantes de los inversores internacionales que tienen que renovar emisiones, los clientes menos fervorosos, los correligionarios y ciudadanos de más allá de Almansa o Minglanilla y los empleados que dirigentes políticos y gestores financieros vienen confundiendo con muebles. ¿El resultado?: una perdida brutal de imagen, tanto corporativa como de todo lo relacionado con la Comunidad Valenciana.

¿Patronos o empresarios?
Para los segundos, el ridículo es incluso mayor. A pesar de su dinamismo, los empresarios, impulsores del empleo y la riqueza, nunca han gozado de gran prestigio entre los valencianos. En buena medida por el comportamiento de sus principales representantes, silentes desde hace demasiado en la defensa de sus intereses y preocupados por halagar los caprichos de poder político. No se trata de su bonhomía o del éxito, en algunos casos, de sus empresas. Se trata de su capacidad para, defendiendo los intereses del colectivo al que dicen representar, hacer avanzar al conjunto de la sociedad. Rafael Ferrando lo intentó hace más de una década y fue precisamente José Luis Olivas, entonces vicepresidente del Consell, el que, con una brutalidad impropia, le mandó callar.

De aquellos vientos vienen estas tempestades en las que las Cámaras (de obligada financiación en pleno siglo XXI), Cierval, CEV, AVE, COEPA y tutti quanti se han cubierto de gloria con sus estrepitosos silencios amplificados por las declaraciones de tres outsiders (Aguado, Félix y Lafuente) y el enésimo espectáculo de Virosque. Incluso la recién nacida Conexus, que parecía llamada a ser otra cosa, ha amagado con la genuflexión en forma de ennumeración de las ventajas del "acercamiento" entre Madrid y Valencia. Como si ese 6,9 % de core capital de la caja absorbente, una mora del 5,3% -sin inmuebles adjudicados-, por no mencionar ese penoso ratio de eficiencia (45,6%) o el -79,6% en beneficios después de impuestos interanuales, no fueran suficiente tarjeta de presentación. En la Torre de Caja Madrid la gestión ha estado en las antípodas de la profesionalidad, la transparencia y la eficiencia. Nada justifica la absorción.

Y ciudadanos
Como invitados de piedra, todos los valencianos menos el centenar corto responsables del desafuero. ¿Por qué lo permitimos? ¿Cómo es posible que su perplejidad y sus silencios cómplices se combinen con el desapego ciudadana a reaccionar ante estas cuestiones, tan relevantes para la viabilidad de nuestras empresas y nuestro bienestar? Porque éstos, u otros, interrogantes ni siquiera se han debatido públicamente desde que el 26 de mayo el Consejo de CAM aprobara el SIP con CajAstur. Tampoco desde que Caja Madrid absorbió a Bancaja el 10 de junio. Y sin debate no puede haber diagnóstico. Y sin diagnostico, solución. Porque los cri de rage como éste, aunque sean del rabelasiano Gargantua, sirven de nada.

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(*) Jordi Palafox es catedrático de Historia e Instituciones Económica

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4 comentarios

21/06/2010 21:34

Como uno más de esos invitados de piedra que asisten atónitos al espectáculo de algo que me resulta relativamente ajeno, lo que más perplejidad me crea es la capacidad de los directivos de los bancos para cambiar de opinión en pocos días; o eso, o es que directamente nos dicen una cosa, mientras por detrás hacen todo lo contrario. Me explico. Leo en una noticia publicada en este mismo periódico el 31 de marzo que Bancaja no estudiaba ni se planteaba por esas fechas ninguna fusión. Palabras textuales de José Luis Olivas sacadas del texto de esa noticia: "Bancaja no se halla inmersa en estos momentos en ningún proceso de fusión ni de constitución de SIP con ninguna otra caja de ahorros. Tenemos tamaño suficiente para competir y ser viables, nuestros recursos propios de primera categoría se encuentran en niveles adecuados y nuestro ratio de solvencia es de los más altos del sector". Dos meses después, nos levantamos una mañana y de repente, como surgida de la nada, nos encontramos una fusión a siete bandas. No lo entiendo. O ha sido un proceso relámpago, por más que nos quieran vender que estas operaciones son muy costosas y delicadas porque hay muchos intereses en juego, o es que a finales de mayo se defendía públicamente una postura y en privado se trabajaba justamente en la línea contraria. O una cosa o la otra, pero intuyo que me quedaré así, con esa duda.

Manuel escribió
21/06/2010 20:17

A mi me parece muy bien todo lo que se quiera escribir sobre este capítulo penoso de la economía y la sociedad valencianas. Y si está bien escrito mejor que mejor. Mejor que el silencio o vender lo que no es desde luego. Pero todo esto, como el autor del artículo reconoce, es pura literatura. Lo que a mi, y como a mi imagino que a muchos, nos importa y nos interesa es saber por qué ha pasado lo que ha pasado. Lo otro, como se comenta en el primer comentario, es lamento inútil. Al margen, esto, en mi opinión, no tiene nada que ver con tener o no una clase dirigente. Tiene que ver que a los que mandan -la gente de dinero- en Valencia y Alicante les han "birlado" dos peritas en dulce para comérselas en Asturias y Madrid. ¿Cuál es la razón de que no digan nada, de que además de cornudos se dejen apalear? Tan tontos no son. Porque ahora tendrán que estar continuamente viajando a Asturias y Madrid y rogando créditos y financiación a nuevos ejecutivos a los que no conocen de nada ni sobre los que sus amigos políticos pueden influir de ninguna manera. Y por mucho que guste la fabada y el cocido pues no tiene sentido si no hay algo que no se ha explicado. La explicación al enigma es lo que tiene relevancia. Imagino que los trajecitos del Gürtel tienen algo que ver. Pero no me parece suficiente. Los cri de rage de los que habla Palafox quedan muy bien para leerlos en el salón de casa pero no para entender la realidad. Y poder cambiarla si uno no está de acuerdo. Es mi modesta opinión

Berta Chulvi escribió
21/06/2010 18:25

L'article em sembla magistral. Una manera clara de dir "que cada palo aguante su vela" perque el que este episodi recent de la nostra història econòmica deixa molt clar es que institucions claus de la socialdemocracia (partits polítics, sindicats,..etc.) i del liberalisme econòmic (asociacions empresarials, cambres de comerç, lobbys de tot tipus) a la nostra casa fa temps que dimitiren, encara que es ara quan es veu, clar i net, que eren pura façana, que estaven dimitits. Efectivament, com diu RRT faria falta un element generador de la cooperació i del sentiment de grup, per a que aquest tipus de coses no pasaren, pero no estic d'acord amb ell o ella en que eixe element haja de ser necessariament el que apunta: Es podriem sentir els valencianes i les valencianes entitat cultural, país, societat, fins i tot comunitat, sense que aixó suposara servilisme a qualsevol altre territori (siga Madrid o Barcelona) per molt que la llengua siga la mateixa (siga el català o el castellà). El fet cultural, la presa de conciència sobre alló que som i alló que volem ser, el fet que pot servir com element aglutinador és molt més que una llengua, perque també una llengua és molt més que una gramàtica comuna, que una semàntica comuna, que una fonètica comuna. Qué ens pasa als valencians? (i a les valencianes) continua sent la gran pregunta. Crec que aixó és el que hi ha darrere d'aquest article.

RRT escribió
21/06/2010 17:40

Al text em sembla que hi ha una mica de lament (encara) per allò que hauria pogut ser o podria ser (una classe dirigent valenciana, política però sobretot cívic-econòmica) i no ho és. El dinamisme empresarial valencià existeix, però ni més ni menys que a qualsevol altra part de l’orbe. Està demostrat que hi ha valencians que saben fer diners, però en això acaba tot. Respecte a si ho aconsegueixen amb la qualitat d’empresari o negociant, o simplement com a fruit del rent-seeking està per vore. Amb aquest tema de les caixes i el sistema financer d’obediència valenciana, es posa de relleu una vegada més que no hi ha, com no l’ha haguda ni n’hi haurà, una classe dirigent econòmica valenciana. Al País Valencià, bàsicament, només hi ha capital físic i financer (ara menys) i força de treball poc qualificada organitzats majoritàriament al voltant d’activitats predadores que per definició tenen el curt termini com horitzó temporal de planificació. No abunda el capital humà, ni el coneixement, ni les institucions en base als quals podríem parlar de capital social. Per parlar d’una classe dirigent cal una amalgama o element cimentador, que no pot ser el fet de fer diners a montons. No serveix juntar gent que presenten com característica el fet d’obtenir beneficis en els seus negocis particulars i esperar que d’ahi ens isca alguna cosa diferent a un conjunt d’individus sense projecte comú i fortament enfrontats entre ells (recorde que en les activitats predatòries els majors beneficis d’uns son menors guanys per dels altres). Caldria la cooperació basada en la confiança. Però aquesta requereix formació, educació. No hi ha res de tot açò. Deixe sols apuntades dos coses més que se m‘acudeixen. D'una banda, hi ha servilisme per la naturalesa de l’activitat empresarial valenciana altament predatoria i depenent de l’administració, directament perquè depenen del pressupost o indirectament per les concessions. D'altra banda l’anti-intel.lectualisme de la societat i dels nostres empresaris els ha barrat el pas per utilitzar la nació cultural (hauria de ser d’arrel catalana: anatema per a ells) com element generador de la cooperació necessària per què un grups d’individus puguen reconèixer-se com alguna cosa més.

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