VALENCIA. Los días transcurridos de campaña electoral muestran con claridad la distancia existente entre las declaraciones y los actos de la clase política valenciana, y no sólo valenciana. Y así, a pesar de la reiteración con la que afirman que la lucha contra la crisis es su principal preocupación nada dicen de cómo, en el caso de ser vencedores, afrontaran los gravísimos problemas a los que se enfrentan la inmensa mayoría de las empresas y de las familias de la Comunidad Valenciana. Que la situación no sea exclusiva de ésta, no es consuelo alguno. Para lo único que puede servir es para recordar el dicho de que mal de muchos...
Esta falta de atención a los problemas económicos, desde la exhausta hacienda autonómica hasta el número de valencianos en paro pasando por otros indicadores no menos preocupantes como las cifras de pagos no relaizados a proveedores, nuevos concursos de acreedores o el coste de las nuevas emisiones que está realizando la Generalitat, es tanto más llamativa cuando hay una unanimidad prácticamente total entre los expertos acerca de que la gestión tendrá que cambiar profundamente a partir del 22 de mayo si se quiere evitar que el bienestar alcanzado por la sociedad valenciana entre en una fase de 'declive sostenido'.
Por eso mismo, es sorprendente que las formaciones políticas que pueden obtener representación parlamentaria en les Corts Valencianes hayan dimitido, todas ellas, de la responsabilidad de informar a los ciudadanos sobre qué futuro nos espera en el terreno económico si resultan vencedoras. Sería ingenuo pensar que un partido político, cuyo principal y en muchas ocasiones parece que único interés es ganar las elecciones, se pueda presentara a éstas con un programa que implique afirmar que lo que nos espera en los próximos años es sangre, sudor y lágrimas.
Pero no lo sería que diagnosticara cuáles son los retos de una economía incapaz de dar trabajo a uno de cada cuatro valencianos en edad de tenerlo y que corre el riesgo de ver desaparecer a su sector manufacturero. Y, que sin poner el énfasis en los sacrificios imprescindibles que nos esperan, sí se dirigiera a los ciudadanos como personas adultas de inteligencia media capaces de comprender, si se les explica bien, qué hemos hecho mal y qué tenemos que hacer para poder en el futuro hacerlo mucho mejor.
Frente a esta opción, lo que estamos viendo es un juego de candidatos en que éstos se asemejan a las empresas zombis, aquellas que por carecer de relación con la realidad no pueden subsistir si no es artificialmente. Y así la inmensa mayoría de las propuestas ni tienen que ver con la Administración local o autonómica, ni sabemos qué futuro nos prometen.
La abismal diferencia es que el partido, o los partidos, que formen el Consell a partir del resultado del 22 de mayo van a tener, quieran o no, que afrontar una crisis que ante la absoluta inacción en los últimos años de la Generalitat, que cuenta con importantes competencias en comercio, industria, trabajo, educación o bienestar social, amenaza con cronificarse y hacernos perder buena parte de lo ganado en los últimos decenios.
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