LONDRES. Serrucho fiscal en ristre, tijeras presupuestarias y dolorosas inyecciones de capital privado a costa de frenazos salariales o cierre de servicios públicos: a medio camino entre el déficit del 12,7% de Grecia y el 9,8% de Portugal, España se enfrenta ya en 2010 al vencimiento de créditos por valor de 225.000 millones de euros.
Y es justo en este momento, cuando la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor's ha perdido confianza en el fuelle económico del país. Es hora de cortar el 11,2% de déficit y ofrecer una ruta creíble a los mercados de la inversión para reducirlo al 3% en menos de tres años. Además, España debería arrojar un superávit primario del 2% en 2012 o de lo contrario, S&P degradará su calificación todavía más.
Sin embargo, "en los parqués, no ha sido noticia". Han leído bien, así describía Markit News a las 18:20 de la tarde, el correctivo que S&P aplicó ayer a la deuda soberana de España. Markit, la mayor firma europea de análisis y proceso de productos derivados, aportaba desde sus oficinas en Londres varios datos para contrastarlo. Por ejemplo, que las garantías de los bonos españoles a cinco años se habían abaratado en 13 puntos básicos. De hecho, el sector del crédito soberano europeo en su conjunto mejoró los costes en 27 puntos.
El índice FTSE de la Bolsa de Londres perdió tres décimas, pero lo cierto es que se recuperó del -2,1% inicial que había provocado el anuncio de S&P sobre el riesgo de invertir en España. Incluso el Íbex de Madrid, que descendió un 3%, consiguió remontar un 1,1% antes de acabar la sesión. El CAC francés y el Dax germánico, por su parte, rondaron un punto porcentual negativo, "una reacción muy diferente a la que sucedió con la rebaja de la calificación del riesgo griego", ha explicado Michael Church, de Addison Capital.
"Por supuesto, España no es Grecia", había declarado el lunes el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet. Pues parece que tenía razón. Más de lo que algunos se habían imaginado. Como la chancellor alemana, Angela Merkel.
ENTRE UNICORNIOS Y ELEFANTES
"Grecia es el ejemplo perfecto", me dicta desde Nueva York una de las periodistas financieras independientes más reconocidas en Wall Street, Heidi Moore, "en vez de unir esfuerzos para ayudar a Grecia, la Eurozona ha tratado de exiliarla con la pretensión de mantener una fachada de salud económica". A juzgar por los resultados, no hemos engañado a nadie. Ante mis quejas sobre la deuda de California, Moore se limita a decir que "el problema de la Unión Europea es que, a diferencia de los Estados Unidos, no es una construcción real, está hecha de unicornios y buenos deseos".
La capacidad de movimiento de las instituciones europeas y de sus países miembros ha sido letárgica, inoperante, y las consecuencias se preveen duras de digerir. La situación de España bajo observación rigurosa, aunque contenida transitoriamente, sólo puede empeorar. Merkel avisaba hace apenas unas horas en Berlín de que las negociaciones entre el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el gobierno griego "necesitan acelerarse". Entonces, ¿por qué ha dejado correr tanto el tiempo que la zona euro nunca ha tenido?
El líder del grupo socialista en el Parlamento Europeo, el ex primer ministro de Dinamarca, Poul Rasmussen, ha criticado a Merkel en estos mismos términos: "desde enero, hace cuatro largos meses", ha indicado Rasmussen a la prensa en Estrasburgo, "la Unión Europea ha esperado en vano que Alemania tomara las riendas. Pero durante todo este tiempo, Merkel ha preferido jugar a la política local antes que priorizar la solidaridad europea".
Ben May, analista de Capital Economics ─con sede en Buckinham Palace Road, en Londres─ coincide con el eurodiputado danés: "Tras la rebaja en la calificación de riesgo de Portugal, era evidente que la crisis fiscal iba a afectar a los países de la periferia europea más allá de Grecia". En palabras de May, España se ha convertido ahora en "un elefante dentro de la cacharrería, por la simple razón de que la Unión Europea no tiene medios suficientes para sacar a España de una posible quiebra".
Y LOS PAYASOS
Un elefante con el 40% de la población activa menor de 26 años de edad en el desempleo, y con un déficit equivalente a más del 50% de los ingresos del estado, no va a ser fácil de manejar. España ocupa la cuarta posición entre las economías europeas y es una de las diez mayores del mundo.
"La cuestión no es la solidez de los fundamentos económicos del país", dice Philip Lane, profesor de economía internacional en el Trinity Collage de Dublín, "el problema, sencillamente, es que te encuentras con que los mercados no quieren financiarte. De hecho, si repasas los datos oficiales, Irlanda es mucho mejor candidato que España para sufrir el contagio griego".
Terry Smith, de la compañía Tullett Prebon de Londres, especialista en inversiones de riesgo, añade el Reino Unido a la lista roja de las agencias de calificación de riesgo: "Cualquier país, con cualquier moneda, que haya garantizado deudas de un volumen considerable respecto al total de su economía, se va a ver en las mismas circunstancias", asegura.
La satisfacción para los contribuyentes españoles, sea como fuere, es bien poca. Los intereses que habrán de pagar para rescatar a la economía del hundimiento bancario e industrial, no bajarán fácilmente. El analista Owen Ireland, de la asesoría ODL Securities, señala que "la presión de los inversores contra los países del sur en la zona euro continuará sin lugar a dudas".
Veinte años de burbujas inmobiliarias han reventado entre el miércoles 28 de abril y el pasado diciembre de 2009, que marcó el comienzo de las notas negativas de S&P en cuanto a la calidad de los bonos soberanos españoles. Al descubierto, han quedado gobiernos y reguladores que habrían de haber vigilado los excesos del sector del ladrillo y su efecto arrastre sobre las cajas de ahorros, entre otros. Pero no son los únicos.
Jeremy Warner, que ha estudiado el comportamiento de las agencias de calificación de riesgo en las últimas décadas, cree que "si observamos de cerca los acontecimientos actuales, es obvio que las agencias han actuado como verdaderos payasos. Sus tasaciones y clasificaciones han sido ridículas y alejadas de la realidad".
El pasado 23 de abril, el subcomité del Congreso de los Estados Unidos que investiga las causas de la crisis del crédito, describía el panorama de forma extrañamente sutil: "Sabiendo que las instituciones financieras de Wall Street y la City de Londres, así como gobiernos occidentales, podían emplear a cualquier otra agencia si no recibían grados positivos en sus productos hipotecarios y bonos, las agencias demostraron ser débiles ante los requerimientos de las instituciones emisoras y bancos de inversión".
A ojos de los mercados internacionales, la pobre doble AA que S&P ha concedido a la deuda española no es particularmente embarazosa. Y es eso, precisamente, lo grave. Lo peor está por venir: es decir, el ajuste de cuentas.
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