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VALENCIA. Todos tenemos claro que de una buena idea pueden surgir importantes beneficios para sus creadores y la sociedad en su conjunto. Lo que no es tan visible es el gran esfuerzo que hay que realizar para abrirse camino hasta el mercado, sobre todo si uno no se halla enclavado en ninguna casta favorecida. En esta línea me gustaría remarcar algo de especial importancia en estos momentos, ya que hay una clara voluntad política de apoyar a la innovación aproximándole herramientas e instrumentos de financiación y subvención, y este esfuerzo lo realizamos todos.

De esta forma y pudiendo observar la problemática desde ambos lados se aprecian claros desasestimientos. Una pena, ya que posiblemente lo primero podría haber sido aplicar un poco de creatividad e integrar en este sistema de apoyos públicos, medidas que contribuyeran a valorar eficientemente los proyectos apoyados, dejando que quien investigue el sexo de los ángeles lo haga por su cuenta.

Dicho esto, entiendo de otro lado, el gran valor de la investigación fundamental y lo complejo de cuantificar su interés para la sociedad, pero en esta prolongada crisis nos va a venir mejor identificar que desarrollos tienen un mayor impacto sobre nuestra economía y a la vez que fomentarlos, apoyar su industrialización cuando se trate de productos.

Si se ha decidido apostar por este motor de la economía, ¿cómo no vigilar adecuadamente este semillero? ¿Y cómo burocratizar los procesos que orientan la creatividad, situando además para su tutela personas con escasa experiencia en innovación? El resultado es evidente... También en éste punto mostrar mi agradecimiento a las personas e instituciones que intentan hacer las cosas lo mejor posible, ya que era un camino complejo y no explorado aun.

Para colmo de males, las líneas de apoyo a la I+D trazadas desde Europa cambian radicalmente de dirección, pasando ahora a apoyar los proyectos de mayor tamaño, esos para los cuales se supera al menos el millón de presupuesto. Proyectos que mueven las Universidades y los grandes Holdings empresariales como las multinacionales del área electrónica o los laboratorios farmacéuticos por ejemplo.

Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el 89% del empleo total generado en España es creado por empresas con menos de 20 trabajadores, algunas de ellas apuestan claramente por la I+D ¿cómo dejar fuera de estas oportunidades a los investigadores que están en estructuras modestas? Yo pensaba que las cosas tenían cierto valor intrínseco y que se apoyaban por su grado de novedad y beneficio para la sociedad, esto es claramente desalentador y apagará grandes oportunidades para todos.

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(*) Javier Villar es responsable de la empresa de base tecnológica Kaparazoom