VALENCIA. ¿Ha muerto la economía? Perelman anunciaba hace 15 años "el final de la economía" con bancarrotas generalizadas a causa del incremento de los costes fijos en la industria, que harían que las empresas igualaran sus precios al coste marginal, en lo que vino a llamar "competición desenfrenada".
Aseguraba que "la economía no es una ciencia, sino una ideología diseñada para defender prácticas existentes". Heidegger también anunció hace más tiempo el final de la filosofía y recientemente, Vattimo ha defendido el final de la verdad en su último libro "Adiós a la verdad".
Utilizando argumentos distintos, coinciden en el final de un camino. Sin embargo, mientras Perelman pronostica la llegada de un nuevo sistema, Vattimo defiende que la ausencia de una verdad absoluta es la propia esencia de la democracia. Proclama que la verdad ha dejado de tener sentido en la sociedad actual. Ya no son necesarios los sabios de la caverna de Platón para guiarnos, incluso contra nuestra voluntad.
Acercando ambas posturas, el final de la economía, al menos como la entendemos hasta ahora, significaría el destierro de una única interpretación del comportamiento económico de la sociedad. Igual que la física abjuró de sus principios deterministas, la economía no está sujeta a leyes inmutables. Se olvida con frecuencia que la persona está el centro de la economía. De ahí se desprenden las empresas, los balances y complejos instrumentos financieros. Sin nadie en la tierra, la manzana seguirá cayendo, pero nadie podrá verla y menos aún vender o comprar. La situación económica es el reflejo de las personas, de sus estados de ánimo, frustraciones e incertidumbres pero también de su ilusión, esfuerzo y constancia.
Estamos por tanto ante una economía más personalista, una economía débil, en la que la ausencia de certezas provoca desasosiego. Una economía adolescente que acaba de abandonar la infancia y que busca nuevas perspectivas, con sus miedos e ilusiones. Es lo que tiene hacerse mayor, las seguridades se esfuman y el futuro es sinónimo de incertidumbre, por mucha indignación que provoque el presente.
Por ejemplo, la realidad del mercado se ve cuestionada por la emergencia de países como China que juegan con las cartas marcadas. Con una dualidad que le permite comerciar con el exterior libremente pero sin una libertad interior. Condiciones laborales, salariales, medioambientales que se dan por hecho en Europa no encuentran su espacio en los nuevos países productores. Productos que hacen bajar el precio de sus competidores, produciendo el mismo efecto predicho por Perelman, pero por diferentes causas.
El comportamiento de las personas se ha sofisticado a lo largo del tiempo, pero esencialmente seguimos comprando y vendiendo. Por ello no podemos olvidarnos de todo lo aprendido hasta ahora, con refinados modelos, leyes y predicciones. Pero no acertaremos a comprender, y menos a mejorar las perspectivas económicas, sin tener en cuenta su dimensión humana. La economía sigue viva, pero débil.
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(*) Jordi Paniagua, profesor de Econometría de la UCV
Ilustración: Carlos Sánchez Aranda
Me gusta mucho la metáfora pero los adolescentes tienen a sus padres y a otras personas mayores... De quien aprenderá La Economía?
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