VALENCIA. Low Cost, High Value es el lema de una iniciativa cuya filosofía es poner en práctica en las ciudades acciones que tengan un bajo coste económico, pero puedan proporcionar un alto rendimiento social por su capacidad de aprovechar el espacio público y sus posibilidades para satisfacer necesidades e intereses de la comunidad.
Esta iniciativa se inspira en discursos teóricos de varios autores y en prácticas diversas que han tenido éxito en diferentes lugares del mundo. El movimiento 'Sustrans' (sustainable transport) publicó el año pasado una guía simplificada para poner en marcha los denominados DIYs (Do It Yourself Districts), entornos urbanos en los que los propios usuarios definen estrategias para mejorar en colaboración con las autoridades locales la sostenibilidad del transporte, incrementando la cantidad y la calidad de su uso ciclista y peatonal.
El enfoque 'Lighter, Quicker, Cheaper', desarrollado por el urbanista Eric Reynolds, del Public Project Space en Estados Unidos, está dirigido a transformar con carácter prácticamente inmediato espacios degradados en entornos que adquieren casi súbitamente una finalidad al servicio del público. Nacido hace cuarenta años como tendencia dedicada a analizar las dinámicas de pequeños espacios degradados, el Public Project Space ha ido ampliando su rango de intervención y en la actualidad elabora propuestas para contextos mucho más macro como plazas, mercados, campus o waterfronts.
La inspiración de Low Cost, High Value proviene también de otros enfoques apasionantes sobre el espacio público como la Acupuntura Urbana del brasileño Jaime Lerner y el Bottom Up Planning o Urbanismo Emergente, que tiene en España con Juan Freire a una de sus referencias internacionales indispensables.
Todas estas tendencias de análisis e intervención en el espacio público tienen en común un muy fuerte sentido del civismo, pero no en un sentido retórico ni nominal, sino a partir de un diagnóstico contundente y claro de los conflictos de uso, de los problemas y las potencialidades que las ciudades pueden liberar en beneficio de sus habitantes.
Por esa misma razón la ética pública que los sostiene se basa en el carácter implícito de todo lo que conllevan: una ciudadanía concienciada, una apuesta por la transparencia de los procesos públicos de planificación y decisión, un sentido definido de la sostenibilidad, una interpretación precisa del conflicto de intereses en el espacio público.
Es casi una obviedad que la conciencia cívica de una sociedad puede inducirse de su sentido del espacio público y de su cultura de la movilidad. Low Cost, High Value es una ética pública puesta en práctica no en base a llamamientos grandilocuentes, sino a una elaboración intelectualmente solvente de la realidad urbana en su complejidad y en los desafíos cotidianos que plantea en el contexto contemporáneo, con especial preocupación por los intereses de quienes normalmente resultan más perjudicados o más vulnerables por el funcionamiento desregulado de la ciudad.
Los dilemas éticos de una sociedad moderna son de una importancia trascendental, pero es una ridiculez tratar de contener su expresión política en ninguno de los conceptos ancestrales de la filosofía moral. Y mucho más lo es presuponer que la sociedad te secundará en tu autoproclamación como único garante de la dignidad.
La defensa del rigor científico no se hace mediante apelaciones histriónicas al valor de la verdad, sino mediante la exigente justificación a cada caso de unos objetivos, de unas condiciones de observación experimental, de una técnica o de una metodología.
El monocultivo de la dignidad no es más que un recurso para disimular el estado de indigencia intelectual en que ha sido secuestrada nuestra organización por efecto de su autonómico liderazgo y sólo se entiende como un intento a la desesperada de suplantar, mediante una pose bastante inverosímil de afectación ética, la obligatoria elaboración de una alternancia de modelo en beneficio de una sociedad que tanto la necesita.
En un sentido marxista es de una completa irresponsabilidad no disponer de un esquema científico de análisis del conflicto social y de las líneas invisibles que separan a los beneficiarios de los perjudicados en cada uno de los niveles del orden social.
La fuerza del civismo, como la de la dignidad, no nace de la pronunciación en abstracto del concepto. Nace de la capacidad demostrable de articular la vida en común en el carácter concreto de cada momento de su complejidad.
El ocaso de la teoría anticipa el totalitarismo de la práctica. La izquierda necesita análisis, pensamiento, reflexión, contenidos, rigor. Que nadie nos distraiga porque esa es nuestra única tradición.
Cuando todo eso se practica al servicio del interés general no es preciso apelar tanto a la dignidad, porque ya la deducen del día a día los que nos observan desde fuera con algo más de credibilidad. Llamar a la rebelión ética de la ciudadanía es totalmente contradictorio con tratar a la audiencia electoral como menor de edad.
Gracias por escribir este articulo de opinión.Si a veces cuesta coincidir..esta vez no es el caso.tu articulo es sintomático de creer en la libertad real.Saludo
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