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Políticos y periodistas: ¿Quién vigila a quién?

MARTA MOLINA. 24/07/2011 "Ruedas de prensa sin preguntas, legislación taxativa, bloques electorales; compadreo, confusión de roles, información de trinchera. Políticos y periodistas comparten la finalidad de servir a la ciudadanía, pero en ocasiones equivocan la distancia necesaria para que el modelo funcione..."

(Por su interés político y periodístico, ValenciaPlaza.com reproduce este articulo aparecido en la revista 'Periodistas', editada por la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, FAPE, que ha autorizado su reproducción.  / Ilustración DIEGO BLANCO)

 "Ruedas de prensa sin preguntas, legislación taxativa, bloques electorales; compadreo, confusión de roles, información de trinchera. Políticos y periodistas comparten la finalidad de servir a la ciudadanía, pero en ocasiones equivocan la distancia necesaria para que el modelo funcione. Política mediática y periodismo partidista son términos que identifican formas viciadas de una relación de límites..."

MADRID. “El presidente admitió preguntas”. El hecho, por lo novedoso, fue noticia el 23 de mayo pasado cuando José Luis Rodríguez Zapatero hizo balance de las elecciones municipales y autonómicas que tiñeron de azul el mapa de España.

Los políticos quieren más, los periodistas menos. Más ruedas de prensa sin preguntas, más propaganda camuflada de información, más control y más acólitos mediáticos, los unos. Menos límites a la libertad de prensa, menos injerencia, menos paternalismo y menos ataques, los otros.

Los del más han indignado a los del menos haciendo gala de una batería creciente de malas artes en la gestión de la información. El hastío de los periodistas es palpable. Se dicen agredidos por “los reiterados intentos de manipulación y presiones sobre su trabajo” y como tal lo han plasmado en el Manifiesto contra las ruedas de prensa sin preguntas y otras anomalías informativas, que ha recibido hasta junio la adscripción de 172 medios y entidades y de más de 10.100 personas a título individual.

Políticos y periodistas comparten la finalidad de ofrecer un servicio público, pero se enredan en las distancias desde tiempos de la Transición. “Sus relaciones se vieron condicionadas por un interés superior: la necesidad de construir la democracia que los españoles ansiaban”, explica la periodista Magis Iglesias, especializada en información política.

Relaciones que fueron “excesivas”, según las califica Iñaki Gabilondo en la entrevista que publica este número de Periodistas y que, a juicio de Fernando Jáuregui, director de Diario Crítico, generaron “demasiadas distorsiones” entre informadores y clase política. “Hay deformaciones en el papel que los periodistas deberíamos jugar ante la sociedad a la que servimos: connivencias y complacencias, silencios y banderías. Los políticos, a su vez, desprecian al periodista independiente, al que jamás se le concede este atributo: o se le acusa de estar con unos o con los otros, no hay término medio. Y lo peor es que algunas veces es cierto…”, reconoce. J

áuregui habla de un juego a dos bandas entre políticos y periodistas en el que unos parecen haberse olvidado de sus electores y los otros, de sus lectores. La Defensora del Lector de El País dedicó su columna del domingo 26 de junio al movimiento 15M y su crítica a los medios de comunicación, a los que acusa de “tergiversar la realidad en beneficio del poder establecido”. Milagros Pérez Oliva recabó la opinión de Lluís Bassets, director adjunto del diario, quien aventura que la credibilidad, en política y en periodismo, será más cara y habrá que ganársela con mayor esfuerzo, “quizás más personal que corporativamente”.

Las encuestas son un espejo que afea los egos y los de políticos y periodistas deben estar algo machacados a juzgar por cómo valora la ciudadanía la influencia de los primeros sobre los segundos. El Informe de la Profesión Periodística, que edita anualmente la Asociación de la Prensa de Madrid, constata “la confianza de la sociedad española en la veracidad de las informaciones, pero revelan que pone en entredicho la imparcialidad, la independencia y el compromiso por defender los intereses de su audiencia”, según expone Sergio Roses en ¿Crisis de confianza en los medios? (Revista Latina de Comunicación Social, 2009).

Ellos y nosotros

“Un veterano periodista, aún en ejercicio, se acercó en los pasillos del Congreso al recién nombrado presidente del Gobierno Adolfo Suárez y jocosamente le dijo: ‘Oye, cabrón…’. Sin perder la sonrisa, este le respondió: ‘Oye, Pedro, que ahora soy el presidente del Gobierno…’”, relata Fernando Jáuregui. “Habíamos pasado de la complicidad de los avatares de la salida del franquismo a la realidad: unos estábamos en un sitio, los otros, en otro”, se explica.

Las relaciones entre políticos y periodistas superaron en ocasiones la cordialidad para llegar a un exceso de familiaridad que daña tanto a unos como a otros. “El compadreo entre políticos y periodistas”, interpreta el catedrático de Opinión Pública Alejandro Muñoz Alonso, “da al público la imagen de que la vida política es un ámbito de amiguetes en el que, al final, los intereses de unos y otros coinciden”.

La ciudadanía llega así a la conclusión de que todo queda entre “ellos” sin que nadie se ocupe propiamente de “nosotros”. Quizá porque los periodistas, como señala Iñaki Gabilondo, no han sabido defender sus fronteras “a la manera de otros profesionales”. Quizá, también, porque la clase política no gusta del control y se pertrecha para acabar con la necesaria independencia del periodismo. Pecados de unos y de otros que terminaron por esbozar supuestos bandos, en cuya existencia cree antes la clase política que el gremio periodístico, pese a que algunos de sus miembros mudaran alguna vez de piel y, en un golpe de erótica del poder, quisieran hacer política en lugar de periodismo.

“La inmensa mayoría de los gobernantes intenta aprovecharse de un servicio público domesticado”, opina José Manuel Martín Meden. Este excorresponsal de TVE critica asimismo el interés de ciertos periodistas por acortar distancias en beneficio propio pero, aunque el roce interesado aumenta el conocimiento, “también reduce la capacidad de denuncia”.

Sin excepciones

“A la larga siempre me he sentido utilizado por el político”, sopesa Fernando Orgambides, exdirector de la edición americana de El País y socio fundador de la Asociación de Periodistas Europeos. “Cuando uno de nosotros deja de ser influyente, el político le abandona”, incide. “He visto más hipocresía en el PSOE que en el PP respecto a esto. Tal vez porque la derecha tiene más recursos y necesita menos al periodista que los otros”, denuncia al tiempo que se sincera: “Personalmente, prefiero elegir a mis amigos fuera de la clase política”.

“Con UCD, la relación era sustancialmente más correcta que en la actualidad, aunque no conviene idealizar el pasado”, interpreta Fernando Jáuregui. “Con el primer PSOE, el de Felipe González, había demasiadas complicidades”, identifica. “Con Aznar, multitud de intereses individuales, y colectivos”, observa. “La era Zapatero se ha caracterizado, pienso, por los zigzags, los vaivenes, la inseguridad jurídica del informador y de la fuente: no siempre lo que transmitía oficialmente acababa cumpliéndose”, valora.

Para Carlos Yarnoz no todos los políticos son harina de un mismo saco y diferencia entre aquellos que respetan el trabajo de los periodistas y los que no. “En los ochenta publiqué varias noticias sobre seguridad aérea que perjudicaron al entonces joven ministro de Transportes Enrique Barón, quien acabó dimitiendo, y jamás percibí el más mínimo reproche por su parte”, distingue el subdirector de El País. “Luis Roldán es el ejemplo contrario: la relación profesional que mantuvimos terminó el mismo día en que destapamos sus prácticas corruptas como director general de la Guardia Civil”, contrapone.

Santabárbara política

La flamante nueva presidenta de Castilla La Mancha, María Dolores de Cospedal, se enfrascó el 26 de abril pasado en una batalla dialéctica con Ana Pastor, conductora de Los Desayunos de TVE, a cuenta de la imparcialidad de la cadena pública, cuestionada por la número dos del Partido Popular. Ante la crítica, la presidenta de la FAPE, Elsa González, salió en defensa de los profesionales de la corporación: “Observamos con inquietud cómo los políticos repiten una y otra vez que la prensa es uno de los pilares de la democracia, al tiempo que no dudan en limitar caprichosamente el ejercicio del periodismo”.

La consecuencia es que los periodistas pierden peso y reputación entre la ciudadanía. El PSOE vetó a Telemadrid en 2007 y el PP boicoteó al grupo Prisa ese mismo año. Tomás Gómez (PSOE) no concede entrevistas a La Razón, según denuncia el diario, y Luisa Fernanda Rudi (PP) se negó a facilitar información a El Periódico de Aragón durante la campaña electoral de mayo.

Lejos queda la osadía de ejemplos como el que evoca José Manuel Martín Medem. “Después del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, la dirección de RNE reunió a los responsables de Informativos para orientar nuestro trabajo hacia una actitud de moderación con los golpistas, lo contrario de lo que debe hacer un buen servicio público”, critica. O las llamadas del expresidente José María Aznar a los directores de los principales diarios para transmitirles su convencimiento de que ETA era la autora de la masacre del 11M.

Las formas son ahora más sutiles. La clase política afila sus armas y salta de los vetos y presiones sobre los profesionales y sus empresas a la promulgación de trabas legales al ejercicio del periodismo. Desde empecinarse en los bloques electorales, prohibir la entrada a mítines y otros actos, filtrar argumentarios políticos enviados como deferencia a determinados periodistas considerados afines y obligar a conectar con el canal del partido hasta tomar decisiones propias de otro siglo como la que llevó a la Junta Electoral de Mérida a ordenar el secuestro del número 206 del semanario Voz Emérita, luego revocada por la Junta Electoral Provincial de Badajoz.

Venimos mal, que diría un argentino. Pero Carmen del Riego, cronista política del diario La Vanguardia, se muestra convencida de que existe el paso atrás: Volver al periodismo. Así tituló el artículo que publicó en el número 22 de Cuadernos de Periodistas, dedicado a la información electoral. “Hemos sido más cómplices que víctimas”, señala en el texto para, a renglón seguido, evocar el título de otro de sus trabajos sobre la materia: “Esto no es periodismo”...

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