VALENCIA. Corresponde al valenciano el mérito de haber ensamblado lenguaje, diálogo y razón en un mismo acto dinámico que expresa mediante el verbo raonar. Ya se ve que en su acepción plena el verbo no tiene excesivo predicamento en la Valencia contemporánea, donde las palabras, las intenciones, los razonamientos y los hechos gozan entre sí de una gran autonomía.
Hasta cierto punto es como si los valencianos hubiésemos dejado de necesitar la palabra porque no tenemos casi nada respecto de lo cual aplicarla. El raonar como tal se encuentra en situación de seria dificultad. Y también el buen hacer, el conocimiento, la concentración y la obsesión por el trabajo bien hecho que son propios de los oficios.
Así pues ha hecho bien Vicent Soler en volcar el poso de sus reflexiones periodísticas en un libro que lleva como título L´ofici de raonar, en lo que él mismo describía el sábado en la Feria del Libro como un cierto acto de resistencia contra la desmemoria de que es víctima el pensamiento cuando se grafía en la debilidad de una columna siempre sentenciada por su fugacidad editorial.
El libro comprende un periodo de tiempo bastante prolongado que viene a coincidir con la larga historia de hegemonía política del partido popular en la Comunidad, así es que sólo la lectura del índice es ya un estimulante ejercicio de repentización de nuestra historia reciente: la batalla simbólica, el debate estatutario, la trifulca del agua, la España plural o las vicisitudes históricas a que ha expuesto al Eje Mediterráneo la derecha regional (hay un artículo de 1999 del que se deduce fácilmente dónde estaba quién).
Con todo, no lo he podido evitar y he empezado el libro por un artículo que se encuentra casi exactamente en la mitad: 100 anys de banca valenciana. Cumplía en el año 2000 el Banco de Valencia 100 años y a la sazón ya se dolía Soler por la creciente sucursalización del sistema bancario valenciano. Por aquel entonces aún quedaba el rescoldo de las Cajas. Pero han caído después de once años, víctimas de la misma incapacidad de raonar y de las mismas desidias históricas que para el caso del Banco de Valencia el citado artículo ya refería y sin que al Consell le haya dolido el agravio en ningún lugar de sus vehemencias ni de sus aspavientos identitarios
'València, la ciutat'
Valencia fue fundada Ab Urbe Condita de acuerdo al sistema romano de medición temporal, cuando la humanidad civilizada consideraba aún la fundación de Roma como el inicio del mundo.
Sólo 63 años después de su fundación fue arrasada por Pompeyo en una batalla que se llevó por delante unas diez mil almas. A Boira le apasiona este episodio de nuestra historia y ha hecho de él el punto de apoyo de una explicación sobre la geografía profunda que en la ciudad de Valencia articula la relación dialéctica entre las dinámicas de la destrucción, el resurgimiento y la derrota.
A Vicent Boira bien podría atribuírsele el título de Home del Raonament por ser un maestro del lenguaje, del diálogo, del conocimiento y de la razón, que con la misma audacia descubre los planos del Palacio Real en un archivo francés, describe el funcionamiento de las metrópolis norteamericanas, escribe sobre nuestra ciudad una guía didáctica para estudiantes de secundaria o publica un libro como Valencia la Ciudad.
Desde hace al menos cuatro siglos dice Boira, cada cien años sucede en Valencia un acontecimiento de enorme relevancia histórica. En 1609 la expulsión de los moriscos, en 1707 la batalla de Almansa, el 1808 la invasión napoleónica de la ciudad, en 1909 la Exposición Regional y en 2009 la profunda crisis económica. Cada uno de estos escenarios ha expuesto a la ciudad a situaciones extremas o a procesos de fuerte transformación, pero Valencia sobrevive siempre de un modo u otro a la quema.
'Valencia, la Ciudad' no es una crónica, ni una historia, ni un manual, ni una novela, sino algo que sólo es posible construir para quién tendría el alcance intelectual de haber escrito cualquiera de esas cosas, esto es: una Interpretación.
A través de una mirada retrospectiva Boira ha sido capaz de descifrar el sentido que está presente en las continuidades colectivas de nuestra contradicción y el domingo llegó a afirmar en Viveros algo parecido a que la heterodoxia es el sentido interno que rige nuestra historia.
Está muy claro que a Boira no le desorientan las contradicciones sino que más bien son las contradicciones las que le temen a él. Valencia la Ciudad tiene algo de árbol de familia, de carta de amor y de lupa analítica.
Los valencianos -concluía Boira citando a Unamuno- más parecen regirse por el apasionamiento que por la razón. Así es que el desafío histórico continúa en aplicarse bien a mediar entre los términos de dicha relació
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