VALENCIA. En menos de dos meses se celebrarán elecciones generales en España y presumiblemente, si las encuestas se cumplen, se producirá un cambio de color en el Gobierno de la nación. Muchos piensan que un cambio de gobierno es la solución a nuestros problemas, otros piensan que nos irá peor, que los "necesarios" ajustes serán más duros, cuestión de percepción simplemente. Así, cuando surge la pregunta ¿quién soportará los ajustes más o menos duros?, la respuesta fácil siempre es "los de siempre"; cuando nos preguntamos ¿quién es el responsable y nos ha conducido a esta situación que requiere de estos ajustes tan drásticos?, la respuesta también suele ser la misma "los bancos, el pelotazo inmobiliario, y en algunos casos se menciona a los políticos.
Y finalmente, cuando la pregunta es ¿quién va a pagar la fiesta?, la respuesta también suele ser un tópico "la clase media". Porque, como percibimos todos los días, no existe corresponsabilidad entre irresponsabilidad y pago, y justamente por ello los que soportarán todos los costes de nuestra lamentable situación serán los de siempre, "los pagafantas", que los hay y muchos en este país y en muchos casos no se corresponden con lo que políticos y otros responsables sociales entienden por "los de siempre".
Es mucha gente, son muchos los colectivos que protestan. Nos echamos la culpa unos a otros; los culpables son los bancos, la burbuja inmobiliaria (que lógicamente nadie ha alimentado), los gobernantes del PSOE, los del PP, etc. Los endeudados miran hacia el sistema financiero; el sistema financiero no dice nada y mira hacia los políticos al tiempo que, con la boca pequeña, reniega de lo que ha estado haciendo porque ahora no le da beneficios el sector inmobiliario y sí muchos dolores de cabeza; el sector inmobiliario (los que se han protegido claro, que también los hay) tiene sus ganancias a buen recaudo; y por último los gestores políticos, que han utilizado en su huida hacia delante en el gasto al sector inmobiliario, a los bancos y los votos, buscan ahora a los que tienen que pagar la fiesta sin que les perjudique mucho en sus expectativas de voto. Pues no se preocupen y no busquen más que aquí están los pagafantas, que por cierto también somos culpables, al menos hemos pecado por omisión.
CONFUSIÓN Y KEYNESIANISMO
Desde pequeñito me enseñaron que, en contraposición al derroche, al gasto excesivo y al desorden, la virtud de ser austero, comedido y responsable debía ser defendida y difundida. Sin embargo, he asistido estupefacto a la ceremonia de la confusión, viendo como se pedía públicamente desde distintas fuerzas sociales que gastáramos más, que el gasto producía crecimiento económico y el crecimiento económico era riqueza (y no estoy hablando de Keynesianismo), sin pararse a pensar si las costuras de nuestro traje económico podían aguantar tanto exceso desbocado, bien en el consumo en el gasto público o en la inversión.
Pero la fiesta ha terminado, y hay que pagar la cuenta, incluso antes de que algunos se hayan enterado de que ha terminado, y al mismo tiempo que otros han pasado directamente de la invitación a la UVI gracias a la gula del gasto. Pero nadie es responsable, ni las familias, ni los empresario, ni los políticos, esos políticos que no hace muchos meses se preguntaban en voz alta que "¿cuál era el problema en ser el primero de la clase?", "el problema no es ser el primero sino el cómo se ha llegado a ser el primero", pero debemos estar tranquilos, muchos de esos políticos (nuestra clase política) repetirán en la próxima legislatura, bien en la oposición bien en el gobierno, o cambiando los papeles. Qué más da, ya que no hay responsables que paguen los pagafantas.
LA RESACA
Esos pagafantas constituidos por una inmensa multitud de familias, pequeños y grandes empresarios, autónomos, etc., personas que siguen pensando en la cultura del esfuerzo y que por propia voluntad no se sumaron a la fiesta, y que por no aprovecharse de la coyuntura incluso fueron calificados de tontos, y se les decía: ahorrar para qué, esforzarse para qué. Personas, en definitiva, que siguieron la máxima de la hormiga y nunca quisieron vivir como cigarras. Sin embargo, ahora es justamente a esas hormigas a las que se les va a pedir el mayor esfuerzo de pagar la cuenta de las cigarras, en cualquier caso son personas que han vivido y viven en la cultura del esfuerzo. Vamos a ser verdaderos paganos, incluso aquéllos que por prescripción facultativa han huido de la resaca que está provocando el botellón que nos ha tocado vivir al principio de la década. Y ahora todos se preguntan quién pagará, aunque la verdad es que a nadie le importa.
Señores, no busquen más, los pagafantas serán los de siempre, los que no han querido ir a la fiesta, los que han sido austeros sin darse cuenta de que el coste que deberán soportar será doble: no se han corrido ninguna juerga, al menos directamente, y encima pagan lo no disfrutado, los que creen en la democracia y votarán a quienes, ya sea desde el Gobierno o desde la oposición, han alimentado la fiesta incapaces de mirar más allá de sus propios intereses. En definitiva, no serán las tradicionales clases sociales, trabajadoras o empresariales, como colectivos los que paguen, serán las personas, independientemente del papel que jueguen en la cadena de la economía, que han ahorrado, que no se han endeudado, que han sido austeras y que al apoyarse en el esfuerzo propio creían que se ayudaban a sí mismos y ayudaban a su país.
Pero no se preocupen, señores políticos, este país olvida fácilmente, cree en la democracia y ustedes seguirán legislando, llenando el BOE de normas que o son de imposible cumplimiento o solo sirven para castigar un poco más a los pagafantas. En cualquier caso nosotros, los pagafantas tenemos tan asumido nuestro papel, tan grabado en nuestros genes que otra sociedad es posible, que cuando protestamos lo hacemos en silencio y para nuestros adentros. Simplemente no les castigamos como se merecería, porque dudamos de que ustedes sepan y entiendan lo que es la cultura del esfuerzo, esa cultura que tanto necesita nuestro país en estos momentos.
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(*) Óscar Álvarez San Jaime es profesor de Análisis Económico de la Universidad de Valencia
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