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¿Tiene solución la crisis de las deudas soberanas en la eurozona... o acabará con el euro?

20/07/2011 "Tarde o temprano se aceptará una quita de la deuda griega...", Javier Andrés (Universidad de Valencia). "La falta de disciplina fiscal que ha imperado en Europa tiene su origen en el sistemático incumplimiento del pacto de estabilidad...", Joaquín Maudos (UV/Ivie). "No se trata de ceder más o menos, sino de reconstruir un sistema de gobierno europeo basado en la coherencia...", Joan Sifre (CC OO)

VALENCIA. En los últimas días se ha producido un nuevo y grave episodio de la crisis que sacude la deuda soberana de algunos países en la eurozona durante la cual la prima de riesgo para Italia y España, tercera y cuarta economía de la misma, han alcanzado máximos históricos. Por otro lado, Moody's ha rebajado la calificación de la deuda de Irlanda a bonos basura. Con ello ya son tres las economías del área euro con esta calificación, lo cual de facto las imposibilita acudir al mercado internacional de capitales para financiarse en condiciones de normalidad.

Ante ello, surgen un buen número de interrogantes parte de los cuales sirven de inicio del Foro de Valenciaplaza de esta semana abierto, como siempre, al cruce de opiniones o matices entre sus participantes. Por ejemplo, ¿dónde hay que buscar el origen de este nuevo episodio? ¿en la incapacidad política de la UE o en la "falta de sentido de la oportunidad" de las agencias de rating del que ha hablado Salgado? ¿La crisis puede acabar con el euro como moneda relevante en la economía mundial? ¿La cesión de parcelas de soberanía nacional en el terreno económico a las autoridades de la UE permitiría abordar de forma más eficaz el problema? En definitiva ¿tiene solución la crisis de las deudas soberanas en la eurozona?

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JAVIER ANDRÉS, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e  investigador del Instituto de Economía Internacional (UV)

El problema de la deuda soberana en Europa tiene entidad suficiente como para acabar con el Euro, pero creo que su supervivencia es más una cuestión política y parece que los líderes europeos están decididos a mantener la Unión Económica y Monetaria a toda costa. Esto es viable si se dan algunas condiciones. Tarde o temprano se aceptará una quita de la deuda griega o una reducción muy significativa de los intereses que tienen que afrontar. Para que ésta acabe siendo la solución -al menos provisional hasta que empiecen a funcionar los mecanismos previstos en el Pacto por el Euro- es preciso resolver a muy corto plazo tres problemas.

Por una parte, que las autoridades griegas estén decididas a aplicar de forma estricta sus compromisos adquiridos para el rescate (cuando el país demuestre capacidad para recortar sustancialmente su déficit será el momento de aceptar la reestructuración, no antes). Además, hay que resolver la participación -o no- del sector privado en la reestructuración y, por último, convencer a los mercados de que esta opción es sólo aplicable a Grecia y no a otros países rescatados ni a países grandes de la Eurozona. Es decir, aplicar un cortafuego a Grecia como excepción. De otra forma los países del Norte no van a aceptar una serie de reestructuraciones presentes y futuras como coste a pagar por el mantenimiento del Euro. Para ello es crucial que Italia, España, y en menor medida Bélgica, den señales inequívocas de ser capaces de crecer de forma sostenida. 

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JOAQUÍN MAUDOS,
catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e investigador del Ivie

La crisis de la deuda que estamos viviendo en el área del euro tiene su origen en la asimetría que existe entre la integración monetaria que en mayor o menor grado se ha logrado y la escasa convergencia en materia fiscal. Si a esta asimetría le unimos el exagerado nivel de endeudamiento de algunas economías que se han beneficiado de la abundante liquidez existente en años anteriores y en la infravaloración del riesgo, tenemos un cóctel explosivo que puede estallar en el caso de Grecia.

La falta de disciplina fiscal que ha imperado en Europa tiene su origen en el sistemático incumplimiento del pacto de estabilidad donde no se han aplicado las sanciones previstas.

El problema de gobernanza en el área del euro se ha agudizado tras los tres rescates que llevamos en curso y cuyo más reciente exponente está en la actual falta de acuerdo para resolver la crisis de Grecia. Por un lado, la tesis que defienden algunos consiste en invocar a la solidaridad en forma de transferencia de renta de los países ricos a los pobres (la última propuesta en forma de compra de bonos griegos en el mercado secundario por parte del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera o mediante un préstamo al Tesoro griego para que compre su propia deuda).

Por otro lado, otros países (con Alemania a la cabeza) están hartos de transferir su renta a los países que se han endeudado en exceso por lo que exigen que el sector privado asuma parte de ese coste participando en la reestructuración de la deuda.

El BCE no quiere oír hablar de reestructuración dado el peligro que una quita tendría en la prima de riesgo de otros países, y dadas las pérdidas que tendría que asumir como consecuencia del elevado volumen de deuda griega que hay en su balance.

La duda que se plantea es si con sacrificios adicionales Grecia será capaz de volver a una senda de crecimiento que le permita reducir su nivel de endeudamiento. Difícil será pero vale la pena intentarlo fijando tipos más bajos en los préstamos a Grecia y ampliando el periodo de vencimiento de su deuda.

Una quita en estos momentos tendría efectos devastadores para otros países cuya prima de riesgo podría alcanzar de forma sostenida niveles peligrosos, además de las pérdidas que sufrirían los bancos europeos tenedores de la deuda griega. Pero con un ratio deuda pública/PIB del 160%, y salvo que se cumpla el escenario muy optimista previsto por el BCE, difícil será que no tengamos más remedio que hablar en un futuro próximo de una quita, aunque ahora no es el momento.

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JORDI PALAFOX REPLICA A ANTONIO CUBELL

El interesante planteamiento del comentario de Antonio Cubel plantea la dificultad de su puesta en práctica. Es una versión muy bien expuesta del viejo esquema del huevo y la gallina que puede convertirse con facilidad en la fábula de los galgos y los podencos de Iriarte, que ya sabemos lo mal que acabó para los conejos. Porque si con la estructura institucional actual de la UE actual se ayuda a Grecia para evitar su cada vez más probable suspensión de pagos ¿qué seguridad hay de que los gobiernos del país heleno se vayan a comportar de otra forma en el futuro? La capacidad de sanción de la UE es mínima.

¡Bonos Europeos clama el Sur! ¿A cambio de qué compromisos? preguntan los que tienen que poner la credibilidad... Y a partir de ahí se entra en el cul de sac vigente. Porque de ceder soberanía en control y supervisión, nada de nada. Ya se ha visto con el mantra de "la manía que nos tiene la EBA" por no aceptar las provisiones dinámicas. Pero la prima de riesgo de España en máximos históricos, por simple contagio (claro que aquí no pasa nada).

Una nota colateral: la también mencionada por Cubel incapacidad de la Unión Europea me parece que es percibida en cada país de forma diferente. No es seguro de que para los españoles signifique lo mismo que para los holandeses, por ejemplo. Porque esa incapacidad es la resultante de que los políticos reciban su representatividad -y los votos que es los que les importa-, de sociedades nacionales mientras el problema a resolver es supranacional. Pero en ese marco no hay votos relevantes. Nada nuevo bajo el sol desde 'Las dos Europas', de Francis Delaisi. Y eso que fue publicado en 1930

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JOAN SIFRE, Escola Sindical Ramón Paredes y exsecretario general de CC OO P
V

Es un riesgo evidente para el euro. Hay muchos intereses en juego y, si bien no lo quieren hundir, sí quieren moverse en los límites e imponer determinadas reformas que sólo agravando la situación parecen más inevitables y justificadas. Las agencias de rating, norteamericanas, da la impresión que hacen calificaciones sesgadas de las deudas europeas, cuando la situación en EE UU es también muy preocupante y allí las bajadas de calificación son mínimas. Veremos qué pasa a primeros de agosto. Mientras tanto, Grecia por ejemplo, que no ha llegado a impagar ninguno de sus vencimientos de deuda, ha recibido la calificación "triple D" por debajo de los bonos basura.

Las corporaciones financieras siguen resistiéndose a ajustar sus balances a valores algo más reales y negándose a aceptar una "quita y espera" multilateral y coordinada. Mientras, siguen restringiendo el crédito ordinario y precisamente han sobre-invertido en deuda soberana -renta fija- con la financiación percibida de los gobiernos, puesta a disposición para evitar la contracción del crédito "ordinario" y sus consecuencias depresivas sobre la actividad productiva.

En la UE, la cesión de parcelas de soberanía ya ha sido notoria en diversos campos, eso sí, aislados y carentes de coherencia (política monetaria sí, fiscal no, por ejemplo). Los acontecimientos desde mayo de 2010 muestran cesión de soberanía en políticas sociales, de sector público, ordenación de mercados internos, etc... Por eso no se trata de ceder más o menos, sino de reconstruir un sistema de gobierno europeo basado en la coherencia entre recursos, instrumentos de gestión y retos a abordar.

Si persiste la prepotencia de los mercaderes de los mercados y los representantes de la UE siguen dubitativos y sometidos a sus directrices o al menos a sus jugadas, lo que está en riesgo no es sólo el euro, sino la propia existencia de la UE.

----------------------------------OPINIONES ANTERIORES------------------------------------------


ANTONIO CUBEL MONTESINOS, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia

La crisis del euro, tal como se está desarrollando en los últimos días, no es tanto una crisis de deuda como una crisis de gobernanza europea: una muestra de la incapacidad de la Unión Europea de tomar decisiones con rapidez para atajar los problemas económicos de algún país socio que pueden contagiar al resto. Ninguna de las decisiones adoptadas en los últimos meses ha servido para reducir la prima que pagan las emisiones de deuda de los países en problemas, agravando la situación de las cuentas públicas.

De las reuniones de los próximos días debería salir una posición clara de ayuda a Grecia (y por extensión al resto de países con problemas similares) mediante la compra de deuda griega por parte de la autoridad monetaria europea. La situación de emergencia en la que puede entrar la eurozona en caso de que las condiciones económicas empeoren no debe ser menospreciada. El mantenimiento de tipos de interés altos, sin un horizonte claro de descenso encarece la financiación de las empresas y obstaculiza la recuperación económica. Y sin recuperación económica no habrá salida real y definitiva a la crisis.

Queda el tema de la responsabilidad. ¿Por qué vamos a resolver el problema de los griegos, que han engañado y no han tomado las medidas de ajuste a tiempo? Porque las consecuencias de no hacerlo serían peores que las de ayudarles. Y porque el problema griego es consecuencia de una forma de actuar en la UE de la que todos los países son responsables. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento preveía sanciones a los países que no cumplieran con los objetivos de déficit. Se han observado más de 50 incumplimientos (entre ellos de Francia y Alemania) y no se ha actuado sobre ellos.

El problema, por tanto, no es Grecia (o no es tan sólo Grecia): el problema es la falta de mecanismos institucionales en la UE para resolver estas situaciones. Por tanto, estabilicemos primero la situación y después lleguemos a nuevos acuerdos para impedir que la situación se repita, con la lección bien aprendida. 

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JUAN LATORRE
, director de KPMG en la Comunidad Valenciana

La situación actual tiene su origen, desde un punto de vista básico, en sI los políticos de la Unión Europea, se creen o no, el concepto de "Unión Europea". Esta Unión debería tener unos planteamientos más estratégicos y más creíbles, desde todos los puntos de vista, económicos, fiscales, de futuro como países verdaderamente unidos. Con este enfoque estos países deberían ser capaces de afrontar grandes retos, como el reconocer que ya no somos, como zona de actuación, tan importantes como en el pasado, que hay determinadas políticas sociales que o se redefinen o quebraremos el sistema. Transmitir a nuestros ciudadanos que éste no es ni será nunca lo mismo, que tenemos que trabajar más y ganar menos, acabar con el despilfarro, con el fraude, con la ineficiencia en todos los ámbitos de actuación.

En una palabra, como responsables políticos, asumir la nueva realidad y afrontarla. Internamente podemos estar echando las culpas unos países a otros, a las agencias de rating a actuaciones más o menos acertadas de cada presidente de Gobierno, etc.., pero seguiremos sin querer afrontar la realidad. Con una unión real es posible que tengamos soluciones dolorosas pero soluciones a medio plazo, si no todos acabaremos pagando un alto precio por la visión cortoplacista de nuestros políticos.

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J
AVIER FERRI, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia

¿Por qué se decidió rescatar a Grecia, Irlanda y Portugal? ¿Por qué se comprometió un segundo rescate a Grecia? ¿Cuántos rescates más, y a cuántas grecias, van a producirse? ¿Qué incentivos reales tienen las economías rescatadas a realizar cambios estructurales profundos si no se conocen las respuestas anteriores? Es más, ¿por qué empeñarnos en seguir pagando el rescate de una economía cuya sociedad, a través de los gobiernos elegidos democráticamente, ha ocultado y tergiversado sistemáticamente información contable y que, además, no parece querer ser rescatada? La respuesta a esta última pregunta, se argumenta, es que el proyecto de construcción de Europa pasa por no dejar caer a esta economía. Interesante paradoja, cuando en el espíritu del Tratado de Lisboa se encontraba la no responsabilidad de la Unión con las obligaciones financieras de los estados miembros.

Para justificar el yes-bail-out se esgrimen varios argumentos. El primero de ellos es que el proyecto de construcción de una Europa unida sólo sobrevivirá si la Unión se expande continuadamente. Frente a este razonamiento se puede contraponer que un país que abandona el euro no tiene por qué hacerlo permanentemente. Después de su particular travesía por el desierto puede volver a ser admitido, saneada su economía. Además, la salida de Grecia permitiría gestionar mejor la solución a los problemas de gobernanza europea, para afrontar en un futuro crisis similares. El segundo argumento para no dejar caer a Grecia es que su salida del euro supondría más presión sobre los tipos de interés de los países con problemas en la eurozona.

Los defensores de este argumento infravaloran la capacidad de reacción de los gobiernos, a través de reformas radicales y creíbles, cuando le ven las orejas al lobo. Pero al lobo de verdad, no al de peluche, invocado por los fondos de rescate europeos, que corre el riesgo de apoltronarse en su estantería con el dinero de los contribuyentes. Por último, se argumenta que fuera del euro Grecia, el coste de la reestructuración de la deuda griega la soportaría en una parte importante el sector bancario. Esta consecuencia se parece bastante a la propuesta alemana de rescate, con la diferencia de que, de nuevo, se ahorra el dinero de los contribuyentes. Conclusión: pierde Grecia y tal vez algún otro país. ¿Gana Europa? No es seguro, pero lo que cada vez tengo más claro es que por el actual camino perdemos todos.

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JORDI PALAFOX, catedrático de Historia de las Instituciones Económicas

Merkel, con la rotundidad alemana que les hace denominarlos cabezas cuadradas, lo ha explicado con claridad meridiana: el problema es la deuda y no las agencias de rating. Una vez más, la Europa del Sur, acompañada de Irlanda y de la diminuta Islandia en esta ocasión, ha vuelto a gastar más de lo que tenía y se ha endeudado hasta las cejas. Y ahora cuando no puede devolverlo o se duda de ello, apela a la solidaridad, que quiere decir que vuelvan a pagar otros. A lo cual esos otros (Alemania pero también Finlandia u Holanda) dicen que no, como es lógico. Piden que reduzcamos gastos y/o subamos impuestos. Ah! Subir impuestos tras años de promesas del gratis total. No hay político del sur que se atreva. Por tanto, a reducir gasto, menos en lo que les afecta a ellos (como aquí más asesores para cada conseller y más fondos para los grupos parlamentarios).

Si se trata de halagar, las agencias de rating son manipuladoras de los mercados y los que quieren cobrar sus préstamos insolidarios y especuladores. Pero los hechos son tozudos. Una buena parte de las empresas, familias y Administraciones han gastado irresponsablemente y debieran pagar las consecuencias. No van a convencernos a la parte de la sociedad que no lo hemos hecho, que solidaridad significa asumir sus errores entre todos. Si nos obliga la ley lo tendremos que hacer, pero como dice el slogan ¡no somos tontos! El problema claro es la asimetría: los que han hundido a las cajas de ahorro, por ejemplo, siguen, en su mayoría, en sus puestos con salarios espectaculares y han recibido miles de millones de ayuda. Si ellos no van a pagar sus errores por qué tendrían que querer hacerlo lo demás irresponsables.

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