VALENCIA. La dimisión del presidente de la Generalitat, Francisco Camps, no por esperada dada su situación procesal deja de ser un acontecimiento en la política valenciana y española. Ya es grave que el presidente de una comunidad autónoma en activo dimita. Pero si además lo hace como consecuencia de su procesamiento judicial por haber aceptado regalos de un grupo empresarial que, a su vez, obtuvo contratos millonarios de la Administración de la cual era su principal responsable, aún lo es más. Judicialmente trajes y financiación ilegal son piezas separadas. Pero en el terreno político ello es irrelevante.
En política las casualidades no existen y a partir de septiembre los manejos de esta trama para financiar ilegalmente con dinero de los contribuyentes actividades del Partido Popular ocuparán con cierta asiduidad las portadas de los medios. Y sumirán a los ciudadanos en un estupor todavía mayor que el actual por el comportamiento de algunos políticos. Pero de momento, los valencianos ocupamos, como lo hemos hecho estos dos años y medio pasados, la atención del conjunto de los españoles por motivos bien alejados de los que se merece una sociedad dinámica y que siempre ha destacado por su capacidad emprendedora como es ésta. Un dinamismo hoy menguante en buena medida por la falta de dirección desde las instituciones autonómicas cuyos gestores han estado ocupados y preocupados desde que se inició la crisis económica por asuntos muy diferentes de los que exige una de las recesiones más graves del último medio siglo.
Los problemas asociados a la recesión en la que nos encontramos, desde el desempleo hasta la imprescindible racionalización de la Administración autonómica o la articulación de un plan creíble de fomento de la recuperación no se resuelven porque Francisco Camps haya dimitido. Permanece el bosque de empresas públicas, fundaciones y demás organismos de utilidad discutible y gestionados por dirigentes sin cualificación. Como permanece la ausencia de ideas para impulsar desde el sector público autonómico la recuperación económica en una sociedad plagada de microempresas incapaces por sí solas de adaptarse al avance imparable de la globalización.
Dimitido Camps, cabe esperar que, esta vez sí, el PPCV, ganador indiscutible de las recientes elecciones autonómicas, deje atrás su ensimismamiento y la agitprop en la que ha estado concentrado y se preste a resolver los problemas reales de los valencianos. La sustitución del presidente no puede ser el inicio de una guerra de intereses personales para colocarse mejor de cara al congreso extraordinario del partido que deberá consolidar el cambio de ciclo, a pesar de que ya se han producido algunos movimientos en ese sentido.
Los más de medio millón de valencianos que no tienen empleo y los miles de empresarios que batallan todos los días por mantenerse a flote no se lo merecen. Como no nos lo merecemos el conjunto de los valencianos que hemos asistido a uno de los capítulos más penosos de nuestra reciente historia protagonizado precisamente por quien debiera ser el mejor representante de las cualidades por las que queremos que se nos conozca y reconozca como sociedad.
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.