Los rasgos más sobresalientes de esta situación son: paro masivo, alta incertidumbre económica y desconfianza, un mercado crediticio bloqueado, crisis de valores y de liderazgo, alto índice de fracaso escolar, una juventud desaprovechada y frustrada, desconcierto y desafección institucional de los ciudadanos y, lo más importante, ausencia de una estrategia clara e integradora que permita superar el bache y generar un proceso de cambio en el que la innovación, la competitividad y la creación de empleo de calidad sean los hilos conductores.
Ante este panorama, no son pocos los que piensan que de esta no salimos. Pero esta es sólo una cara de la moneda del momento actual de nuestra sociedad. Si nos quedamos ahí, el pesimismo nos bloqueará, y lo que es coyuntural y temporal se hará estructural y permanente.
Hay, sin embargo, otra cara más esperanzadora: Nunca como ahora hemos contado con tantas capacidades, y siempre hemos superado los momentos difíciles. Las crisis son momentos de transformación. La clave está en la respuesta que demos, en la estrategia que diseñemos y en la creatividad que despleguemos. Y mimbres, para construir un camino ilusionante y prometedor, para salir fortalecidos, tenemos.
Para que esto sea posible, es necesario impulsar un proceso de cambio que pivote sobre cinco ejes fundamentales.
El primero de ellos es un cambio de mentalidad. Hemos entrado, hace algunos años, en una fase de cambio acelerado de técnicas, estructuras productivas, mercados, competidores, factores de competitividad, conceptos, valores, estilos de vida y comportamientos. De un tiempo a esta parte nuestro entorno se ha transformado de forma sustancial y acelerada. Pero no siempre hemos sido conscientes de que eso estaba ocurriendo, envueltos, como estábamos, en una burbuja de bonanza irreal.
La crisis nos está ofreciendo la oportunidad de tomar conciencia de esta nueva realidad y adaptarnos a ella con realismo pero con ilusión, como cuando uno empieza un nuevo trabajo. Aprendamos de los errores del pasado y actuemos para cambiar el presente y asegurar el futuro.
Es imprescindible recuperar valores y actitudes como el trabajo bien hecho y la cultura del esfuerzo, la ética, la solidaridad y la valoración por los meritos contrastados. Es necesario sustituir la cultura de la especulación por la de la innovación. El cortoplacismo por la acción informada por un horizonte de largo plazo. Hacer de la reputación y la confianza activos fundamentales en las relaciones sociales, empresariales y políticas. Convertir la transparencia en el principal regulador de la acción pública, empresarial y social. Sólo así seremos capaces de adaptar las capacidades que poseemos a los nuevos tiempos y construir una sociedad capaz de afrontar con solvencia los retos de un futuro más complejo.
Una sociedad innovadora y adaptativa, como la que exige el mundo actual y futuro, es incompatible con unas instituciones del mercado de trabajo que generan dualidad de trato de los trabajadores y rigidez en las empresas, con una administración pública anquilosada que estrangula más que promueve y resuelve, con una cultura, unas relaciones laborales y un sistema de regulación que anima el absentismo laboral, o con un sistema de valores que no hace de la educación, el emprendedurismo y la investigación prioridades sociales del máximo nivel.
Estos son problemas que debemos superar con inteligencia, diálogo y generosidad, pero sin demora ni concesiones al inmovilismo. Porque el tiempo es vital para salir airosos.
Para impulsar el cambio de mentalidad, el liderazgo es imprescindible, lo que hace de él el segundo eje. Las sociedades ganadoras son aquellas que tienen liderazgos fuertes y comprometidos con el bien común, que orientan, motivan, aglutinan las fuerzas vivas de la sociedad y conciertan esfuerzos, capacidades y proyectos.
No es, por tanto, momento de fricciones político-partidistas, que dividen y desconciertan. Es momento de coaliciones en las que partidos y sociedad civil forjen, con mente abierta y generosidad, un proyecto de sociedad y lo lleven a la práctica.
Los valencianos tenemos una historia de continua superación de momentos difíciles, y no podemos permitir que nadie nos caricaturice como meninfots ni desestructurados. Pongamos remedio, no sólo por amor propio y dignidad, sino por necesidad, pues nunca nadie nos ha resuelto los problemas, y no hay que esperar que ahora sea distinto.
Pero hagámoslo con sentido común, con un objetivo compartido y uniendo fuerzas. Esta es la clave del liderazgo fuerte, creativo y duradero, el implicador y compartido.
Este empeño es la clave del tercer eje: la proactividad. Si como Comunidad queremos aspirar a estar en la vanguardia de España, ya es hora de acabar con el cainismo, el oportunismo y la crítica destructiva. Es el momento de pasar a la acción aportando soluciones constructivas y esfuerzo para hacerlas realidad, de forma generosa y valiente. Sólo así es posible generar reputación positiva y confianza.
Apoyémonos unos en otros, respetémonos desde la diferencia, hagamos de la diversidad una fuente de creatividad y trabajemos de forma concertada por un futuro compartido.
Esta es una Comunidad rica en talento, diversa, con gente creativa y gran capacidad de trabajo, con una localización y una geografía privilegiadas y activos económicos y socio-culturales valiosos. Utilicémoslos para crear un proyecto de futuro ilusionante y un ambiente incentivador y atractivo. En ello reside nuestro futuro y el principal legado que podemos hacer a las futuras generaciones.
La condición fundamental de dicho logro, y el cuarto eje, es la unidad. El liderazgo antes aludido debe conducirnos a una identidad, a un punto de encuentro, de identificación de lo que somos y de superación de las diferencias.
Debemos aspirar a saber explicarnos, y explicar a los demás, cuáles son los cuatro o cinco aspectos en los que, por encima de todo, nuestra unidad no se puede resquebrajar. Y hablo de aspectos culturales, históricos, paisajísticos y de modelo económico. Tener sentido de identidad no sólo constituye un importante patrimonio cultural. En el momento actual, en la era de la globalización y de la sociedad de la información, representa también una fuerza de vital importancia estratégica y una condición fundamental para crear valor, alumbrando y gestionando los activos distintivos de un territorio diferenciado.
Por último, pero no menos importante, esta el eje de la formación, educación e investigación. La hemos ubicado al final, premeditadamente. Todo lo anterior no sirve de nada si los que formamos el conjunto de la sociedad no estamos formados, no tenemos inquietudes culturales, conocimientos para comprender la dinámica de nuestro entorno y capacidad crítica para cuestionar, con espíritu constructivo, nuestro propio comportamiento.
Necesitamos más conocimiento, más espíritu emprendedor, más innovación, más apertura de mente, mayor conocimiento de idiomas, potenciar a los artistas, generar pensadores, impulsar la investigación, etc. y eso sólo lo conseguimos mediante una apuesta seria y perseverante por la educación, la formación y la investigación. Pero como proyecto de todos, políticos, empresarios, trabajadores, profesionales de la educación, formación e investigación, padres, estudiantes, ciudadanos.
Los malos tiempos pasarán, pero sólo saldremos reforzados si durante el tiempo que duran trabajamos por cambiar nuestra mentalidad, con liderazgo, proactividad y unidad a través de una formación y una educación de calidad.Coincido en los términos a tener en cuenta para llevar a cabo un cambio estratégico, pero además tengo dos cuestiones: 1) Si las empresas integradoras de sistemas nos dedicamos a exportar porque en España no se invierte, la repercusión en la economía de la CV es minima 2) Si las grandes compañias de la CV no invierten en productos comprando en empresas de la CV mal vamos, mas cuando hay grandes empresas que mantienen su nivel de facturacion y beneficio, pero las normas de la dirección de la empresa son "reducción de gasto", "reduccion de inversion si no es estrictamente necesario". Tendriamos que sacar los VLCs como moneda de cambio en la CV para potenciar la economia de las empresas autoctonas.
Totalmente de acuerdo pero hay que empezar por pagar las deudas todos ,incluso los que salen en los medios de comunicación como representantes de la sociedad civil.
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