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Dársena en crisis

BING BANG / CARLOS GONZALEZ TRIVIÑO. 20/06/2011

VALENCIA. En octubre de 1982, el periodista John P. Hoerr viajó a la ciudad norteamericana de Pittsburgh para escribir un extenso artículo sobre el grave colapso que vivía allí la industria del acero. Por aquel entonces el Camp de Morvedre vivía también un momento de fuerte convulsión económica y social por parecidas razones a las de Pittsburgh.

Hoerr comparó entonces la enorme vitalidad económica de la ciudad en la que había vivido en la década de los 40 y el paisaje desolador que había encontrado a su regreso.

A principios de los 80, la producción metalúrgica de Pittsburgh quedó contraída al 30 por cien de su capacidad normal y dos terceras partes de la población local perdieron el empleo. Hornos abandonados, grandes tuberías recubiertas de óxido, almacenes gigantes con aire fantasmal, avenidas desarboladas por los cierres masivos y desiertas vías de ferrocarril constituyeron el panorama del reencuentro del veterano periodista con Pittsburgh.

En 2009, Barack Obama eligió Pittsburgh para la celebración de una cumbre del G-20 por considerar que se trataba de uno de los modelos de reconversión regional y urbana más ejemplares que existían en el mundo, y que las sociedades postindustriales podían extraer de allí lecciones importantes en los momentos más difíciles de la crisis.

Años después de la debacle del acero, en 2009 la tasa de desempleo se situaba en Pittsburgh en el 5.5 por cien, el mercado inmobiliario no había desfallecido durante la crisis y el porcentaje de empleados en industrias relacionadas con el cuidado de la salud, la investigación y la biotecnología había superado al porcentaje de quienes trabajaban en la industria metalúrgica antes del hundimiento económico de la ciudad.

La fuerte apuesta por la investigación y la tecnología permitió a empresas como UPMC comenzar a desarrollar desde allí sus planes para la comercialización de vacunas de última generación con la estimación de producir 70.000 nuevos empleos en los próximos años.

Convertido en un centro de peregrinación para emprendedores de todo el mundo y en un modelo ejemplar de colaboración entre empresas privadas, industria y universidades locales, Google, Apple o Intel Research habían instalado allí importantes centros de producción sustituyendo el valor simbólico de las antiguas eminencias del acero.

Si alguien decidiese aquí acometer un viaje de regreso hacia la decadencia de su lugar natal, como el emprendido en su día por John Hoerr, podría tal vez visitar la dársena deportiva del puerto de Valencia.

También allí es posible hallar una imagen en plena recesión que expresa el hundimiento de una industria que ha cedido su lugar a un gigantesco desorden vacío. Una imagen nítida que no sólo se explica a sí misma, sino que contiene las partes alícuotas de la explicación de la tesitura de nuestra Comunidad: la ausencia de huella tecnológica, la internacionalización superficial, el oportunismo político como principio rector de la planificación económica, la apuesta por el corto plazo, el permanente embrollo competencial, el victimismo como justificación y la falta de liderazgo real para definir estrategias de conjunto.

Que todas las sociedades están expuestas a coyunturas económicas adversas es tan cierto como que la política dispone de todos los instrumentos necesarios para remontarlas. La lección de Pittsburgh es muy clara: no debe confundirse el colapso económico con el colapso político. O lo que es lo mismo, una sociedad puede sobrevenir una catástrofe económica si actúa políticamente.

La cuestión de fondo de la tan mentada reconversión y el cambio de modelo es si en ese vacío que deja cualquier desplome podrá inyectarse una vitalidad económica proporcionada a su dimensión, si será posible sustituir nuestras expectativas de prosperidad en la dirección económica que preceptúa el futuro o si algún día las economías emergentes proporcionarán las mismas posibilidades de empleo que los sectores desfallecientes.

De momento el paisaje de la dársena no invita precisamente al optimismo.

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1 comentario

ABP escribió
20/06/2011 19:12

Lo de la dársena, con el pastizal que hemos metido, es para llorar pero mejor nos lo tomamos a risa y ya está. Mientras tanto, por toda la ciudad, las huestes hosteleras avanzan imparables sodomizando derechos fundamentales de los vecinos por la vía de incumplir todas las ordenanzas municipales y leyes estatales o autonómicas habidas y por haber.

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