VALENCIA. Recientemente nos hemos visto sacudidos por el anuncio del impulso para la promulgación de una Carta Municipal para la ciudad de Valencia, y mediante ella la búsqueda del reconocimiento de un régimen especial de gran ciudad, similar al que disfrutan Barcelona y Madrid. Es cierto que la discusión generada en dos meses ha sido inferior a la provocada en dos días por la expulsión de Pepe en el clásico Madrid-Barcelona de la Champions Leage, pero al menos ha vuelto a traer a las primeras páginas el debate sobre la capitalidad de la ciudad de Valencia, sobre su área metropolitana, y el papel que ambas juegan en el País Valencià.
A partir de esta excusa, introduciré las dos preguntas que me propongo abordar en este artículo: ¿Por qué es tan reducido el ámbito espacial de influencia de la ciudad de Valencia? ¿Tiene Valencia que tirar del País Valencià y ejercer su liderazgo?
La primera pregunta es sencilla y complicada de responder a la vez. La versión complicada de la respuesta exigiría remontarnos varios siglos atrás para ver la génesis y evolución de las ciudades directoras del País Valencià. Optemos por la versión sencilla: el ámbito espacial de influencia de la ciudad de Valencia es reducido por la presencia de ciudades medias y pequeñas en la línea de la costa, que configuran poderosos mercados locales de trabajo (Castellón al norte, y Alzira, Xátiva y Gandía al Sur) que contrarrestan la influencia de Valencia y la restringen a un radio efectivo de entre 20 y 30 kilómetros al norte y al sur.
Estos mercados de trabajo son muy autocontenidos, están bajamente integrados entre ellos, y solo parcialmente con la ciudad de Valencia, lo que impide la formación de un área metropolitana funcional de mayor dimensión, como sí que sucede, por ejemplo, en Barcelona. Hacia el interior de la provincia de Valencia no existen dinámicas similares, por lo que el radio de influencia de la ciudad de Valencia es mucho mayor. Obtenemos por tanto un dibujo del País Valencià estructurado en 83 mercados de trabajo locales (no confundir con las 34 comarcas informales) y hasta 9 áreas metropolitanas (mercados de trabajo metropolitanos).
Por su dimensión, una de las áreas metropolitanas sería de clase A (Valencia), una de clase B (Alicante), tres de clase C (Castellón, Benidorm y Gandía), y cuatro de clase D o mini-áreas (Alcoi, Elda, Torrevieja y Oriola). ¿Causa alguna sorpresa este dibujo? En Cataluña se identifican cinco áreas metropolitanas, mientras que en Madrid solo hay espacio para un área metropolitana (la Gran Ameba) que se extiende por varias provincias.
Respondamos ahora a la segunda pregunta, la del liderazgo de la ciudad de Valencia. Para ello vamos a introducir el último ingrediente en el caldero: la estructura de la red de ciudades. Esto puede hacerse a partir de las principales relaciones residencia-trabajo entre los municipios que articulan el territorio. A diferencia de las redes de ciudades de Barcelona y Madrid, grandes telas de araña cuyos hilos convergen a un enorme punto central, el País Valencià muestra, de nuevo, una configuración altamente policéntrica. Los hilos de red de la ciudad de Valencia se articulan con los de otras ciudades intermedias, y a duras penas cubren el radio de la provincia.
En la actualidad, la ciudad de Valencia, ni en solitario ni en conjunción con los subcentros de su pequeña área metropolitana, tiene masa suficiente para articular el territorio valenciano. El resto del sistema de ciudades valenciano impide el crecimiento del radio de influencia de la ciudad de Valencia, que al mismo tiempo se muestra incapaz de explotar las ventajas de la integración en red con esas ciudades medias y otros mercados de trabajo locales. Pero pasa posiblemente lo mismo con el resto de ciudades medias valencianas. La excepción es, a mi parecer, el sur de la provincia de Alicante, donde se explota la integración en red de los subcentros, algunos de ellos en Murcia, para generar economías de escala, si bien de nuevo limitadas por la masa total del sistema.
Y sin embargo, esto no es necesariamente negativo, y bien utilizado tiene muchas ventajas. La idea es, ciertamente, clara: la mejor opción para conseguir la escala necesaria es la articulación de una red de ciudades sólida entre las ciudades valencianas. Si lo hacemos bien, tendremos muchas de las ventajas de una región metropolitana de más de cuatro millones de habitantes, y evitaremos también muchos de sus costes (supercongestión, superpolución, altas rentas del suelo). Ahora bien, hay que tener en cuenta que esta idea es un cambio de paradigma, es decir, un cambio de chip total.
En efecto, este nuevo paradigma no está anclado en la división del territorio en áreas administrativas como las provincias o las comarcas, sino en la interacción entre los elementos del sistema, por lo que el mismo concepto de "capitalidad" desaparece. El éxito del sistema se consigue simultáneamente por dos vías: primero, el refuerzo de la capacidad de los nodos locales (las ciudades); segundo, el esfuerzo conjunto de todos los elementos -eso sí- bien articulados entre ellos. Llegados a este punto, el discurso se parece demasiado a los debates futbolísticos: ¿necesitamos a una gran estrella o mejoramos la calidad de los jugadores y hacemos que jueguen en equipo?
Figura 1. Mercados locales de trabajo
(Fuentes: a partir de Boix y Galletto (2006) utilizando la metodología Sforzi-ISTAT)
Figura 2. Áreas metropolitanas (mercados metropolitanos de trabajo)
(Fuentes: partir de Boix y Veneri (2009) utilizando las metodologías FUR y DMA)
Figura 3. Redes de ciudades
(Fuentes: elaboración a partir de Censos (INE) y metodología del flujo director (Trullén y Boix 2006).
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(*) Rafael Boix es profesor de Economia Española y del País Valencià. Universitat de València
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ARTÍCULOS ANTERIORES
-CAPITAL, VALENCIA (I) La capitalitad ¿se concede o se gana? (Vicent Soler)
Para @JMiguel, es que comienzas a leer y te encuentras cosas como esa (País Valencià) y ya se te quitan las ganas de seguir leyendo. Lástima que esta gente que sabe tanto esté tan politizada.
La conclusión que saco es que Valencia no puede ser capital en el sentido clásico de la palabra. No estamos en la Comunidad de Madrid, con un gran centro succionador que llega más allá de la propia comunidad autónoma. No es tampoco Cataluña, con un área metropolitana claramente dominante. La única posibilidad de que la Comunidad Valenciana tenga una cohesión suficiente es articularse de una forma original. El modelo debe ser policéntrico, reconociendo la existencia de dos núcleos principales (Valencia y Alicante/Elche) y con una red de núcleos secundarios apoyados de hecho en los principales. Habría ayudado una idea utópica de la transición: hacer capital política a una ciudad importante pero no capital de provincia (¿Xàtiva? ¿Gandia?). Es necesario abrir el debate y reinventarnos. La Comunidad, País, Reino, etc.,será policéntrica o no será. P.S.: curioso que los tres comentarios anteriores se hayan basado en reivindicar al pueblo de uno o en abominar del nombre dado por el articulista a esta nuestra comunidad. Ninguno ha comentado la chicha del asunto. Así nos va.
¿País Valencià? Si ahora mismo el nombre oficial es Comunitat Valenciana, y empieza usted llamándole País Valenciano en un medio de comunicación serio, pues esta claro que así esta tierra no va a ningún lado por mucho análisis que haga
en el País Valencià??? Buenooo... como lector asiduo espero no encontrarme estas cosas, hacen un poco de daño a la vista.
No entiendo como en este artículo no se nombra a Ontinyent, ciudad que es mayor que Xàtiva en habitantes e industria (a pesar de la crisis). Ontinyent existe!!!!!!!!!!!.
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