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El pacto que no veremos

CHARO ZARZALEJOS. 13/02/2010 Primero el movimiento de CiU proponiéndose como intermediario entre Zapatero y Rajoy y ofreciendo su apoyo al Gobierno de manera puntual, según declaró Artur Mas...

y luego el llamamiento del Rey ha vuelto a poner encima de la mesa el traído y llevado pacto de Estado. La posición de CiU se ha interpretado por algunos como una rendija de oxígeno al Gobierno después de unos días que como ha señalado el ministro Corbacho "es mejor olvidar". Realmente, los nacionalistas catalanes han solemnizado algo que es obvio puesto que cuesta mucho encontrar en el diario de sesiones del Congreso asuntos en los que el Gobierno no haya contado con el apoyo de CiU.

Esta iniciativa de solemnizar lo obvio tiene mucho de estrategia porque no se puede olvidar  que estamos a escasos seis meses, Cataluña se verá inmersa en un nuevo proceso electoral en el que CiU espera tomar el relevo de Montilla. Están convencidos los liderados por Artur Mas que el tripartito catalán va a perder la mayoría, que no se va a poder reeditar y que serán ellos los que gobiernen. De pactos no hablan, pero son ellos, los nacionalistas catalanes los que no desdeñan -más bien lo contrario- el "modelo vasco"; es decir, gobierno monocolor con apoyo externo del PP al menos hasta que se celebren las elecciones generales. Además, saben o creen saber que todo lo que sea colocarse en la centralidad, proyectar imagen de partido implicado en las cuestiones es una posición que nunca les ha perjudicado y ahora quieren ponerla en valor.

Consideración distinta merece el llamamiento del Rey. Hay que suponer que lo que dijo era previamente conocido por el Gobierno que, curiosamente, hasta ahora no ha exhibido especial voluntad para ese gran pacto. En el Gobierno se ha acogido con un punto de frialdad la propuesta de los nacionalistas. Saben que las recetas de CiU no son precisamente las que defiende el presidente y saben que todo lo que sea dar aire a CiU, cuando en Cataluña el ambiente es claramente electoral, no es lo más aconsejable. En realidad, las elecciones catalanas van a ser un test para todos los partidos. También para el PSOE.

Pero más allá de la coyuntura electoral, lo cierto y así lo ha constatado Durán i Lleida en su intento de que Zapatero y Rajoy dejen de tirarse los trastos a la cabeza, no existe la menor intención de trabajar por un pacto de Estado. Hasta el momento la experiencia constatada es que el PP ha apoyado las grandes medidas propuestas por el Gobierno -400 euros, ayuda a la banca, medidas para reactivación financiera...-- y hasta el momento, el presidente no ha mostrado interés alguno por un eventual pacto de Estado. Una cosa es la disposición al diálogo y otra llamar al líder de la oposición y juntos buscar fórmulas para salir de la crisis. Cuando el presidente ha querido el acuerdo ha trabajado por ello. Quiso el acuerdo para el Estatuto de Cataluña y no dudó en citar a Mas en La Moncloa. Quiere mantener la comunicación abierta con UGT y CC.OO, cita a sus líderes para exponerles a ellos, antes que a nadie, la no propuesta sobre las jubilaciones. Está claro que cuando se quiere, se puede, pero la opción del presidente es salir en solitario de la coyuntura y dejarse acompañar por aquellos más acríticos con sus medidas.

Ni hay ni habrá pacto de Estado. Aunque Mariano Rajoy proclamara su voluntad de participar en él, está claro que no tiene capacidad para tomar la iniciativa. Sólo el presidente del Gobierno puede hacerlo. Solo él tiene capacidad e información para tomar medidas y, desde luego, la mayoría parlamentaria como bien ha recordado el líder del PP. No hay que caer en la melancolía pensando en lo que sería mejor. Creo que será difícil encontrar un español que no apoye un gran acuerdo nacional para abordar la difícil situación económica y planear con serenidad el futuro más inmediato, pero esto no va a ocurrir. El Gobierno se mueve con una cierta inquietud pero que nadie se engañe porque eso de que Zapatero es un hombre tranquilo es una obviedad.

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