MADRID. En octubre de 2005, el entonces presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorro, Juan Ramón Quintás, enviaba una carta a todos los presidentes de las cajas españolas en las que les comunicaba que “la banca europea ha cometido graves errores estratégicos y de gestión que ahora pretenden compensar mediante un cambio regulatorio que propicie el expolio de las entidades financieras con orientación social”.
Tras recordar a Primo de Rivera, Franco, Margaret Thatcher o Amato como enemigos naturales de las cajas, Quintás les prevenía sobre los peligros que se cernían sobre estas entidades ya que “con el auxilio de complicidades realmente escandalosas, el `asalto´ es particularmente agresivo. (…). También es muy intensa la presión en España gracias a variadas circunstancias que ofrecen oportunidades para el ataque (la OPA de Gas Natural y la visita a España de los expertos del FMI, fundamentalmente)”.
La desmedida reacción de Quintás venía a cuento del informe que el comisario McCreevy había enviado a los miembros del Ecofin sobre los obstáculos a la consolidación transfronteriza en Europa en el que se destacaba que las estructuras legales podían suponer un freno al incremento de la eficiencia del sistema financiero europeo en el contexto de la competencia internacional. Qué carta no escribiría hoy el retirado y bien remunerado Quintás sobre la situación del recientemente reestructurado sector de cajas de ahorro y la muy escasa transparencia con que se están realizando el proceso privatizador en ese contexto de búsqueda de competencia internacional.
Difícil conseguir la necesaria credibilidad y el nivel de confianza exigido en este tipo de procesos cuando el sector está adquiriendo protagonismos indeseados, bien sea por las dificultades que se están encontrando en ocasiones algunas entidades para encontrar inversores en sus salidas a bolsa, bien por los niveles retributivos de sus cabezas visibles que con cargo al FROB pocas entidades parecen dispuestas a racionalizar, o bien por las cifras que se están manejando en inversiones publicitarias y que igualmente parecen proceder de fondos públicos, aunque en algún momento serán devueltos.
Cualquier demagogo podría enfatizar sobre la cantidad de puestos de trabajo que se podrían mantener en el sector reajustando los disparatados presupuestos publicitarios que se manejan y cuya rentabilidad está por ver. Analistas internacionales ponen de relieve que no es el mejor momento para que las cajas adquirieran protagonismo negativo en los medios de comunicación y por lo visto en las últimas semanas, no parece haber razones para el optimismo.
En pleno proceso de fusiones y aportaciones de dinero público para salvar al sector, y con el grifo crediticio en situación de goteo, dieciséis cajas de ahorro han subido en mayor o en menor medida la retribución de sus directivos o consejeros muy por encima del IPC, si bien es cierto que el total destinado a estos conceptos debería experimentar una significativa reducción, dado que no son comparables las cantidades de un año a otro al no ser semejantes el número de entidades existentes, aunque nadie ha informado sobre el porcentaje en que se ha visto reducido el número de consejeros tras los procesos de fusión o en qué medida va a afectar esa reducción a la cuenta de resultados cuando se lleve a término dicho proceso.
El hecho de que La Caixa, presidida por el presidente de la CECA, sea la única entidad con un grado de transparencia razonable en materia de retribución de sus consejeros, lo dice casi todo. Tampoco aportan gran cosa a la limpieza del proceso los globos sonda que comienzan a circular por los medios de comunicación sobre la posibilidad de que empresas públicas de ámbito autonómico entren en el capital de alguna entidad en proceso de salir a bolsa, ya que ello restaría toda la transparencia a esta colocación, dado que la influencia política seguiría siendo clave en la entidad resultante, lo que reduciría aún más el interés de inversores privados cualificados.
Y todo eso y más, en medio de campañas publicitarias descomunales que han llevado la alegría a las deprimidas arcas publicitarias de muchos medios de comunicación que han vuelto a ver como la crisis del sector -el de la publicidad- ha vuelto a hacer acto de presencia. Observadores financieros apuntan a que no son estos momentos de turbulencia los más apropiados para que se acometan todo tipo de acciones descontroladas, dado que existe dinero público y fresco- el insuflado por el FROB- y no parece que los estrictos controles de las autoridades sean suficientes cuando de lo que se está hablando es de gestión, ámbito en el que no puede entrar en la medida en que sería necesaria la inspección del Banco de España que bastante tiene con lo que tiene.
La banca –ahora sí- se está mostrando especialmente crítica con la evolución de la reconversión de las cajas de ahorro y su control, mientras cargan las tintas contra el actual gobernador del Banco de España, a la vez que recuerdan a aquel otro gobernador que tuvo que enfrentarse a la otra gran crisis bancaria hace más de veinte años y que se llamaba Mariano Rubio, que en paz descanse.
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(*) Carlos Díaz Güell es director de la revista 'Tendencias del Dinero'
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