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VALENCIA. En primer lugar, respecto a la distancia entre tanta declaración de intención a la hora de afrontar las dificultades económicas y las medidas para hacer realidad tantas promesas. Y en segundo lugar, frente a la autocomplacencia de los dirigentes populares, con el presidente Camps a la cabeza, sobre el conocimiento de las ventajas y oportunidades de inversión que tiene la economía valenciana por parte de los inversiones internacionales aún estamos esperando alguna iniciativa que demuestre que tanta reiteración de palabra tiene algún resultado práctico

No es necesario compartir los objetivos de la iniciativa del presidente Valcarcel claramente decantadas hacia el sector inmobiliario para concederle la importancia que tiene. En esta etapa de sequía inversora promover una reunión destinada a fomentar la inversión y la potencialidad de Murcia entre potentes inversores internacionales es de relevancia notable. Un evento, para el cual, se cuenta además con la colaboración de Cajamurcia, Caja Mediterráneo y Telefónica, además de la CEOE y la Confederación Regional de Organizaciones Empresariales de Murcia (CROEM).

Frente a esto, el presidente Camps agota los plazos para dar a conocer su equipo de gobierno sin que tengamos indicio alguno de cuáles son sus planes para hacer frente a una crisis económica que está poniendo seriamente en riesgo el tejido productivo de la que fuera hasta hace poco una de las zonas más dinámicas de España. Halagar los oídos de los valencianos repitiendo hasta la saciedad que vivimos en el mejor lugar del mundo y que somos los mejores tiene, sin duda, rentabilidad política aunque la caída del respaldo electoral muestra que no tanto como el que se pretende. Pero desde luego de nada sirve para resolver los problemas que se acumulan uno tras otro sin que se haga frente a su solución.

Indicador tras indicador, la potencia económica de la Comunidad se va erosionando sin que el gobierno autónomo haya tenido hasta ahora otra política real que responsabilizar de todo a Rodríguez Zapatero. Una política electoramente eficaz, como se ha visto el 22M, pero suicida. Porque Camps, como sus conselleres a tiempo parcial vinculados a la economía, saben que ello no es cierto. Y que el problema es que carecen de no solo de recursos sino sobre todo de ideas para afrontar una situación compleja que requeriría de un impulso transversal de gran magnitud en el que participaran todos los implicados e interesados en resolver la crisis.

Por supuesto organizaciones empresariales y sindicales, si tienen algo que decir sin recibir por ello nuevas subvenciones a costa del presupuesto público, pero también académicos y agentes sociales relevantes. Nadie sobra en esa tarea y todos deberían ser convocados. La pasividad de la Generalidad, de no cambiar, será a buen seguro un excelente caldo de cultivo para que la indignación ciudadana crezca con vigor convirtiendo a la economía valenciana, a Camps y a su política del avestruz en un problema más de Rajoy como presidente de Gobierno. Y no el menos importante.