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Mariano Rajoy: ¿Líder por aburrimiento?

20/09/2011 GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA

VALENCIA. El pasado lunes, Mariano Rajoy presentó sus memorias políticas, "En confianza". El contenido del libro, según se deduce de los comentarios de quienes lo han leído y de los resúmenes que se han publicado en la prensa, no conmoverá las conciencias de los lectores. A lo largo de sus 255 páginas, Rajoy se muestra inconcreto y sinuoso y no se compromete, ni se moja, prácticamente con nada. El libro, en resumen, es fiel reflejo de la personalidad de su autor.

Por supuesto, el contenido del libro es lo de menos. Lo importante es lo que el libro significa. A la presentación acudió la plana mayor del PP, así como numerosos representantes de la sociedad civil más o menos afín al partido. La presentación del libro, y el libro mismo, sirven para un propósito: mostrar músculo, marcar los tiempos para un próximo relevo en el Gobierno, que ya se intuye como algo inevitable prácticamente por parte de casi todo el mundo, y sobre todo forjar la imagen de un determinado liderazgo: el de Mariano Rajoy.

RAJOY EN TWITTER: MENOS ES MÁS

Pocos días antes de la presentación, Rajoy se abrió una cuenta en Twitter. El primer día sólo intervino una vez. En el momento en el que escribo estas líneas, cuatro días después, lleva 33 tweets. Tardó un día entero en escribir un segundo tweet, lo cual suscitó comentarios irónicos o, directamente, burlas de muchos usuarios de Twitter, haciendo referencia a la lentitud de Rajoy para tomar decisiones, así como a una capacidad de trabajo supuestamente escasa.

En realidad 33 tweets en cuatro días, si hablásemos de una cuenta cualquiera en Twitter, no está nada mal. Pero para tratarse de la cuenta del principal candidato a la Presidencia del Gobierno, y teniendo en cuenta que la mayoría de los tweets los escribe su equipo, es muy poco. Sin ir más lejos, la cuenta en Twitter de Rubalcaba, que comenzó a operar hace algunos meses, lleva ya 2.558 tweets. 2.558 frente a 33. ¿Rubalcaba está ganando a Rajoy? Nada más lejos de la realidad. En cuatro días, la cuenta de Rajoy tiene unos 39.000 seguidores, por 31.000 de Rubalcaba.

En resumen: en sólo cuatro días, y con un puñado de intervenciones, Rajoy ha superado a Rubalcaba, que lleva meses esforzándose en vano. Mejor metáfora de cómo están las cosas, imposible. Rajoy actúa en Twitter como en política: menos es más. Mejor sentarse a esperar que el Gobierno se queme solo que exponerse innecesariamente; ya vendrán los votos, como se acumulan los seguidores en la cuenta de Twitter, o los poderosos en la presentación de su libro.

LOS LARGOS AÑOS DE ESPERA EN LA OPOSICIÓN

Probablemente Rajoy sea presidente del Gobierno tras el 20N. Muchos pensaban que lo iba a ser ya hace siete años, tras las Elecciones Generales del 14 de marzo de 2004. El efecto de las movilizaciones contra la guerra de Irak se había desinflado, al menos aparentemente, en las Elecciones Municipales y Autonómicas de 2003. El PP llegaba a la cita electoral como principal favorito. Al candidato del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, se le veía algo verde. Además, el enfado de buena parte de los votantes con el PP quedaba personalizado en el entonces presidente, José María Aznar, que no volvía a presentarse.

Y, para asentar la idea de cambio, el PP se dividió en aquella campaña electoral en dos campañas complementarias, al mejor estilo poli bueno / poli malo, con Aznar como poli malo que atizaba al PSOE y a los nacionalistas, y Rajoy como poli bueno, el candidato simpático y moderado que sólo hablaba de economía, el principal mérito en el balance de los años de Gobierno del PP.

Los atentados del 11M dieron al traste con esa estrategia, con la esperada victoria del PP, y con la figura del propio Rajoy, hasta entonces desdibujado como eterno "número dos", siempre al servicio de otro. Porque, además, las consecuencias de la derrota acabaron por generar una legislatura de oposición de estilo totalmente "aznarista", con el equipo que provenía de la época de Aznar y con las formas y las obsesiones propias de la época anterior, respecto de las que Rajoy, como tantas veces en el pasado, se dejó arrastrar.

Tras una nueva derrota en las Elecciones Generales de 2008, el liderazgo de Rajoy se tambaleaba más que nunca. Rajoy estaba allí por el "dedazo" de Aznar, había perdido ya dos veces y el propio Aznar quería desembarazarse de él. Paradójicamente, porque veía (y ve) en Rajoy a alguien demasiado "tibio" y poco dispuesto a defender los principios del aznarismo (cada año que pasa más radicales y caricaturescos). En los meses que mediaron entre las elecciones y el Congreso del PP en Valencia hubo muchos momentos en que pareció que Rajoy iba a dimitir, o que "le iban a dimitir" merced a la presión combinada de Esperanza Aguirre y sus sólidos apoyos mediáticos.

Al final Rajoy se salvó, gracias a la intervención providencial de uno de los barones más poderosos del PP: Francesc Camps, que consiguió para Rajoy los avales de la Comunidad Valenciana y acaudilló el apoyo de casi todos los barones regionales frente a Aguirre. Aún se recuerda la emotiva imagen del entonces secretario general del PPCV valenciano, Ricardo Costa, haciendo entrega de los avales a Mariano Rajoy.

LÍDER... ¿POR ABURRIMIENTO?

Hace tres años pocos le podían aventurar un futuro esplendoroso, o incluso algún tipo de futuro político, a Mariano Rajoy. Pero hoy las encuestas no sólo dan por segura la victoria del PP, sino que incluso vaticinan que ésta se dará por mayoría absoluta. Y lo mejor es que para llegar hasta ahí Rajoy apenas ha tenido que hacer nada. Sólo aguantar, resistir al mando del PP durante años, y esperar pacientemente a que la crisis desgastase al Gobierno. Saber medir los tiempos y dejar que fuese Zapatero (otro dirigente que también se caracterizaba por medir bien los tiempos) el que se hundiese solo.

Parece claro que Rajoy intentará gobernar como lo ha venido haciendo en el PP. Ahorrándose follones innecesarios, sin mover muchas sillas y, en general, cambiando lo mínimo imprescindible. El problema es que tampoco está claro cómo podrá Rajoy gestionar España con ese perfil bajo que le es consustancial, sin grandes iniciativas ni grandes errores, como si España fuese una tienda de ultramarinos, en el contexto de crisis brutal que nos aqueja.

Por ahora Rajoy, que se deshizo en elogios a Aznar y su legado en la presentación de En Confianza, ya ha deslizado en varias ocasiones su reivindicación de la gestión del Gobierno del PP en su primera legislatura (1996 - 2000), que se habría caracterizado por el éxito económico y la moderación, frente a la crispación y la pérdida del norte por parte de Aznar en la segunda (2000-2004). Pero el margen de maniobra ahora es sensiblemente menor que en 1996. En la relación con los nacionalistas, por lo mucho que se ha tensado su relación con el PP. Primero, con los nacionalistas vascos, en los años del soberanismo de Ibarretxe. Después, con los catalanes, merced al rechazo del PP al Estatut y las iniciativas percibidas como catalanófobas desarrolladas desde el PP "aguirrista" y sus asideros mediáticos.

Bien es cierto que los nacionalistas y el PP ya demostraron en 1996 una extraordinaria flexibilidad política en las negociaciones. Y que en esta ocasión es previsible que ni siquiera sea necesario contar con ellos para obtener una mayoría parlamentaria. Pero en lo que concierne a la economía, no hace falta aventurarse mucho para constatar que la situación es mucho peor que en 1996, y las perspectivas de crecimiento también.

Rajoy tampoco tendrá mucho margen de maniobra: no podrá desarrollar el ambicioso programa de privatizaciones del Gobierno de Aznar, ni propiciar el desarrollo de una nueva burbuja en el sector inmobiliario. Ni siquiera podrá contar con la ayuda de los Fondos de Cohesión europeos, que ya sólo benefician a España de manera tangencial. Y, a partir del momento en que Rajoy (si finalmente se cumplen los pronósticos) pase a ser presidente del Gobierno y mientras no se enderece el rumbo de la economía, comenzará el desgaste de su imagen, ya un tanto deteriorada en la valoración pública, a pesar de las buenas expectativas electorales. Tal vez por ese motivo se estén apresurando tanto en el PP por destacar la moderación y la capacidad de "liderazgo amable" de Mariano Rajoy, un tanto desdibujadas todos estos años.
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(*) Guillermo López García es profesor titular de Periodismo en la Universitat de València

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