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La furia de Barberá y la desaparición del "campsismo"

16/09/2011 GUILLERMO LÓPEZ

VALENCIA. Parece que fue hace una eternidad cuando Camps presentó la dimisión. Fue hace sólo dos meses, pero en ese tiempo apenas ha quedado rastro del campsismo. Los afines al expresident han desaparecido, o bien han cambiado a toda prisa sus fidelidades. La pérdida del poder ha supuesto también la pérdida casi absoluta de influencia en el PP de un expresident que ganó las Autonómicas dispuesto a imponer un poder casi total en el partido. Con Carlos Fabra en retirada y Ripoll en horas muy bajas, perdido el control de la Diputación de Alicante, Camps controlaba el PPCV con mano férrea. ¿El caso Gürtel? Se veía como una molestia menor, una incomodidad eventual, un escándalo hinchado por los enemigos del PP, pero que revestía escasa o nula entidad.

Hasta el día lamentable de la dimisión de Camps. Lamentable por los términos en que se produjo, con la dirección nacional del PP forzando las cosas hasta el límite, generando una situación bochornosa en la que algunos de los imputados se autoinculpaban mientras otros, y en concreto el expresident, daba la vuelta a su coche en el último momento. Como en las películas. Camps se negaba a firmar, pero dimitía horas más tarde por efecto de la autoinculpación de facto en la que ya había incurrido (que le ponía las cosas mucho más difíciles en el juicio) y de las presiones de Génova.

Y, al caer Camps, y al verse sustituido por alguien nombrado desde el PP nacional, sin encomendarse a tirios ni a troyanos, la cosa también deja en una situación equívoca a Rita Barberá. La eterna alcaldesa de Valencia, fuerza de la naturaleza en lo político y en lo social, ha sido siempre la principal valedora de Camps, quien le introdujo en el Ayuntamiento de Valencia, y su principal avalista cuando llegó el momento de sustituir a Zaplana. También ha sido el sostén en el que se ha apoyado Camps en estos últimos años de follones judiciales y críticas mediáticas. No sólo personal, sino también político. Camps se cobijó desde el principio bajo el ala de la mítica popularidad de la alcaldesa de Valencia, el mantra de que "Rita es imbatible".

Sin embargo, en estas últimas Elecciones Autonómicas y Municipales, a pesar de la holgada victoria del PP, quedó claro que Gürtel y el desgobierno han pasado factura, y sobre todo quedó claro que Rita Barberá no es tan invulnerable como parecía. El PP bajó en 70.000 votos (a pesar del ligero aumento de la participación respecto de 2007). Y, muy especialmente, bajó en la ciudad de Valencia: 35.000 votos menos que en 2007 en las Autonómicas, y 27000 menos en las Municipales.

Poco después de las elecciones, y una vez se ha diseñado las personas y las líneas de actuación del Gobierno autonómico para los próximos años, Camps dimite (o "es dimitido" por Génova, podríamos decir). No se consulta a la alcaldesa de Valencia ni antes ni, según parece, después de la dimisión, para nombrar s su sustituto. Algunos líderes del PP valenciano, fundamentalmente Alfonso Rus, se quejan de la falta de interés de la dirección nacional por, como mínimo, simular alguna preocupación por comentar una cuestión tan relevante con los barones valencianos. Pero pocos quedan tan en fuera de juego como Barberá, quien ha visto cómo echaban a su ahijado y lo sustituían por alguien totalmente ajeno a ella.

Y así llegamos al momento actual, en el que la alcaldesa de Valencia decide dar un puñetazo en la mesa: Génova no nos quiere, no nos presta la debida atención. Y, por si quedase alguna duda de a quién deben prestarle atención, lo deja claro: ¿y si voy en las listas al Congreso? Por supuesto, de número uno, pasando por delante de González Pons y de quien haga falta. Formula la propuesta y, a continuación, amaga: claro que, si voy, no sé cómo me las voy a apañar para seguir gobernando Valencia, si tengo que estar casi toda la semana en Madrid.

Un tirar la piedra y esconder la mano bastante absurdo, la verdad, aunque efectivo en términos de que Rajoy, que no quiere follones en el camino hacia las Generales del 20N (aunque en verdad hay que decir que, si es por Rajoy, no habría follones nunca; de ningún tipo), satisfaga la demanda de atención de la alcaldesa, entre otras cosas para desactivar su extemporáneo desembarco en las listas del PP para las Elecciones Generales.

Barberá también se ha quejado, aprovechando la coyuntura, de la falta de cariño del partido hacia Camps, a quien tienen abandonado (abandonan a Camps, y abandonan a Valencia, viene a ser el mensaje). La estrambótica respuesta del actual presidente de Extremadura, Monago, de que habrá que crear una "Secretaría del Amor", parece también, sin embargo, proporcionada a la intervención de Barberá. Naturalmente, detrás de esta sorprendente petición está un nuevo reproche de Barberá a su partido, restos de un cierto regionalismo incubado en el PPCV durante los años de Camps, que en Valencia tiene estilo propio merced al populismo de la alcaldesa y su "Valencia está más bonita que nunca".

Detrás de la propuesta (o no-propuesta, según se mire) de presentarse a las Generales quizás está también la percepción de que la imbatibilidad de la alcaldesa ya no es tal, y sobre todo de que lo que le espera en los próximos años es un camino difícil de transitar. Porque, aunque es posible que Valencia esté más bonita que nunca, lo que sin duda está claro es que también, por desgracia, está más arruinada que nunca. Y lo está no sólo por culpa de Zapatero (que, recordemos, en el argumentario de los populares es sistemáticamente culpable de todo), sino también de quien la ha gobernado desde hace veinte años, y que también ha sido entusiasta copartícipe de algunos de los peores excesos de "nuevorriquismo" del PP valenciano, como el circuito urbano de Fórmula 1.
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Guillermo López es profesor titular de Periodismo en la Universitat de València

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